“Fue en un pueblo con mar, una noche después de un concierto. Tú reinabas detrás de la barra del único bar que vimos abierto”. Quién no ha leído, recitado o cantado a pleno pulmón estas frases con las que comienzan —exactamente igual— dos canciones que en realidad son una, ‘Ojos de gata’, de Los Secretos, y ‘Y nos dieron las diez’, de Joaquín Sabina.
La idea y esos primeros versos, en realidad, se le ocurrieron a Sabina, que se lo comentó a Enrique Urquijo, cantante y compositor de Los Secretos, tristemente fallecido en 1999, para que hiciera una canción. Las versiones sobre lo que ocurrió después varían entre que Sabina al principio no la quería y finalmente se arrepintió y la recuperó y que sí la quería pero que Urquijo y él no se entendieron, por lo que siguió con su composición. El caso es que Los Secretos la publicaron primero, en 1991, aunque el cantante de Úbeda decidió incluirla igualmente en su álbum, en 1992, con otra letra y otro título.
La canción, ambas canciones, fue un éxito. Por partida doble. La versión más melancólica de Urquijo y la más canalla de Sabina, cada una acorde con sus respectivas personalidades. Y, del éxito, a la leyenda sobre cuál era el pueblo con mar y, sobre todo, quién era esa chica con los ojos de gata.
Los Secretos y Pancho Varona visitaron A Coruña el pasado 22 de noviembre. En el concierto que dieron al alimón en el Palacio de la Ópera hicieron una interpretación salomónica de ambas canciones, mitad de una y mitad de otra, para deleite de un público entregado a los dos estilos.
Antes de comenzar, el que fue músico de Sabina —y compositor y productor de muchos de sus temas— explicó que hay “una señora de Pontedeume que anda diciendo por ahí que la canción va por ella”. A continuación, desmintió esta hipótesis con un chascarrillo: “Yo sé que es mentira porque cuando Joaquín compuso la canción yo estaba delante y ella no estaba”. Después de cantarla, no obstante, admitió: “Bueno, si la señora de Pontedeume quiere decir que es por ella no vamos a llevarle la contraria”, volviendo a dejar en el aire si era cierta la leyenda de que los ojos de gata estaban más cerca de lo que muchos creían.
Quienes conocen bien a la aludida aseguran que ella nunca presumió de semejante cosa, sino todo lo contrario, que no es la persona que inspiró este tema, aunque la historia tiene parte de verdad, pero en otra canción que sí le dedicó el cantante andaluz: ‘Hotel, dulce hotel’.
En un artículo publicado en El Ideal Gallego en 1990, Nonito Pereira rememoraba una noche coruñesa del cantante en 1986, después de un concierto en el Palacio de los Deportes. Una de las relaciones públicas —“una simpática rubia, de ojos verdes y cuerpo esbelto; una ninfa coruñesa”, tal y como la describía el crítico musical— le había hecho tilín y le pidió a Nonito que la invitara a acompañarles a tomar algo en el Playa Club. Y así lo hizo: “Al verla, Joaquín me da un abrazo: '¡Nonito, eres el más grande!', me elogia”, recordaba.
La juerga continuó en la discoteca Pirámide, para enseñarle a Sabina la nuit coruñesa. Así lo contaba el cronista de aquella noche: “Nos recibieron los hermanos Saavedra, Carlos y José Luis, y en un ambiente distendido emergió el Sabina nocherniego, desplegando sus dotes oratorias y amatorias —su labia es un arma demoledora— acompañadas con un sentido del humor, bastante cabrón, pero muy sano, de impacto directo. Fue un trasnoche intenso, lleno de audacias que surgían del desafío verbal de Sabina, lleno de filigranas poéticas, donde la teórica de la lucidez —que no esta reñida con la diversión— marcaba las horas en las que descubrí al Sabina en estado impuro, disfrutando de los placeres de la noche, de amar y ser amado tras el delicioso velo del juego de la seducción”.
“Allí, casi nos dieron las diez... Cuando salimos ya era de día... y dando tumbos de romanticismo, finalmente un ramo de flores a domicilio —creo que de rosas rojas— perfumó lo que sería un compromiso con aquella ninfa coruñesa”, seguía el relato Nonito Pereira.
La historia fue a más y continuó en Madrid durante varios años. Y lo que sí es verdad es que ella tenía ojos de gata.