A buen seguro el Gobierno no pensaba, ni por lo más remoto, que el fin del estado de alarma iba a suponer que se abriese la veda para que maltratadores y asesinos machistas diesen rienda suelta a sus peores instintos, pero la realidad es que la media del mes de mayo es desoladora: una mujer ha muerto cada cuatro días a manos de un pareja o expareja. Y junio no ha empezado mejor. Desde el Ejecutivo se lamentan, juran que están revisando a fondo las políticas de violencia de género y prometen mejorar los protocolos. Más inversión, dicen, los mayores recursos de la historia, proclaman. Ahora solo falta que se destinen a lo necesario; primero, evitar las muertes. Aquí lo urgente y lo importante son lo mismo. FOTO: Concentración ante el ayuntamiento de Madrid por el asesinato machista ocurrido en Pozuelo de Alarcón | EFE