Si siguiera vivo, Rudolf Nureyev cumpliría hoy 87 años. El que ha sido considerado como el mejor bailarín del siglo XX falleció prematuramente en París a los 54 años, el 6 de enero de 1993, a causa del sida. Dejaba atrás una carrera espectacular, con numerosas interpretaciones por todo el mundo, en las que sus fans le aplaudían durante varios minutos. Uno de esos escenarios en los que demostró su arte fue, precisamente, A Coruña.
Corría el año 1984 y la actuación del famoso bailarín se incluía como uno de los platos fuertes del programa de fiestas de María Pita. Formaba parte de la primera edición del Festival Internacional de Danza.
Nureyev llegó a A Coruña, procedente del aeropuerto de Santiago, el día antes y participó en la recepción municipal que ofreció a la compañía el alcalde que ejercía entonces, Francisco Vázquez. Durante su intervención, el regidor dio la bienvenida al soviético y a los componentes del Royal Ballet de Wallonie en nombre de toda la ciudad.
Tal y como contaba El Ideal Gallego en sus páginas, durante su alocución, tanto en castellano como en francés, Vázquez agradeció al bailarín la oportunidad que brindaba a todos los coruñeses de gozar del espectáculo de una de las máximas figuras del arte de los últimos años, lo que sin duda constituiría para ellos un recuerdo imborrable. Tanto el artista soviético como la primera bailarina, Menia Martínez, y el coreógrafo, Jorge Lefebre, se llevaron de manos del alcalde una estatuilla con la efigie de sir John Moore, como recuerdo de su paso por la ciudad.
No hay entrevistas que recogieran la impresión que le produjo la ciudad porque no quiso hablar con los periodistas. Gran parte del tiempo antes de la actuación lo dedicó a descansar y al masaje, que recibió antes –y después– de salir a escena. El masajista, que por cierto era coruñés, mereció, al decir de las crónicas de prensa, los elogios del divo de la danza.
Después, Rudolf Nureyev se retiró a descansar al hotel, por lo que, aparte de la comida con la que les agasajó Francisco Vázquez en un restaurante coruñés –dicen que las cigalas y el rape relleno le entusiasmaron–, poco más conoció de la ciudad más allá del lugar en donde bailó y el palacio municipal. Al parecer, las tallas de los sillones del salón de sesiones de María Pita le gustaron tanto que decía que, si pudiera, se llevaría uno para París.
También le interesó bastante Santiago de Compostela, en cuyo aeropuerto aterrizó y, de paso, se detuvo a ver la Catedral, aunque no estaba previsto en su programa inicial.
La actuación tuvo lugar en el Palacio Municipal de los Deportes el 27 de julio de 1984. En el programa se anunciaban cuatro partes: ‘Nisi Dominus’, ‘Apollon Musagete’, ‘Double Croche’ y ‘Le Chant du compagnon errant’, con intervención de Nureyev en la segunda y la última de las piezas musicales.
Los periódicos del momento se centraban en la escasa entrada que logró reunir la estrella en el recinto coruñés. Apenas 2.000 personas disfrutaron del espectáculo, en un recinto que parecía demasiado grande, con las gradas mínimamente ocupadas pero, sin embargo, las sillas a pie de pista vacías, salvo en el primer bloque. Contaba también ‘La Voz de Galicia’ el caché del bailarín: 15.000 dólares.
Las crónicas hablaban de los apenas ocho minutos que estuvo el soviético sobre el escenario, acompañado de una de las mejores bailarinas de los últimos cincuenta años, Sylvie Guillem. Nureyev tenía 46 años y, aunque ya no era el joven que hacía caerse los teatros cuando desertó de la Unión Soviética en Francia, seguía manteniendo buena parte del oficio.
Su primera aparición en el Palacio de los Deportes fue alrededor de las once de la noche, vestido como un campesino, y arrancando una cerrada ovación por parte de los espectadores que le aguardaban ansiosos. Suyo fue también el broche final, que mereció más de siete minutos de aplausos.
El poco público que acudió a verle era muy entregado y disfrutó del espectáculo. Un grupo, unas doscientas personas, incluso esperaron pacientemente a la estrella en la puerta para que les firmara fotografías o, incluso, unas zapatillas de ballet.
Las cartas al director los días posteriores mostraban la adoración que sentían sus fans por él. Rudolf Nureyev moriría en París apenas nueve años después de que A Coruña hubiese visto volar al Cuervo Blanco.