Pese a que el Ejecutivo va sorteando dificultades no cabe decir que viva su momento más dulce, todo lo contrario, pero hete aquí que se ha encontrado con un regalo que no esperaba: el patético espectáculo que el Partido Popular le está ofreciendo en bandeja. Comen palomitas a la espera de que los populares de Madrid ahonden en una crisis inexplicable tanto por el momento como por las formas.
Cuando un partido se encuentra en un momento de discrepancias internas hay que tener mucho cuidado con lo que unos y otros cuentan, normalmente de manera anónima y, desde luego, interesada y que no hace más que contribuir a la confusión de los ciudadanos y sobre todo, de los votantes. Lo cierto, en cualquier caso, es que ni el peor adversario hubiera aconsejado abrir una batalla como la que se está viviendo en Madrid.
Si es cierto que el éxito de Diaz Ayuso el pasado 4 de mayo no es extrapolable al resto de España, una crisis como la actual sí que tiene una onda expansiva cuyos efectos casi nunca son positivos para el propio partido en el conjunto de España, porque afecta directamente al liderazgo y autoridad de la cara visible del PP que no es otra que la de Pablo Casado, candidato a la Presidencia del Gobierno. Diputados, senadores y barones no ocultan su pesadumbre ante unas circunstancias que los ajenos al meollo de la crisis no podían ni siquiera imaginar.
¿A quién beneficia esta absurda bronca?. A nadie. Ni a Ayuso ni a Casado y mucho menos a Almeida que , de manera sorprendente, ha pasado de ser “el alcalde de España” a una mezcla rara entre portavoz, alcalde y pieza insólita en una bronca que tiene desconcertados a los españoles y a la propia militancia, que no entiende cómo un éxito objetivo como el de Madrid se ha convertido en la madre de todas las batallas.
En el fondo, lo que subyace es el control del PP, creyendo que Ayuso es Esperanza Aguirre y no, no lo es, por mucho que Aguirre se apunte a todos los bombardeos. Casado se equivoca si cree que Ayuso le quiere quitar el puesto, pero alguien le ha debido convencer de que o se controla el partido a través de gestoras a la medida de Génova o se puede encontrar con un susto. Habría que poner nombres porque hablar de Génova, así, sin más, es pura entelequia. Y hoy por hoy, Génova se identifica con Teodoro García Egea, secretario general con un poder que nunca tuvieron sus antecesores. Lo saben mejor que nadie todos aquellos que desde sus despachos guardan un silencio atronador.
El mero paso del tiempo no arregla los problemas. Cuándo estos surgen nada mejor que afrontarlos de cara, poner orden, equilibrio entre las diferentes posturas y en lugar de abrir melones fuera de tiempo, abrazarse con inteligencia al resultado de unas elecciones como las de Madrid que ha sacado al PP del hoyo en el que quedó sumergido tras las elecciones catalanas.Nunca jamás el PSOE habría cometido el error de bulto que está cometiendo el PP. ¡Que más hubieran querido los socialistas que Gabilondo hubiera obtenido los resultados de Ayuso!
Ni Adriana Lastra ni Santos Cerdán habrían rechistado, con independencia del juicio que les mereciera el ganador. Pues no: el PP dando la nota y cuando en política las cosas no se entienden a la primera es que algo importante falla.
Pablo Casado quiere mantenerse al margen pero en algún momento, y mejor más pronto que tarde debe hacerse visible en esta crisis que lejos de lo que algunos tratan de vender no es una guerra Ayuso- Casado. Es otra cosa que el presidente del PP debe zanjar de manera drástica.