Los caramelos a la puerta de un colegio ya no son lo que menos duran. Ni punto de comparación con la vida de un ministro en un Gobierno de Pedro Sánchez. A pesar de que hace dos días negó tres veces, haciendo honor a su nombre, asegurando eso de que ni pensaba en una crisis de Gobierno, ayer, sábado de canícula particularmente dura en media España, el presidente decidió realizar su sexta remodelación de Gobierno en tres años. Una media de una cada seis meses que demuestra claramente lo duro que tiene que ser que te llame el presidente para otorgarte una cartera. Eso sí, por lo menos te queda el consuelo de saber que tendrán una nada despreciable pensión y el que, a nada que te lo propongas, acabarás en el consejo de administración de alguna de las grandes del Ibex. No sabrás lo que tendrás que hacer, ni falta que te hace. Lo tuyo será dejar que usen tu nombre y, como mucho, cuando toque, llamar a algún secretario de Estado de esos que estaban a tu cargo para recordarle cuál es tu nuevo cargo. Tenemos remodelación de Gobierno pero, ¿de verdad era necesario?