En esta España de locos en la que vivimos, uno no puede dejar de sorprenderse cada día. Mi perplejidad de hoy se la debo a esa corriente de opinión que, a la sombra de la sentencia del Constitucional que anula las plusvalías municipales, se ha instalado entre la clase política española que se presenta afligida por esta decisión del alto tribunal. No faltan voces, más bien sobran, lamentando que los ayuntamientos dejarán de ingresar unos 2.500 millones de euros cada año que se venían recaudando, ilegalmente, desde hace muchos años.
Curiosamente no he escuchado ni un solo lamento por el saqueo que los ciudadanos hemos sufrido por cobrarnos indebidamente ese castigo fiscal a las transacciones de bienes urbanos o a las herencias y donaciones que hayamos realizado. Una carga injusta por su propia naturaleza y agravada por el sistema de cálculo que te atribuye ganancias si o si, aunque hayas perdido en la venta.
En estos tiempos en los que todo ha perdido valor y las cosas se venden como se puede y por lo que te paguen por ellas, viene el ayuntamiento y te mete un latigazo en base a un cálculo virtual que ellos hacen y que te obliga, bajo pena de embargo, a pagar lo que te dicen sin discusión alguna.
Y, aún con la sentencia caliente, el gobierno se apresura a anunciar medidas para darle la vuelta a la sentencia y seguir cobrándonos como si el Constitucional no hubiera dicho nada. No hay impuestos más injustos que estas plusvalías y los que se refieren al patrimonio, que te obliga a pagar por lo ya pagado, con la total indolencia de la administración. Salvo excepciones como Madrid o Andalucía donde este impuesto injusto está bonificado al 99%.
Así, si te mueres en Madrid no pagas nada por heredar, pero si se te ocurre fallecer en otras comunidades, despluman a tus hijos tanto que, como viene ocurriendo, cada año miles de personas se ven obligadas a renunciar a su herencia por los costes fiscales que conlleva.
En este caso el mensaje es tan claro como tóxico: si ganas dinero gástalo y dejarás de pagar impuestos, sin embargo, si lo ahorras o lo inviertes, zurriagazo al canto. Pues quiero reivindicar hoy a las auténticas víctimas de estos impuestos injustos, los ciudadanos. Porque son ellos y no lo ayuntamientos, los verdaderamente esquilmados y sin piedad ni compasión. Da la impresión de que los gobernantes viven otra realidad, que toman medidas como si a ellos no les afectaran, como si pertenecieran a una clase superior que estudia cada día como sacarnos las monedas de los bolsillos en nombre del bien común. Si ustedes se fijan en el correo que reciben, un altísimo porcentaje de ellos son cartas de cobro de las distintas administraciones, cada semana, cada mes, recibes avisos varios de pagos a los que estás obligado y convives entre estos avisos y las noticias de dilapidación de dineros públicos que, rara vez, tienen consecuencias más allá de la pena de telediario.
Tú pagas o asume las consecuencias, otros entierran miles de millones en Eres irregulares o en acciones para romper el estado y no pasa nada ni, por supuesto, devuelven ni un euro, pero, eso sí, sus alegrías se pagan con tus impuestos, los justos y los injustos. La empatía de los que nos esquilman y los esquilmados es nula. ¿Pobre ayuntamientos? ¡No!, pobres ciudadanos.