Esta semana vio el final de las viviendas de San José, en límite con Meicende, uno de los últimos puntos de venta de drogas situado en la periferia de la ciudad. La Policía Local desalojó la ruinosa vivienda que una familia había ocupado durante una década. En los últimos años, y desde la desaparición de Penamoa, el tráfico de drogas ha ido desplazándose al centro de la ciudad de tal manera que, con la desaparición de las viviendas de San José, solo queda As Rañas, un poblado entre O Birloque y Pocomaco, como punto importante de venta de drogas en la periferia.
Este pequeño núcleo chabolista había permanecido libre de tráfico de drogas hasta mediados de la anterior década, cuando se comenzó a detectar el trasiego de individuos sospechosos entrando y saliendo del núcleo y se acabó descubrieron que se traficaba sobre todo con heroína, en dos infraviviendas. Esto trajo asociados algunos problemas, como una ola de robos en coches en A Grela.
Sin embargo, las autoridades no hicieron nada al respecto. No fue hasta mayo, cuando la Policía Nacional realizó la operación “Velutina”, que se detuvo a un sospechoso de narcotráfico en As Rañas como parte de una red de heroína y cocaína centrada en Ferrol y Narón. Este sujeto, que se encargaba de coordinar el transporte y tenía lazos familiares con el líder de la banda, se dedicaba a aumentar la clientela por otras localidades limítrofes. “Es uno de los puntos a los que se procedía a distribuir esta sustancia”, señalaron entonces desde la Policía Nacional.
Ahora la droga está dispersa por toda la ciudad. Probablemente, uno de los barrios con más puntos de venta sea Monte Alto, donde en 2018 la Policía Nacional desarticuló con una espectacular redada una banda centrada en las viviendas sociales de Orillamar, pero que tenía pisos en varios puntos del barrio. El clan de etnia gitana había convertido el barrio, en palabras de la Jefatura Superior, “en su coto particular”.
Últimamente, en Os Mallos y la Sagrada Familia denuncian también puntos de venta de drogas, pero el trapicheo viene de antiguo, y pocos barrios se libran. En 2020, el colectivo Moucho, que ayuda toxicómanos, estimaba en no menos de veinte los puntos de venta de estupefacientes. El trasiego de toxicómanos y las peleas entre narcotraficantes a veces provoca problemas de convivencia que no se habrían dado en zonas periféricas, mas aisladas.
Los vecinos, piden más presencia policial, pero los sindicatos como Jupol o su rama de la Guardia Civil, Jucil, advierten de que la plantilla no ha dejado de reducirse en los últimos años.