En el cartel de Mostrart no podía faltar Carla Alfaia. La orfebre coruñesa, especializada en filigrana tradicional gallega y reconocida por la Diputación de A Coruña con el Premio de Artesanía Antonio Fraguas en 2018, decidió un día dejar atrás su titulación en Educación Infantil para perseguir la inquietud de “aquella niña que prefería las herramientas de su abuelo y su padre para crear cosas a los juguetes convencionales”.

¿Cómo fue su giro al mundo de la joyería?

Llevo haciendo manualidades y artesanía desde que tengo memoria. Es algo que siempre me ha proporcionada calma. Sin embargo, al mundo de la orfebrería llegué por casualidad. 

Cerca ya de los 30 hice un pequeño curso de joyería, me enamoré del poder del fuego sobre el metal y empecé a informarme sobre técnicas de joyería, a formar mi pequeño taller, a jugar con el metal y a aprender cada día.

¿Por qué decidió centrarse en algo tan específico cómo la joyería tradicional gallega? 

¡Auné pasiones! Somos quienes somos hoy gracias a las matriarcas que nos precedieron. Conocer sus costumbres, sus vestimentas, sus tradiciones, sus aderezos, sus cántigas y sus creencias nos acerca a nuestras raíces. 

A través de reinventar la joyería tradicional, tratando de darle el valor que se merece, diseño una colección de joyas basada en la figura del sapo cuyo objetivo es empoderar a la mujer. Joyas que recuerdan a nuestras abuelas pero brillan con tu propia luz.

¿Cómo es la recepción de su trabajo en general y en A Coruña donde es menos habitual verlo? 

Soy una persona muy transparente y a través de mis redes sociales trato de explicar en lo que consiste mi trabajo, como lo hago, su significado, toda esta labor de comunicación, junto con el diseño y exclusividad de mis joyas hace que las personas valoren y apuesten por mi trabajo. 

Es cierto que muchas personas dan por sentado que mi taller está en Compostela y se sorprenden por ser de la ciudad de A Coruña pero aquí también tiene muy buena acogida.

¿Qué supone para usted la oportunidad de la Feria Mostrart?

Mostrart me ayuda a estar en contacto con personas que aprecian el trabajo hecho a mano y me brinda la gran oportunidad de montar un escaparate y acercarme a mi comunidad en un espacio relajado y con tiempo dedicado únicamente a mi público.

¿Cómo valora los talleres que hace? ¿Por qué decidió llevarlos a cabo? Y ¿Cómo los reciben sus ‘sapiñas’? 

Para mi los talleres son una dosis de energía, cada alumna trae aire fresco al taller y diferentes puntos de vista.

 Además me enfrentan a retos nuevos a través de sus propios diseños. Decidí llevarlos a cabo porque creo que es la mejor forma de poner en valor la artesanía, si no sabes cómo se hace es difícil comprender el valor de algo. 

Sí, he creado comunidad, son ya tres años impartiendo cursos de forma recurrente; y dos añitos ya de sapiñas, un grupo de mujeres que somos apoyo, somos vida, juntas encontramos el norte.

¿Cómo definiría la artesanía? ¿Merece la pena apostar por ella? ¿La valora la gente o solo se fijan en el precio? 

Para mí la artesanía es todo objeto diseñado con el corazón y creado con las manos. Cuando apuestas por la artesanía no solo estás invirtiendo en un objeto, estas apostando por una producción sostenible, respetuosa. Por una forma de vida, ayudas a conservar oficios tradicionales y le otorgas riqueza a tu tierra.

La competencia que tenemos ahora mismo en cuanto a industria es muy grande. Tenemos lo que creemos necesitar en un tiempo muy corto y un precio muy bajo en la puerta de nuestras casas.

 Luchar contra este titán es agotador pero ¿prefieres tener un montón de joyas iguales a las de las demás o una sola que sólo te represente a ti? 

A pesar de esta cruda realidad creo que la artesanía se está valorando cada vez más. Ferias como Mostrart ofrecen la oportunidad de conocer diferentes oficios en un ambiente agradable y que los artesanos nos animemos a abrir las puertas de nuestros talleres e impartamos clases ayuda a que las personas conozcan el trabajo que hay detrás de cada pieza.

¿Qué siente cuando ve su arte lucido por otras personas?

¡Es una sensación increíble! Recuerdo perfectamente la primera pieza que vi. Fue un anillo de filigrana con azabache, una chica en un bus urbano. Llevaba poquito tiempo y fue un ¡vas por el buen camino! ¡Siempre es un chute de energía maravilloso!