A Fabiola Martínez Benavides (Maracaibo, Venezuela, 1977) le cambió la vida cuando hace poco más de 18 años contrajo una bacteria en el embarazo de su primer hijo. Tras lograr dar a luz a pesar de que la gran mayoría de bebés no sobrevive a esa infección, empezó a valorar la suerte que tenía y que todo pasa por algo.
Kike fue el nombre escogido para un niño que, aunque nació con una parálisis cerebral, no le ha impedido ver como su madre se ha posicionado como una de las figuras referentes para las familias de personas con discapacidad gracias a su labor como presidenta de la Fundación Kike Osborne, creada en 2009.
Además, acaba de publicar su primer libro, ‘Cuando el silencio no es una opción: lo que nunca conté’, donde expone sus secretos más íntimos y la importancia de enfrentarse a los miedos para sanar las heridas del pasado. Este ejemplo de superación es de lo que habla hoy como ponente del Congreso Lo Que De Verdad Importa.
¿Cómo surge la idea de crear la Fundación Kike Osborne?
La creación de la fundación no fue un pensamiento, fue una cosa que fue sucediendo poco a poco. Nosotros –Fabiola Martínez y su exmarido, Bertín Osborne– como personajes públicos, íbamos contando lo que hacíamos con Kike desde que nació y muchas familias nos contactaban por diferentes vías para preguntarnos cómo lo estábamos haciendo y porque querían tener información para ayudar a sus hijos, también con discapacidad. Había tanta demanda de información y de ayuda que eso nos llevó un poco como a formalizarlo a través de una fundación. Yo creo que hay mucha necesidad por parte de las familias de sentirse apoyados y de conocer un mundo que no te queda otro remedio que aprender, porque nadie nace experto.
¿Qué fue lo primero que pensó cuando nació su hijo?
Sentí un amor inmenso y me sentí plena, eso fue lo primero que experimenté. Yo sufrí abuso sexual infantil desde los cinco hasta los 15 años, y eso me generó una serie de herramientas que con el nacimiento de Kike digamos que pude darle salida a todo ese aprendizaje, bagaje, resiliencia, fortaleza y superación. Por eso siempre digo que él me enseñó el amor de verdad. Luego fui madre por segunda vez y lo volví experimentar.
Usted contrajo una bacteria en el embarazo.
Sí, listeriosis. Cuando yo estaba embarazada de 6 meses y medio empecé a tener síntomas extraños, que no eran del todo claros. Cuando ya me pongo de parto, porque estaba teniendo un aborto, fue cuando realmente se plantearon qué está pasando y por qué este niño necesitaba salir ahora. Vieron que había sufrimiento fetal y de ahí me hicieron la cesaria. El resultado de todo eso para entender que era lo que había pasado fue lo que nos dio la pista de que tenía una infección, analizaron, y se dieron cuenta que era listeria, pero no lo sabíamos con antelación. Las mujeres embarazadas que sufren listeriosis muchas veces no tienen síntomas, sientes que es como una gripe. Esa bacteria lo que hace es que va directamente a la placenta y genera una septicemia, y eso es lo que mata a los bebés. De hecho, la gran mayoría fallece, no sobreviven a esa infección. Kike es un milagro.
La Fundación se encarga de prestar apoyo emocional a las familias. ¿Usted tuvo ese apoyo con Kike desde el principio?
Yo no detecté esa carencia en mí, pero sí la percibía de muchas personas que nos pedían ayuda. Cuando tu estás en una situación errónea, que no lo estás gestionando bien, no eres consciente, porque sino lo haces de otra manera. Digamos que en ese sentido, yo no percibí que tuviese esa necesidad y que por eso tenía que replicar en otras familias, fue al revés. Detectábamos desde una posición de cierta consciencia de lo que estaba pasando, que había muchas familias que estaban perdidas, que no sabían por dónde empezar, que necesitaban orientación y la necesidad de utilizar un lenguaje que les resultará fácil para entender lo que se les estaba explicando. Hay muchas asociaciones y fundaciones que cuidan a los niños, que trabajan para que ellos estén mejor, pero, quién se ocupa del cuidador? Es una gran pregunta.
¿Cree que sigue habiendo cierto tabú en la sociedad?
Si que es verdad que se ha pasado de esconder a las personas con discapacidad por vergüenza. Hemos pasado de eso a cada vez normalizarlo más, sí que se ha notado esa diferencia de que cada vez la responsabilidad se reparte más. Aún así, seguimos siendo sobre todo las madres, las mujeres, las cuidadoras las responsables. Esos tabús han hecho que a lo mejor el hombre piense que no tiene que ocuparse del hijo porque tiene que ir a trabajar. Hoy en día la mujer también trabaja, entonces efectivamente, en estos 15 años sí que hemos notado padres más comprometidos, familias más equilibradas en el sentido de ocuparse de temas médicos, por ejemplo, de repartirse las tareas. No es un 50-50, pero, por lo menos, es algo.
¿Las redes sociales ayudan a visibilizar este aspecto?
Hay que tener cuidado porque es una herramienta peligrosa que hay que saber utilizarla. Cuando es una discapacidad física, la persona que se expone, lo hace con conocimiento, pero también hay limitaciones intelectuales, donde ahí no se tienen todas las herramientas para entender el peligro de mostrarse cien por cien.
“Hay mucha necesidad por parte de las familias de sentirse apoyados y de conocer un mundo que no te queda otro remedio que aprender, porque nadie nace experto"
El libro habla sobre su historia de superación. ¿Por qué sentía que debía contarla?
Es algo que me ha acompañado en muchos momentos de mi vida y que yo no estaba siendo consciente de ello, ahí había siempre algo pendiente que dejaba. Luego, surgió la oportunidad de escribir el libro, pero yo no estaba preparada. Cuando me separé retomé las riendas de mi vida y me di cuenta de que tenía que poner muchas cosas en su sitio. No me sentía bien, sentía que había algunas cosas que tenía que enfrentar. Al empezar terapia me sirvió volcar todo lo que iba aprendiendo en el libro y todo lo que iba descubriendo de mí. Un trauma de este tipo te hace que aprendas a vivir con ello, que aprendas a colocar las emociones para que no te haga más herida, porque te victimiza y te quedas ahí. Todavía estoy aprendiendo mucho sobre mis sobre mis emociones, conocíéndome y aceptándome, sobre todo. He utilizado el libro como una forma de quitarme culpa y vergüenza.