A raíz de un artículo sobre Idoia López Riaño, “esa terrorista atípica”, Clara Usón comenzó a desarrollar lo que acabaría siendo ‘Las fieras’ (Seix Barral), su nueva novela, que refleja aquella España de los 80, la de ETA y los GAL, pero también la de aquellas personas que emigraron al País Vasco, por diferentes motivos, la de la crispación y aquella en la que la mujer era, “en todos los sentidos, una ciudadana de segunda clase”. Ayer viajó hasta A Coruña para presentar su nueva creación en la Fundación Luis Seoane.
La historia de Idoia López, como una pata de la novela, le daba pie a Usón para enlazar “con los estragos del dogma nacionalista extremo que llevo abordando en varias novelas”, lo que denomina “adhesión a una ge, porque el nacionalismo extremo es como una fe religiosa que lleva a quien la practica a que se considere por encima del bien y del mal”.
Usón aborda, desde ambos lados, aquella guerra, la de ETA y los GAL. “A mí no me interesa presentar una historia de buenos y de malos”, asegura la autora. “Cuando decides que el malo no tiene ningún rasgo humano, no digo bueno, humano, y el bueno es totalmente angelical, es muy tranquilizador para el lector, porque se identifica con el bueno y considera que el mal nada tiene que ver con él”, pero para Usón la ficción “debe ir más allá”. “Tiene que inquietarnos, hacernos preguntas, por eso yo muestro a Idoia como una persona llena de contradicciones, con la cual jamás, en ningún momento, justifico lo que hizo, creo que al contrario, cuanto más muestras la humanidad de un personaje, más aberrantes pueden parecer sus actos”, relata la escritora.
De alguna manera, el escribir de determinados aspectos de la época, le sirve para establecer las diferencias con lo que vivimos hoy en día.
Uno de esos aspectos es la polarización y la tensión del país. “Hay una diferencia muy grande, que es la violencia física, la violencia material, los muertos...” señala Usón sobre el “clima de terror” que se instauró y como la acción de los GAL “legitimó a ETA”. “Ahí se estropeó la transición”, asegura.
“Ahora hay una violencia verbal que me asusta”, afirma. “Primero son las palabras y luego las metralletas”, rememora y continúa diciendo que “a algunos políticos les da voto descalificar al contrario con saña, con infundios, exagerando muchísimo, porque, de esa manera, lo único que tiene que hacer es decir ‘o ese monstruo o yo’, no tiene ni que molestarse en ofrecer un programa. Y eso es jugar con fuego, literalmente”. Y rememora episodios como el reciente ataque en Eslovaquia. “Es muy peligrosa la violencia verbal que vivimos ahora, esa polarización, que llega incluso a intentar reavivar a ETA”.
También le sirve la novela para reivindicar el papel de la mujer, en aquel momento considerada “ciudadanas de segunda”. También para abordar clichés, a través de Idoia. “Tenemos asociada a la mujer al cuidado, a dar vida, que quite una nos parece peor, más reprochable que si lo hace un hombre, pero si además es guapa, ya nos indigna”.