En la ciudad rodeada de mar por todas partes, menos por una, que se llama Alfonso Molina, hubo un tiempo en el que muchos preferían las piscinas. Tiene sentido porque el mar en A Coruña suele ser bastante bravo y mojarse por encima de la cintura puede traer en ocasiones más de un disgusto. En ese contexto se ubicaba el complejo Sislar, lo que muchos recuerdan como la ‘Solana’ de Monte Alto, con permiso del Club del Mar.
En 1976, la prensa informaba de la construcción del complejo de ocio y residencial del Sislar. Las obras preocupaban a los vecinos, tal y como contaba entonces La Voz de Galicia, por si se quedaban sin las vistas aunque el concejal de Urbanismo tranquilizaba al personal explicándole que la construcción no rebasaría la barandilla, como así fue. Apenas siete años después, en 1987, dejaría de funcionar este espacio que muchos coruñeses recuerdan con un enorme cariño por las piscinas.
Sin embargo, además del complejo deportivo, también era residencial y su historia no estuvo exenta de algunas sombras. Aunque en inicio no iba a tener una elevación superior a la del nivel de la calzada, para no quitar las vistas a los vecinos de arriba, en más de una ocasión solicitaron permiso para poder aumentar la altura, algo que denegó el Ayuntamiento. El hecho de que vertiera las aguas fecales directamente hacia el mar, algo que tampoco era demasiado extraño en aquel momento, no ayudaba.
La contaminación, algo bastante habitual antes de que A Coruña dejara de dar la espalda al mar y se construyera el Paseo Marítimo, se acumulaba directamente en la playa que había justo debajo, las Amorosas, en donde se podían ver fácilmente los residuos y la espuma que generaban los jabones y detergentes que salían por las cañerías de aquel complejo.
Las coplas de Carnaval en algunas ocasiones hacían referencia a esta circunstancia, como una que incluía la siguiente estrofa: “La cañería del complejo Sislar, / sale dereita, dereitiña hacia o mar”.
El próximo mes de noviembre hará treinta años que las instalaciones del complejo pasaron a ser historia. Su demolición era necesaria para poder construir el Paseo Marítimo, que atravesaba por As Lagoas. El derribo comenzó a finales de noviembre de 1994, después de que la empresa encargada de realizar las obras lograse llegar a un acuerdo con los propietarios de las viviendas para que las desalojasen y empezar con las voladuras. El restaurante Delfín Dorado era uno de los flecos sueltos porque varios representantes del gobierno habían mantenido en varias ocasiones reuniones con el propietario para tratar de llegar a un acuerdo pero no había sido posible.
Con la entrada de las excavadoras, se borró de un plumazo la existencia de aquel complejo deportivo, algo que, con la construcción del Paseo Marítimo justo en ese mismo espacio, algunos ni siquiera saben que existió. Desde entonces, pasaron a ser un recuerdo las tardes de verano de muchos de los niños que disfrutaron de las piscinas del Sislar.