Amalia, estupenda a sus 101 en A Coruña: “Yo era la reina de los mares”

Fundadora del colegio de Eirís, cada día desayuna en la misma cafetería de San Agustín, el lugar del que tiene el primer recuerdo de su infancia
Amalia, estupenda a sus 101 en A Coruña: “Yo era la reina de los mares”
Amalia, en el miismo local donde desayuna puntualmente cada día | Quintana

Existe una manera coruñesa de envejecer que quienes alcanzan el estatus de ciudadano famoso o ilustre entienden a la perfección. Tiene que ver con desprender cierto carisma desde el discurso a la percha, pero también porque buena parte del discurso y la retahíla de anécdotas tienen a la ciudad como leitmotiv. Y en ese lenguaje cinematográfico encaja a la perfección Amalia Herrera Martínez. Nacida en 1923, el 8 de mayo del pasado año celebró su centenario, aunque eso de celebrar es relativo, porque lo encuadró dentro del calendario de la inalterable rutina de su día a día.


No perdona Amalia uno de esos pequeños placeres que le gusta extender durante horas: el café con leche en el bar San Agustín, situado en el número 7 de la calle Pío XII. Quizás esa querencia por la pequeña esquina de la plaza del Humor tenga algo que ver como el ciclo de la vida. “El primer recuerdo que tengo es bajar esas mismas escaleras de la mano de mi madre, cuando ella venía de comprar las verduras”, dice. “No diría que este es mi momento preferido, pero sí uno habitual que forma parte de mi vida. Siempre he desayunado fuera y es una de esas pequeñas rutinas que he tenido toda mi vida”, añade la centenaria, que después acostumbra a ir a La Marina “a tomar el sol”. 


Pocos coruñeses pueden presumir de haber visto la ciudad bajo patrones urbanísticos tan distintos, y de hecho aún se refiere a La Marina con el nombre popular de comienzos del siglo XX. “Yo ya iba cuando se llamaba El Relleno, porque realmente venían las grúas con todo el material para rellenar la carretera”, advierte.


Educación 

Son muchos los aspectos de la biografía de Amalia Herrera que la sitúan como una adelantada a su tiempo a lo largo de los años, incluso aquellos en los que ella no tuvo que ver directamente: su padre se casó dos veces y es la segunda del segundo matrimonio. Ella nunca se ha casado ni ha tenido hijos. Y sobre los hombres zanja el asunto con un muy gallego “déjalos estar”. 


El hecho de no tener hijos, no obstante, no implica que no haya sido una mujer determinante en la formación de muchos coruñeses. Cuando se le pregunta, Amalia se define como “la fundadora del colegio de Eirís”. Y la fecha la tiene muy clara. “No me haga hacer ejercicios de memoria, que tengo mi mundo parado, pero fue en 1977”, advierte. 


La persona que le acompaña en el día a día añade al discurso de Amalia: “Todavía son muchos los alumnos que la paran por la calle para darle las gracias, le dicen: ‘Amalita, ¿qué haces por aquí?”. Esa misma educación que transmitió en el colegio internacional, donde durante once años impartió clases de alemán, la incluye Amalia en su fórmula de la eterna juventud. “Me he dedicado siempre a lo mismo: no anduve de zascandil de un lado para otro y abogué por una enseñanza seria, para gente muy elegida y que sabían lo que querían. Tuve un colegio serio, formal, atractivo y de gente muy preparada”.


Además de la Amalia profesional muchos se acercan a recordar en su esquina privilegiada a la Amalia más presumida, de la que todavía se intuye en su impoluta vestimenta, su cardado perfecto y los complementos a juego. “Yo era la reina de los mares”, bromea. “Me gusta que todavía la gente me diga qué bien vestía, porque me dicen que hasta cuando entraba en un acto o en una iglesia todos querían ver lo que llevaba puesto. Tenía la mejor modista de la ciudad, que vivía en el Cine Goya, allí tenía su estudio. Es la primera vez que se me olvida su nombre”, prosigue, en el único lapsus en más de media hora de conversación.

 

 Para contar su experiencia en el último San Juan pide el segundo café con leche. Mientras se lo preparan confiesa que no distó mucho de los que recordaba de niña. Esta vez lo pasó de forma privada con la persona encargada de prepararle el desayuno todos los días. "Espero que me encuentren aquí para largo", se despide rumbo a La Marina. 

Amalia, estupenda a sus 101 en A Coruña: “Yo era la reina de los mares”

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