La activista trans y exdiputada de la Asamblea de Madrid, Carla Antonelli, se encuentra estos días en A Coruña tras participar este jueves en las actividades de Narón por la igualdad y diversidad sexual para debatir sobre la Ley Trans. Una norma que fue bloqueada en el Congreso por la abstención del PSOE pero que parece estar más próxima de ser una realidad tras un acuerdo entre el Ministerio de Igualdad y el de Justicia.
Ahora que está más cerca de cerrarse, ¿cómo valora la Ley trans? ¿Recoge todas las necesidades del colectivo?
Lo primero es que, si es todo como parece, después de este año y medio de un acoso indecente y miserable hacia el colectivo de las personas trans, que de pronto nos hemos convertido en un peligro para las mujeres o incluso para la seguridad jurídica de 47 millones de españoles, si esto llega a buen fin, podremos estar hablando del fin de un calvario. La parte más importe es que hay una línea roja que no se va a sobrepasar, que es el derecho a la autodeterminación de las personas trans a la hora de conseguir el cambio registral de nombre y sexo, que era lo que se acordó en una ponencia en el Congreso en el año 2019. Todo lo que se aplaudió en ese momento, de pronto se convirtió en un abismo y en un foco de falso debate. Es importante que no se exija ningún requisito de diagnóstico médico, psiquiátrico o de testigos. Hay que ver cómo queda plasmado cuando se registre en el consejo de Ministros. Queda por ver en qué situación exacta y franjas de edades quedan los derechos de los menores, así como la situación de las personas no binarias y de las personas extranjeras en su tarjeta de residencia.
¿Las personas trans han tenido suficiente presencia a la hora de crear la ley? Al final quienes están decidiendo estos derechos son personas cis.
Hemos intentado tener toda la presencia posible, pero a lo largo de todo este proceso nos hemos sentido convidados de piedra, mientras otras personas hablaban de qué derechos tenemos o no que tener. Ni se nos ha invitado a participar en los debates, pero sí a las personas que estaban en contra porque se veían supuestamente afectadas. Es como si se fuese a hacer una ley que favorezca los derechos del pueblo gitano y solo se invitase a los payos. Hemos sido una moneda de cambio dentro de luchas y juegos por cuotas de espacio y de poder donde nos han zarandeado de un lugar a otro y al final parece que éramos números, teorías o debates de mesa camilla.
Precisamente estos días se comenta que no ha habido prisa por aprobar la norma y ahora hay intereses porque llegan las manifestaciones del Orgullo.
Me dolería mucho que alguna persona se hubiese dado cuenta de que se acerca el Día del Orgullo y estamos en el mes de junio. Las cosas hay que pensarlas antes y yo tengo memoria suficiente para recordar que el 9 de junio del año pasado, por el aniversario de la muerte de Pedro Zerolo, salió un panfleto transfóbico que a mí no me representaba y por el que alcé la voz. Si se han dado cuenta ahora, tarde sería. En cualquier caso, nunca es tarde si la dicha es buena, ya que lo importante es que España no se quede en el furgón de cola de los doce países que tienen normativas que amparan los derechos de este colectivo.
“A lo largo de todo este proceso nos hemos sentido convidados de piedra, mientras otras personas hablaban de qué derechos tenemos o no que tener”
Hoy en día el colectivo es más visible que nunca. ¿Es más fácil su día a día o, por el contrario, está en el centro de la diana?
La visibilidad tiene un precio y un peaje. Al ser más visible te conviertes en un centro de diana. Ha habido, desgraciadamente, una visibilidad no deseada que ha generado este falso debate que nos ha señalado como si fuésemos personas causantes de los peores males y de las más deleznables acciones. De repente un colectivo de no más de 50.000 personas empezamos a ver cómo sacaban casos desde la singularidad para elevarlo a la globalidad. Si había una personas trans que había asesinado a otra, si estaba en una cárcel por una u otra razón, etc. Son herramientas que ha utilizado siempre el patriarcado y el machismo para desvirtuar la lucha de todas las mujeres. Se ha puesto en tela de juicio a un conjunto de personas y muchas veces veces me pregunto qué habría sucedido si esta especie de razia hubiese sido hacia personas negras, gitanas o inmingrantes. Nos escandalizamos al ver un cartel de Vox en el metro de Madrid pero lo que hemos sufrido las personas trans en este último año y medio es multiplicable por diez.
Que haya más visibilidad, sin embargo, también significa que hay más referentes.
Eso es verdad. Hace caurenta años no teníamos espejos donde mirarnos. No existía información y lo que había era censura. No existía internet y nuestros referentes fuimos nosotras mismas y las personas que nos fuimos encontrando a lo largo de nuestra vida. Yo con doce años no tenia ningún referente y me fui a Santa Cruz de Tenerife y vi personas que habían iniciado una transición. Ahí es donde yo me pude ver reflejada, porque tampoco me veía identificada con una persona gay.
¿Qué camino queda por recorrer para lograr el respeto, más allá de la tolerancia?
Yo no quiero que me toleren, yo quiero que me respeten. Tiene que haber respeto a las diferencias porque no hay nadie idéntico. Nuestras diferencias no tienen que distanciarnos y todos tenemos que cohabitar en esta sociedad. El problema es de quien tiene sentimientos oscuros, porque a mí no me molesta la existencia de nadie. ¿Por qué me voy a sentir yo atacada por la presencia de alguien? Nuestra historia reciente habla por sí sola y es a lo que nos lleva el odio a otras personas.
El camino no ha sido fácil.
Lo que ha pasado en este último año y medio ha sido eso: personas diciendo que nuestra existencia o nuestros derechos agredían su propia existencia. El análisis es terrible. ¿Cómo puedes enarbolar toda tu vida la bandera de la libertad y del respeto y ahora cargar contra otros seres humanos diciendo que no tienen derecho a ser, a vivir? Es terrible y habla muy mal de las personas que se manifiestan de esta forma. Las personas trans no somos un peligro, solo somos un pequeño conjunto de seres humanos, además un colectivo muy vulnerable con tasas de paro enormes. Es absolutamente indecente el acoso que ha sufrido un colectivo que ya estaba perjudicado de por sí, como para que aún encima se nos diese esta carga y pretender culpabilizarnos de cuantos actos horrendos se iban poniendo por el camino de casos particulares. Lo único que pedimos es el derecho a la emancipación. Basta ya de tutelas, tenemos derecho a vivir en libertad.
¿Qué políticas se pueden implementar desde los ayuntamientos, como el de A Coruña, para favorecer la inclusión de las personas lgbtiq+?
La pedagogía es el fundamento donde se arma todo. La educación en el respeto y todas las campañas de sensibilización y formación donde niñas y niños puedan crecer respetando las diferencias de los demás. Siempre que se habla de ética y educación, quienes saltan son los mismos grupos porque lo que quieren es perpetuar la discriminación.