El 16 de enero de 1950, 75 años atrás, una voz femenina resonó por primera vez en la Audiencia de A Coruña. Era la de María Arias Delgado, la primera abogada de la ciudad, una mujer adelantada a su tiempo que destacó toda su vida por su extraordinaria inteligencia.
Nació en León el 3 de marzo de 1913, pero se mudó muy joven a Madrid para estudiar Derecho, carrera que terminó con matrícula de honor en 1936, el año en el que estalló la Guerra Civil. “Quería ser registradora de la propiedad, pero no pudo hacerlo porque no tenía la edad. Mi abuelo fue a intentar que se la cambiasen, pero no lo pudieron hacer. En aquel momento, se declaró la guerra y lo tuvieron que dejar absolutamente todo”, cuenta uno de sus hijos Pablo Sotillo Arias.
La guerra la llevó de vuelta a León, donde conoció a Gerardo Sotillo, que en aquel entonces era inspector de seguros y trabajaba en dicha ciudad. María, más conocida como ‘Maruja’, y Gerardo se casaron y tuvieron dos hijos, Pablo y Pura, a quien la leonesa dedicó su vida tras la carrera.
Maruja era la mediana de tres hermanos. Sus padres, Pablo y Paula, eran personas del campo que apenas sabían leer y escribir, pero que querían que sus hijos estudiasen, algo que se cumplió: “El mayor se hizo médico, mi madre abogada y la más pequeña estudió Filosofía y Letras”. “Mi abuelo siempre decía: ‘yo quiero que mis hijos se relacionen con las príncipes y mis nietos con los reyes’”, cuenta Pablo.
Una profecía cumplida, pues su hermana Pura fue la tutora del rey en el colegio madrileño de Santa María de Los Rosales. “Al rey lo saludé en el funeral de mi hermana, se sentó a mi lado y le dije: ‘lo siento Felipe, no sé cómo tratarte. Te voy a tratar como te trataba mi hermana, de tú’. Y me dijo: ‘faltaría más’. Así que fíjate la premonición de mi abuelo cómo se cumplió”.
La conexión de María Arias con A Coruña llegó tras la guerra. La familia al completó se mudó a la ciudad herculina por trabajo. “Mi padre tenía aquí un hermano que tenía un negocio y vino a trabajar con él”, cuenta Pablo Sotillo.
Maruja acabó de pasante de Juan Morros Sardá, en ese momento abogado jefe del Estado en A Coruña. Fue su maestro. “Le debo todo lo que sé”, contaba la letrada a El Ideal Gallego en 1950. El 19 de noviembre de 1949 se convirtió en la primera mujer miembro del Ilustre Colegio Provincial de Abogados de A Coruña –la segunda, Pilar Ponte Cervigón, no lo haría hasta el año 1962–.
Nunca trabajó por su cuenta, siempre ejerció en el despacho de Morros Sardá, a donde iba por las tardes, ya que por las mañanas era ama de casa. “Ella le redactaba todos los informes y Morros tenía fe absoluta en lo que mi madre le decía. Escribía todas las cuartillas a lápiz. Me acuerdo de verlo”, recuerda Pablo.
En ese bufete fue donde ella hizo su primer informe, el que presentó hace 75 años en la Audiencia coruñesa, lo que la convirtió en la segunda mujer en Galicia en lograr este hito y la 24 en España. Su presentación se la dedicó a su padre por haberla animado a estudiar Derecho.
Las páginas de El Ideal Gallego de esa época destacan la expectación que había en la sala, presidida por Cándido Conde Pumpido, el abuelo del actual presidente del Tribunal Constitucional Cándido Conde-Pumpido. Con toga y birrete, María Arias solicitó una revocación de la sentencia apelada, un traspaso de arrendamiento de un negocio. Las páginas de este periódico destacaron que lo hizo con “evidente maestría y absoluto conocimiento de la materia” y que recibió muchas felicitaciones al terminar. “Es mi madre y me da ‘nosequé’ decirlo, pero tenía una inteligencia extraordinaria”, asegura su hijo.
Maruja fue una artista toda su vida. “Les hacía unos vestidos a mis hijas extraordinarios y muñecas a las hijas de Morros Sardá. También cocinaba de una manera extraordinaria y fumaba como un carretero. Su hermano, con el que se fue a vivir a Madrid la envició cuando tenía 14 años, pero nunca lo hizo delante de sus padres”, cuenta Pablo Sotillo. Una de las nietas de Maruja, Ana Sotillo Eimil, recuerda que le daba vergüenza, algo que ahora ve como una “tontería”. “Era una mujer adelantada a su época en todo”, asegura Ana.
María Arias volvió a Madrid ya viuda y después de que se casase su hijo Pablo con María Eugenia Eimil, una decisión que tomó por no querer molestar, algo lejos de la realidad. Se fue a vivir con su hermana y con su hija Pura, las dos profesoras. Maruja murió en la capital a sus 80 años, aunque su toga, con la que hizo su primer informe, siempre descansará en la Audiencia de A Coruña.