Después de unos días más bien frescos para el mes de agosto, el sábado parecía hecho para la playa, con cielos despejados y una temperatura agradable. Sin embargo, en esta ocasión, no era el cielo el que no estaba de humor, sino el océano, marcado por unas mareas vivas que obligaron a prohibir el baño. 

La bandera roja no solo afectó a las playas de Riazor, Orzán y Matadero, las más expuestas, sino también a San Amaro. Es la primera vez en lo que va de verano que se tienen que cerrar todos estos arenales al baño a la vez. 

Solo se libró la playa de Oza que, por si situación, en la boca de la ría, se encuentra muy protegida del oleaje. En unas ocasiones esto juega en su contra, como cuando se tuvo que desaconsejar el baño por culpa de la aparición de una bacteria ecoli pero otras veces, como es esta, juega a su favor. En efecto, hasta Oza no llegaron las olas de más de tres metros de altura que, según los servicios de vigilancia, golpeaban una y otra vez las demás playas. “Es muy bonito de ver, pero no está para bañarse”, explicaron. Ni siquiera estaba permitido a los surfistas introducirse en el mar. 

Con niebla 
 

No es la primera vez que se tienen que cerrar todas las playas al baño desde que comenzó la temporada (a mediados del mes de junio). Tuvo que adoptarse esta medida el viernes 12, cuando un gran banco de niebla cubrió la ciudad durante varias horas, impidiendo la visibilidad y, por tanto, que los socorristas pudieran distinguir cualquier posible emergencia. Como la niebla persistió hasta bien entrada la noche, aquello arruinó las posibilidades de bañarse a los veraneantes igual que hoy las fuertes mareas han hecho lo mismo. A las dos de la tarde, la línea del agua había retrocedido, pero aun así, no se permitió el baño.

Se espera que, por lo menos, durante las primeras horas de este domingo se mantengan las mareas vivas y, por lo tanto, la prohibición del baño, aunque el mar se calmará a medida que pasen las horas. En el lado negativo, también se espera que el mal tiempo regrese, con nubes que harán la jornada menos apropiada para el disfrute de una agosto que se acaba.