El envejecimiento de la población como todo el mundo sabe, es uno de los principales problemas a los que se enfrenta España, uno de los países con menor tasa de natalidad del mundo. Pero eso no significa que toda España envejezca al mismo ritmo, ni siquiera toda Galicia. De hecho, según las proyecciones más recientes del Instituto Galego de Estadística (IGE), A Coruña será en diez años la ciudad con la población más joven de la comunidad autónoma.
Lo que se mide es el índice de envejecimiento. Es decir, el cociente entre los habitantes de 65 años o más con respecto a los menores de 15. Actualmente hay 134,4 habitantes de 65 años por cada cien menores de 15 en A Coruña y municipios limítrofes (sin contar Betanzos) pero en 2032 serán 184. Es decir, un 27% en solo diez años,
Son unas cifras preocupantes, pero hay que tener en cuenta que las proyecciones de los otros grandes núcleos de Galicia son aún peores. Por ejemplo, Vigo, cuyo índice actual es de 132,9, llegará a los 202,5,. El desarrollo es levemente mejor en Santiago, que pasará de 120,5 (el índice actual) a 186,2. Las perspectivas para Ferrol son las peores: si en el presente año el índice es de 185,1, en diez años será de 262.9. Lugo pasará de 154,9 a 228,9. En el caso de Ourense, pasa de 169,,9 a 238,5.
Por otro lado, el IGE también mide el índice de sobreenvejecimiento, que se define como el número de habitantes mayores de 75 años que hay por cada persona mayor de 65 años. Actualmente es de 17,6 y aunque es una cifra alta, no variará en los próximos años. Es más, los expertos esperan que oscile a la baja, pero para 2032 la proyección es de 17,5.
Otro parámetro que se mide es el número de personas en edad de trabajar (entre 15 y 64 años) con respecto a las que no lo hacen, ya sea porque son menores de edad (de 15 años) o porque están jubilados (mayor de 64), por ejemplo. Se denomina índice de dependencia global y en los próximos diez años su evolución será, como es previsible, al alza, pasando de los 55,8 actuales a los 60,1 de 2032, si las proyecciones se cumplen.
Todo eso viene a señalar que la inmigración no está resultando suficiente para revertir el envejecimiento y la escasa natalidad y que son necesarias políticas públicas que la incentiven de una manera decidida. Sin embargo, en una ciudad en la que ya hay más perros que niños pequeños, las posibilidades de un cambio real se antojas escasas, incluso a largo plazo.