Desde las más altas cotas de ambición de O Ventorrillo al fuego masivamente infantil de Novo Mesoiro. Decía Héctor Cañete, presidente de los hosteleros, que lo bueno de San Juan es que llega a cada esquina. Y así fue.
Juan Flórez tuvo en la plaza de Vigo y la calle Emilia Pardo Bazán su aquelarre hostelero y espacio también para el conjuro de la queimada antes del anochecer. Por su parte, el Chaflán, quizás el sitio en el que la ecuación entre espacio y fieles desafía más a la lógica, pudieron distinguirse rostros reconocibles del día a día y el fin de semana a fin de semana. Os Mallos, además, tuvo varios focos más.
En Novo Mesoiro muchos de los asistentes fueron de la mano de sus padres y, por cuestiones biológicas, saltar la hoguera desafiaba las leyes de Newton y la física.