Coruña Insólita | El Millenium que pudo haber sido en la rotonda de las Esclavas

Coruña Insólita | El Millenium que pudo haber sido en la rotonda de las Esclavas
El Millenium, en su emplazamiento final de San Roque | Quintana

Acostumbrados a ver su figura como una especie de antagonista de la Torre en la zona de San Roque parece que el Millenium siempre ha estado ahí. Al menos, en los últimos veinticinco años. Y así es aunque la historia pudo haber sido otra porque en los planes iniciales la torre de cristal iba a estar situada junto a la playa de Riazor, en la rotonda de las Esclavas.

 

Millenium 7
Rotonda de las Esclavas | AEC


Corría el mes de marzo del año 2000, hace ahora justo 25 años, y todo eran planes para el cambio de milenio. El alcalde era Paco Vázquez y quería dejar su impronta también en este sentido. Con la llegada de la primavera “se sacó de la chistera –así lo reflejaba El Ideal Gallego– el denominado proyecto Millenium”


A Coruña iba a recibir el tercer milenio, a las cero horas del 1 de enero de 2001, con la inauguración de un obelisco de cristal de 50 metros de altura. La torre Millenium, que sería la más alta del mundo de sus características, reproduciría escenas de la historia de la ciudad y contaría con una sala de exposiciones y un ascensor panorámico con vistas sobre la bahía. Aparte de algunos detalles que fueron evolucionando a medida que se pulía el proyecto, lo que sí cambió de forma radical fue el emplazamiento: la idea inicial era plantarlo cerca de Riazor, en la rotonda que hay junto al colegio de las Esclavas.    


Opiniones en contra 

Sin embargo, los vecinos no parecieron tan entusiasmados con la idea. Tal vez con la idea sí, pero no con el lugar elegido, así que propusieron que el proyecto se ejecutase en San Roque. Aducían que una construcción tan moderna rompería el equilibrio con el entorno arquitectónico y podría también perjudicar las vistas. 


A mayores, para colocar la construcción en las Esclavas era necesario el permiso de la Xunta, porque esa zona correspondería a la llamada “servidumbre de protección”, de competencia autónomica. Además, el Ministerio de Medio Ambiente también tenía su parte a la hora de opinar sobre el proyecto, así como los arquitectos coruñeses, que proponían un concurso de ideas. 


La oposición tampoco se mostraba favorable. Antonio Erias, portavoz del Partido Popular, creía que se trataba de una “ocurrencia sin sentido” y un “automonumento” mientras que el líder del BNG, Henrique Tello, le proponía, con su retranca habitual, ponerlo en Gandarío y así “podría verlo todos los días”. 


Los otros vecinos afectados, los de San Roque, tampoco daban saltos de alegría en aquel momento. José Manuel Sánchez Mesejo, portavoz de la entidad vecinal, creía que la rotonda era demasiado pequeña para colocar el obelisco.


Había otros inconvenientes a la hora de elegir las Esclavas. Como las rocas que hay bajo la rotonda en esa parte del Paseo Marítimo, lo que podía haber complicado enormemente las obras; el intenso oleaje que azota el lugar durante los temporales, como demuestran los destrozos constantes del mobiliario que allí se instalaba, o la renovación de la Bandera Azul para la playa de Riazor, algo que peligraba si la zona se encontraba en obras durante el verano. 


Cambio de ubicación 

Con todas estas consideraciones en contra y muy pocas a favor, el cambio de ubicación era lo más lógico. La entelequia de colocar un obelisco en la rotonda de las Esclavas apenas duró un mes. El 18 de abril del año 2000 se comunicaba a los coruñeses que el monumento cambiaba de ubicación. El lugar elegido estaba en el último tramo construido del Paseo Marítimo, en la zona del barrio de San Roque, en una rotonda que no hacía mucho que se había inaugurado.  


La decisión, adoptada en la comisión de gobierno, se tomaba casi al límite, con el plazo para presentar ofertas a punto de terminar, aunque finalmente se amplió al cambiar las condiciones del contrato. Trece días se dieron a mayores para adaptar el proyecto a las nuevas condiciones y al nuevo emplazamiento.


Las obras tenían que hacerse contra reloj, en unos meses, para poder estar a punto para la llegada del nuevo milenio, que era la razón de ser de la torre de cristal. 


La constructora Necso fue la encargada de levantar el proyecto elaborado por el arquitecto municipal, Antonio Desmonts, con los dibujos del artista coruñés Gerardo Porto. El presupuesto inicial era de 100 millones de pesetas (600.000 euros) aunque finalmente acabaría aumentando hasta llegar a los 300 millones  (1,8 millones de euros). 


La sala de exposiciones y los espacios para actividades culturales acabaron perdiéndose por el camino, al igual que la cafetería que iba a haber en los bajos, una zona demasiado castigada por el mar. El esqueleto del Millenium comenzaría a levantarse en el mes de septiembre sobre el estanque, para instalar después las 174 piezas de vidrio con escenas históricas de la ciudad. 


La última Nochevieja del milenio, a golpe de campanadas, el obelisco vio la luz, que fue iluminando cada una de las doce secciones de un monumento que pudo haber sido de Riazor y acabó en San Roque. 

 

Coruña Insólita | El Millenium que pudo haber sido en la rotonda de las Esclavas

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