Un lustro después de que dejásemos de abrazarnos durante unos meses, muchos se han replanteado la forma en la que dirigirse, abrirse o enseñarse a los demás. Realmente no se trata de una decisión en sí, sino la consecuencia directa de la experiencia más determinada en la vida de muchos. Que la pandemia ha moldeado nuestra personalidad pone de acuerdo a casi todos los profesionales en el estudio del comportamiento humano. Lo ha hecho de manera silenciosa y, en cierto modo, poniendo en valor todo aquello que echamos de menos y que no sabíamos que lo echábamos. Pero, aunque muchos no se atrevan a decirlo o reconocerlo, también tuvo consecuencias positivas a terceros. Y si no, que se lo pregunten a los hosteleros o los empresarios de la noche, que han visto cómo espontáneamente nos hemos ido volviendo más europeos en lo que a los horarios se refiere. Eso sí, lo hacemos todo con más ansiedad que nunca.
Que salimos victoriosos del desafío lo ejemplifican con una estampa casi de película Juanjo, Reyes y María, padre, madre e hija, que pasean abrazados y de la mano junto a su perra Lupita, la última en unirse a la familia. Nunca han sido demasiado de abrazos, pero por lo que sea, reconocen, van enganchados por la calle Orzán con una sonrisa de oreja a oreja. Impensable hace no demasiado, y hasta complicado de ver en cualquier rincón de la ciudad antes de 2020. “Nunca me ha gustado demasiado el contacto”, dice Reyes. Sin embargo, en cierta manera, que Lupita se haya convertido en el cuarto miembro también tiene que ver con la nueva realidad, como conocimos en su día la vuelta a la normalidad.
Si hay una generación para entender el mundo con una perspectiva especial es la que ahora roza la mediana edad, que estudió en diversos planes, que disfrutó y se relacionó antes y después de internet y a la que ahora dedican tardeos los del ocio nocturno. Jaime, Blanca, Carlos y Adrián oscilan entre los 35 y los 43. Y reconocen que se echaron tanto de menos que ahora se quieren más que nunca. “Lo pasamos tan mal que ahora nos besamos y nos damos cariño por todo”, explica ella.
El resto de miembros de su pandilla no han superado el rol del ‘macho alfa’ al que le cuesta abrirse, aunque Carlos insinúa que en cierto modo sí son una versión nueva de sí mismos. “Quizás es que aprendimos a valorar la vida y a los amigos, porque era el mundo sin ellos lo que nos dio ansiedad”, apunta poniéndose serio.
Tardeos, abrazos y ansiedades aparte, el reciente cierre del primer local de hostelería abierto en la pandemia, A de Maruja, parece cerrar un ciclo que cada vez suena más como un horrible recuerdo que no marcó.
Si hubo un sector al que la pandemia le cambió la vida ese fue la hostelería, que tuvo que permanecer cerrada y fue el primer punto hacia el que miraron los expertos a la hora de aplicar las restricciones. Si bien se llevó muchos negocios por delante, hoy en día puede decirse que ha recuperado su papel como motor de la ciudad y vive un momento dulce. También se ha adaptado al nuevo coruñés surgido tras la pandemia. “En hostelería nos han cambiado muchas cosas. El tardeo ha venido para quedarse y nos recogemos mucho antes”, afirma Héctor Cañete, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería. “Se hicieron muchas cosas que nos hicieron abrir los ojos como en limpieza o en el contacto con las personas. Nuestro principal cambio ha sido el de hábitos y horarios”, añade. Por su parte, Emilio Ron, gerente de un grupo hostelero y durante décadas uno de los rostros visibles del ocio nocturno, afirma: “Hay dos realidades que son obvias. Por un lado, el cambio de hábitos a la hora de pagar, ya que nos hemos habituado a olvidarnos del efectivo y el cambio es radical. Estamos por encima del 80 por ciento en pagos con tarjeta. Además, existe mucha más demanda de protección en las relaciones y el miedo a los contagios”.
Eventos la buena vida se dedica a organizar actividades al aire libre en todo el norte de España y A Coruña es una de las paradas más habituales. Su plato fuerte son las despedidas de solteros, y ahí ha percibido un descenso del ocio, especialmente el de interiores. “La tendencia es a la baja, aunque en A Coruña las actividades más demandadas son las acuáticas, el alquiler de barcos y las cenas, además del Humor Amarillo”, explica uno de los responsables de la empresa. La edad media es entre 20 y 40 años y los integrantes de los grupos van de los 10 a los 20 miembros. “El volumen de las actividades organizadas ha descendido notablemente desde que salimos de la pandemia, aunque no quiere decir que la gente no salga de fiesta igualmente”, añaden desde una de las empresas más exitosas en la búsqueda de actividades grupales a través de la red.