A Coruña mejora su enfoque y logra reducir la contaminación lumínica en los últimos años

Las imágenes de satélite permiten observar cómo ha cambiadola situación en unos pocos años
A Coruña mejora su enfoque y logra reducir la contaminación lumínica en los últimos años
Imágenes extraídas del mapa de contaminación lumínica presentado en el Citic del mes pasado

Aunque no parezca tan preocupante como la atmosférica, la contaminación lumínica existe y es un problema. La gran cantidad de energía que se emplea para iluminar las ciudades de noche a menudo se derrocha. Las antiguas bombillas generaban calor además de luz y solo recientemente han comenzado a cambiarse por las más eficientes LED, que no se calientan. También los diseños han cambiado: las antiguas farolas de cabeza redonda, que irradiaban luz en un ángulo de 360 grados, han sido sustituidas por otras de modernos cabezales que enfocan la luz hacia el suelo, exactamente hacia donde se necesita. Este cambio se ha acometido recientemente en A Coruña, y el resultado ya es patente. Por lo menos, desde el espacio. 


En efecto: se puede comprobar en la página web wwwlightpollutionmap.info cómo A Coruña ha ido perdiendo ese tono rojo que cubría su núcleo urbano, que ha ido convirtiéndose en una mancha rosada y más pequeña. La causa hay que buscarla en que, a lo largo de los últimos años, se ha ido cambiando el tipo de luminarias en la ciudad, sustituyendo las viejas bombillas por LED. 


Como las luces LED no desperdician energía irradiando calor, también se reducen las emisiones de CO2, evitando que casi 6.000 toneladas de dióxido de carbono lleguen a la atmósfera cada año. En cuanto a la contaminación lumínica, la imagen del satélite deja claro que también se ha reducido de forma notable con respecto a los últimos años. Sobre todo, en el núcleo urbano, porque lo cierto es que en los alrededores apenas ha cambiado. 


Esta, de por sí, no supone una reducción en la contaminación lumínica, aunque sí un ahorro energético. Pero también se modifica el tono de la luz blancazulada (más contaminante), por otra más cálida. 
En 2011 se había dado un paso adelante al cambiar miles de las viejas lámparas de vapor de mercurio o vapor de sodio de alta presión por otras de halogenuros metálicos, lo que había mejorado la situación. Hace diez años, durante la Semana de la Movilidad, se mostró un mapa lumínico de la ciudad. Con él se probaba que A Coruña consumía tres veces más energía de la necesaria en su alumbrado público. Además, la red era muy antigua y estaba compuesta de 500 modelos de luminarias distintas, lo que aumentaba el problema. En ese momento menos del 20% era LED. 


Ese mismo año, el pleno municipal había votado adherirse al manifiesto “Slowlight”, una declaración que apuesta por un modelo de gestión y explotación responsable de la red de iluminación. El objetivo era que las calles coruñesas pasaran de recibir 11,25 lux (unidad de  medida) a 7,5 lux como máximo. Un año antes, en 2020, el Ayuntamiento había sentado un precedente en la calle Palomar con un sistema de regulación dinámica en los pasos de peatones que activa el balizamiento vertical al detectar a la persona que quiere cruzar la calle. En ese momento, la iluminación sobre el paso de cebra, que permanece apagada o atenuada, se enciende en presencia de peatones. Así, según el Ayuntamiento, quienes cruzan son visibles para el conductor y lo podrán hacer en condiciones de seguridad.


El sistema está diseñado para incrementar la sostenibilidad y eficiencia energética. También se puede monitorizar y controlar desde un dispositivo que permitirá incrementar o reducir la intensidad, según el momento.


Programa de renovación 

Pero no fue hasta el año 2022 que el Ayuntamiento lanzó un programa de renovación de farolas  y, un año después, había sustituido el 70% de las luminarias, comenzando por las de la periferia. A finales del año pasado, ya había sustituido las del centro. El objetivo era reducir en un 60% el precio de la factura del alumbrado público, que cada año ronda los nueve millones de euros (sumando al gasto de energía el de mantenimiento) y permitió sustituir todas las luces incandescentes por LED.


En 2020, el teniente de alcaldesa, José Manuel Lage Tuñas, había encabezado las negociaciones con el ministerio y con Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) para poder conseguir los fondos europeos que permitieron realizar este cambio y que deberían haber supuesto una inversión total de 15,7 millones de euros, de los que la Unión Europa aporta, a través del IDAE, 12,6 millones de euros. Sin embargo, cuando presentó la alcaldesa, Inés Rey, el plan, en abril de 2022, el gasto había aumentado considerablemente.


Las estrellas ocultas 

Los astrónomos constituyen uno de los colectivos más concienciados en lo que se refiere a contaminación lumínica, dado que es un obstáculo para la observación del cielo nocturno. Siempre se han mostrado muy críticos, pero incluso ellos reconocen que se ha avanzado algo en los últimos años. Óscar Blanco, presidente de la asociación astronómica Io, señala que en A Coruña también se han realizado mejoras. Un caso destacado es el de la rampa de acceso a la Torre de Hércules, que estaba iluminado con unas farolas tan potentes que no permitían ni siquiera ver el mar a quien se situara frente a ellas. 


Blanco reconoce que está teniendo lugar un cambio de paradigma en lo que se refiere a la iluminación, pero no se trata solo de las luces, sino del diseño de las propias farolas, cuyos focos dirigen la luz al suelo, en vez de dispersarla inútilmente. Un ejemplo claro eran las luminarias del Paseo Marítimo, de forma redonda. “No eran nada eficientes, porque lo que te interesa es iluminar la calzada, no el suelo”, señala el astrónomo.
Poco a poco, los municipios se han vuelto más responsables en este campo, aunque no exista una legislación, si se tienen en cuenta las recomendaciones de los expertos. “No todas las ciudades lo hacen bien, pero las grandes tienen equipos técnicos, que van a congresos, que están informados y que se van a adaptando”, comenta Blanco. 


El astrónomo también explica por qué es fundamental la luz que emiten las farolas. “Es muy importante el color de la luz, porque la atmósfera no lo dispersa igual”, señala el astrónomo. “Por eso el cielo es azul, porque es la luz que más se dispersa. Eso quiere decir que una farola con lámparas que emiten luz blancoazulada se dispersarán más. Nos interesa luz más cálida, naranja, o amarilla. Y para nuestra propia salud son mejores, porque con luz blanca nuestro cerebro interpreta que es mediodía y cuando llega la noche no descansas porque no segregas melatonina”, afirma. 


Así que no se trata tanto de si la luz es LED o incandescente, sino del tono que emite. Por lo menos, en lo que se refiere a contaminación lumínica. Las luces obsoletas se están instalando en los pueblos, donde no hay equipos de técnicos que exijan luces LED más cálidas, de manera que, a medida que mejora la calidad de la luz en ciudades como A Coruña, empeora en cambio la de los núcleos rurales.  


La luz intrusa 

Por otro lado, no toda la luz nocturna la generan las farolas, y los expertos previenen contra la ‘luz intrusa’ que muchas veces proviene de las pantallas publicitarias. “Hay gente que tiene que bajas las persianas de noche porque se te mete la luz por la ventana y no puede dormir”, señala Blanco al respecto. Esa misma luz intrusa puede provenir de las farolas, sobre todo en los primeros y segundos pisos, de ahí que sea importante que los focos apunten directamente al suelo. 


Es un problema grave. Precisamente el mes pasado, la Universidad celebró un curso de verano en colaboración con la Fundación Slowlight. Se organizó en el Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y Comunicación (Citic) y en él se puso de manifiesto que cada vez se duerme peor en muchas ciudades pero también salió a relucir la importancia de los hábitos de las personas que también influyen en la iluminación. 


Cuando las áreas urbanas permanecen activas durante la noche, debido a actividades comerciales, recreativas o sociales, aumenta la demanda de iluminación pública. Una adecuada iluminación no solo mejora la visibilidad, reduciendo accidentes y facilitando la movilidad, sino que también actúa como un elemento disuasorio contra delitos. Para las mujeres, una buena iluminación en calles, parques y estaciones de transporte público es crucial, ya que reduce la sensación de vulnerabilidad y el riesgo de sufrir agresiones. Porque por mucha luz que se arroje, siempre hay sombras. 

A Coruña mejora su enfoque y logra reducir la contaminación lumínica en los últimos años

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