El Ministerio de Igualdad presentó el protocolo para Prevención y Actuación frente al Acoso Sexual en el Trabajo, que recoge una amplia casuística de formas de hostigamiento o menosprecio a la mujer en las empresas.
El documento elaborado por el Instituto de las Mujeres clasifica las actitudes que deben ser perseguidas en tres grandes capítulos: conductas verbales, como insinuaciones, proposiciones y flirteos ofensivos; comportamientos físicos, como “roces” no consentidos; y conductas ofensivas no verbales, en donde sitúan las “miradas impúdicas”.
El objetivo es noble. Todo acoso, abuso, agresión o cualquier forma de discriminación y violencia contra las mujeres es repugnante, debe ser erradicado también si se producen en el ámbito laboral y sobre los actores ha de recaer el castigo que corresponda.
Pero tamaña casuística parece diseñada pensando en un ambiente laboral espantoso. En el modelo de trabajo presencial de toda la vida existe un haz de relaciones con interacción directa entre los empleados -hombres y mujeres- que a lo largo de la jornada laboral trabajan duramente compartiendo los objetivos empresariales. En los momentos de asueto, a la hora del café o del bocadillo, también comparten bromas y complicidades, se ríen de las ocurrencias de unos, de las chorradas de otros, opinan, discuten, discrepan…
¿Dónde está el acoso sexual y las miradas impúdicas? ¿En los comentarios jocosos, en los chascarrillos, en los requiebros cruzados y “miradas cómplices” de un empleado a una empleada y viceversa? ¿Es ahí donde el Ministerio de Igualdad cree que está el “mal de ojo” sexual?.
Este Protocolo fue hecho por obsesos sexuales o por quienes nunca trabajaron en una empresa y no saben que en la inmensa mayoría reina un ambiente de trabajo sano, respetuoso y cordial. Confunden acoso sexual con la mirada de un hombre deslumbrado por la belleza de una mujer o la mirada de una mujer que admira un cuerpo masculino esbelto. Se les puede aplicar el viejo dicho “piensa el ladrón que todos son de su condición”.
No está lejos el día en que este “feminismo de despacho” imite a los talibanes creando el “Ministerio para combatir las miradas impúdicas” con vigilantes recorriendo las empresas para medir la lascivia. Con ellos llegará el “burka virtual” y los contactos interpersonales serán sustituidos por relaciones distantes y miradas torvas.
Estamos llegando a unos niveles de imbecilidad preocupantes. Descartes acuñó la famosa frase “Pienso, luego existo” como primer principio del conocimiento y, recordando su sentencia, un internauta escribió: “verás la que se lía como Descartes resucite y se percate de que hay gente que no piensa, pero existe”. Pues eso.