Araíz de los últimos acontecimientos que se viven en Afganistán y otros muchos países del mundo se pone de manifiesto, una vez más, los intereses económicos y geoestratégicos de los países más ricos (principalmente de EE.UU, Gran Bretaña, Francia…) a costa de la inestabilidad, los conflictos bélicos y la miseria de los países más empobrecidos y con un importante número de recursos naturales.
La Comunidad Internacional es cada vez más elitista y defensora de los intereses particulares de ciertos países y sus empresas multinacionales. La vida de las personas no tiene ningún valor frente a la prioridad y la sinrazón de poder conseguir sus objetivos.
La empatía y la solidaridad brillan por su ausencia hacia los países del denominado tercer mundo. En occidente presumimos de avanzados y de ser ejemplo de libertad y democracia pero que no somos capaces de transmitir o de ejercer dichos valores cuando vamos a trabajar en esos países.
Consideramos a esas personas como inferiores y las utilizamos para conseguir nuestros objetivos.
Preferimos sus situaciones precarias, de vulnerabilidad y de falta de libertad para imponer nuestro colonialismo natural, económico y empresarial. La vida de esas personas nada importa frente a nuestras metas personales y profesionales.