Esperar la llegada de Papá Noel y poner rumbo al bar o al pub era hasta hace no mucho un ejercicio incluso de atrevimiento, un motivo de discusión y de desaprobación por la parte más tradicional de la familia. De alguna manera, los ‘profesionales’ de la noche y los menos aficionados a la misma convivían entre restos de langostinos y centollos en una especie de tregua. Sin embargo, desde hace unos años la Nochebuena ha pasado a ser una víspera de festivo más, una jornada en la que salir con los familiares con los que no se puede compartir el resto del año. El lleno está garantizado para los que abren, pero es ahí donde radica buena parte del problema: el mero hecho de abrir puede convertirse en un foco de conflicto, ya que los trabajadores también solicitan un tiempo de tregua. La oferta es amplia, pero no a pleno rendimiento.
Ambas posturas dividirán las dos principales discotecas de la ciudad en la actualidad: mientras el grupo Pelícano pondrá a disposición de los coruñeses buena parte de su abanico en la zona del puerto (Pelícano, Brit, Amura e Inn), The Clab ha decidido mantenerse fiel a la tradición de Chaston y permanecer cerrado. Según Emilio Ron, vinculado desde hace décadas al ocio nocturno, el crecimiento de la Nochebuena es exponencial, pero también los equilibrios que ésta implica a la hora de tratar con el staff. “Por una parte, tenemos un público tradicional, en muchos casos de más de 40 años, que puede decirse que es más familiar”, explica. “Ha cambiado todo mucho y la gente cada vez sale más, está claro, pero somos 23 personas en la empresa y la mayoría son gente con compromisos”, añade. Para Ron, la situación tiene mucho que ver con la pérdida de tabúes en Semana Santa, a comienzo de los 90. “Tengo un recuerdo personal con mi abuela, cuando Pirámide fue la primera discoteca en abrir Jueves y Viernes Santo. Fue una hecatombe y terriblemente lesivo para todos: había una norma no escrita y estaba muy penalizado”, confiesa.
La discoteca más grande Galicia, Pelícano, tendrá una oferta doble: el Especial Nochebuena de la planta principal (12 euros con dos copas si se entra antes de las 02.30 horas), así como la sesión de Grobas en Sky Room. Amura, Brit y la sala Inn mantendrán su oferta habitual y, si siguen la tendencia de otros años, serán el principal ‘refugio’ de los que apuesten por salir.
Un establecimiento de la zona de Juan Flórez, con casi cuatro décadas de trayectoria, siempre resultó un lugar al que ir cuando nadie más ofrecía dónde tomar una copa. Su responsable, que se mantiene en el candelero desde aquella tan diferente década de los 80, se ha visto en una curiosa situación: ni los camareros ni los porteros tienen familia en la ciudad, por lo que él mismo será quien ofrezca un asiento en la mesa de Nochebuena a alguno de ellos. “Cada vez hay más gente que vive sola o está sin familia”, reconoce uno de los pioneros de la víspera de Navidad al calor del amor en un bar. “Toda la vida hemos estado abiertos la noche del 24 y al principio éramos solo unos pocos, pero ahora sale mucha gente. El tema es que cada vez está más repartida porque tienen más sitios donde ir. Te encuentras de todo: gente mayor y joven a partes iguales”, añade.
Cerca, otro clásico que siempre ha defendido la Nochebuena como una época de compartir en la calle, el Penique también seguirá alzándose como estandarte de los más habituales. Charly Estévez, su dueño, cree que, aunque estaba mal visto, los fieles lo eran mucho más hace años. “Estaba mal visto salir, fatal, pero en los últimos años se ha notado un pequeño bajón. Cuando te miraban mal había más gente”, apunta en referencia a aquellos ‘valientes’. Hoy, dice, muchos de ellos se quedan en el brindis previo.
Por otra parte, en la zona del Orzán uno de los locales decanos, Studio 54, organiza una gran fiesta para el público argentino y uruguayo (aunque todo el mundo está invitado).
Dos de los grupos más emergentes y con más tirón también han decidido tomarse la noche de descanso o para disfrutar ellos lejos del lugar de trabajo. Es el caso de los responsables de Amoa y Brétema, quienes sí saldrán por su cuenta. Por su parte, Antonio Ruiz, propietario de La Calle, Piccadilly y Quai, tampoco se sumará a la oferta.
Se trata de una decisión meditada durante tiempo y, desde la gerencia, se cita a los clientes de cada semana para volver a la rutina habitual el jueves 26, de nuevo con las cenas de empresa y amigos a pleno rendimiento y con horario ampliado.