Aunque el jueves finalizó el conflicto laboral de la recogida de basura y de limpieza viaria, la ciudad todavía se ha visto libre de desperdicios. La propia alcaldesa, Inés Rey, reconoció ayer que “todavía quedan puntos da cidade onde non se recolleu o cartón, o lixo, e ainda hai acumulación en sitios puntuais”. Es por eso que no se levantará el estado de emergencia sanitaria que ella misma decretó el uno de marzo. “Cando se normalice o 100% se levantará o decreto”, prometió. Eso podría ocurrir el miércoles, en su opinión.
Según ella, todo marcha según lo previsto, aunque el viernes se había dado un plazo de 72 horas para recuperar esa ansiada normalidad. “Coido que as empresas están xa nesa normalización, xa chegaron os camións e están traballando en quendas habituais e facendo un esforzo para regularizar esa situación”, declaró. Los camiones son los vehículos nuevos que los trabajadores, a través del sindicato mayoritario STL, venían demandando. Estos aseguraban que lo sproblemas en la recogida de basuras se debían sobre todo a las averías de los camiones, algunos de más de veinte años de antigüedad. Por su paret, al empresa se negaba a utilizarlos por miedo a los sabotajes (ardieron dos a finales de febrero, en circunstancias poco claras).
El caso es que tanta basura acumulada en las calles es un problema, y no solo sanitario: los desperdicios se convierten en combustible para culaquier incendio casual, y los bomberos han tenido que acudir en más de una ocasión a apagar esos fuegos. Algunos se relacionan con la protesta laboral, pero no todos: sin ir más lejos, ayer se declararon tres incendios en otras tantas papeleras en distintos puntos.
El primer caso se produjo en la calle Atocha Baja, en Monte Alto. a la la una de la tarde. El segundo, quince minutos después, en la calle de Eduardo Dato, cerca del estado de Riazor. A las 15.33 horas, se produjo otro en la calle Primavera, cerca de la plaza de Cuatro Caminos. El hecho de que estos incidentes se produjeran a la luz del día, y en sitios tan alejados entre sí, invita a pensar que no se trata de un acto de vandalismo, sino más bien de incidentes aislados que responden a una única razón: que las papeleras abarrotadas se convierten en yesca dispuesta a arder en cuanto alguien arroja de forma descuidada un cigarrillo, por ejemplo. l