El sábado pasado se celebró el último bautizo en la iglesia de los Capuchinos, el de una niña llamada Soledad, lo que resulta un nombre de lo más apropiado para la ocasión. Todos los feligreses que acudían a este templo se sienten un poco más solos al saber que ya no será parroquia nunca más. Es el final de una etapa que ha durado casi 50 años.
La iglesia fue inicialmente de los Capuchinos, pero se convirtió en una parroquia en 1977. Es uno de los últimos templos grandes que se construyó en la ciudad, en los años 50, cuando todavía los fieles abarrotaban los bancos, y cumplió las funciones de parroquia hasta ayer, cuando el padre Carlos Coca acudió allí para leer el decreto de supresión de la parroquia. Insistió en que se abre una nueva etapa en la que la Iglesia avanza en su culto.
En resumidas cuentas, de lo que se trata es que cada vez hay menos vocaciones y no hay suficientes sacerdotes como para mantener todas las parroquias. Pero como señaló Alfonso Casais, diácono de la orden de los Franciscanos Capuchinos, se sigue el calendario. Ayer se celebraba el homenaje al padre Pío, un capuchino italiano estigmatizado que murió en 1968. “Todo un fenómeno religioso. Tenemos aquí un grupo de oración del Padre Pío que se reúne cada mes”, comenta Alfonso Casais, diácono de la diócesis. El templo queda a cargo de la fraternidad franciscana seglar, de la que él es ministro.
Los capuchinos llevaban en A Coruña desde 1918, un momento crucial, cuando la epidemia de gripe asolaba la ciudad, e impresionaron por su solidaridad. Por ejemplo, con la presencia del padre Villa en O Portiño, mejorando unas condiciones que entonces eran mucho peores que las actuales. “Tuvo muchos años de apostolado, de compromiso que continúan allí los Terciaros Capuchinos” apunta.
Pero ya en los últimos años, el cierre parecía inminente, y en 2021 se llegaron a celebrar concentraciones y una recogida de firmas para impedir la marcha de los últimos capuchinos de la ciudad. Lo que más les preocupaba a los fieles que se pudiera cerrar la iglesia, pero no será así: la iglesia estará abierta por la mañana y por la tarde, participando en los domingos y su característica liturgia franciscana.
No será lo mismo, pero casi. “No quedaba otra que la supresión de la parroquia. Tanto a nivel de clero diocesano como de capuchinos, la situación de falta de vocaciones es grande y había que reconducir las cosas. A esta parroquia le tocó por decisión de los Capuchinos y fue entendido por Santiago”, explica Casais.
No solo no habrá más bautismos, sino que tampoco catequesis, bajo el nombre de Divina Pastora, que era el nombre de la parroquia. El nombre oficial de la iglesia conventual no este ni Capuchinos, sino San José de la Montaña, pero pocos coruñeses lo conocerán por este nombre. “Ahora ‘Divina Pastora’ no se debe utilizar, debe emplearse San José de la Montaña o Capuchinos, que es el más conocido”.
Así que todo continúa, aunque nunca será lo mismo. Los que los conocieron guardan un especial afecto por los padres capuchinos “frailes sencillos, cercanos, que atrajeron a la gente. Siempre se han sentido bien acogidos aquí”. Ahora que ya no están, el templo se ha convertido en un monumento a su recuerdo.