Aunque parezca extraño, el sistema penitenciario es uno de los últimos refugios del correo analógico en un mundo digital. Cada mes, en Teixeiro, se reciben y se envían en torno a 4.000 cartas, lo que lo convierte en un caso único en la provincia. Como explican fuentes penitenciarias, el motivo es que los presos tienen restringida la comunicación por otros medios. Para empezar, no tienen permitido usar las redes sociales ni el correo electrónico. Por supuesto, pueden telefonear, pero tienen limitadas las llamadas a quince por semana, aunque hay que señalar que hace poco se instalaron “videoquioscos” que permiten una comunicación visual.
Como las telecomunicaciones están restringidas, los reclusos solo utilizan este método para hablar con sus familiares o personas más cercanas. Para el resto, emplean la correspondencia, sobre todo cuando se trata de comunicarse de prisión a prisión, que es muy abundante. El motivo es que hay familias enteras encarceladas, sobre todo los clanes gitanos, así como presos que hacen amistad al conocerse en la cárcel, y solo se permiten las llamadas de prisión a prisión en el caso de familiares de primer grado. Por todos estos motivos, los reclusos se han convertido en los últimos que siguen encerrando sus palabras en papel para que puedan moverse libremente.
La carta de Reverte
Una de estas cartas provocó ayer una anécdota. El académico de la lengua Arturo Pérez-Reverte denostó en las redes sociales el comportamiento de los funcionarios de la prisión provincial de Teixeiro que le devolvieron una carta que había dirigido a un preso en respuesta a una misiva anterior. El problema estribaba en que no figuraba el remitente, como exigen las reglas pero el autor de “Alatriste” y antiguo corresponsal de guerra, fue tan rotundo en esta ocasión como es habitual en él: “Me gustaría conocer el nombre del incompetente (o malintencionado) funcionario de la cárcel de Teixeiro que no entregó esta carta mía a un recluso por ir ‘sin remitente’. Lo que más me irrita es que, por culpa de ese imbécil, el destinatario creerá que no respondí a la suya”.
En la imagen que adjunta se distingue, en efecto, un matasellos con su nombre y la frase “Real Academia Española”, pero no una dirección en sí. Desde la dirección del centro penitenciario señalaron que se limitaron a seguir el protocolo, que exige que la correspondencia esté debidamente identificada y consideran lo sucedido una simple anécdota, aunque critican el tono del escritor.