“Yo me identifico mucho con los principios y los valores que determinaban una sociedad mucho más humana, mucho más próxima, mucho más cercana que la de ahora”. Así empieza el episodio de ‘Galegos’ que la TVG dedica a Francisco Vázquez, exalcalde de A Coruña y exembajador de España cerca de la Santa Sede.
El político coruñés se presenta como “un personaje fuera de época con un apasionamiento grande; siempre me entrego a las cosas que me interesan con un nivel de curiosidad importante”, cuenta en la entrevista.
De entrada, habla de su infancia. “Fui un niño feliz”, cuenta. “Fui hijo único, no educado como hijo único, sino todo lo contrario. Mi padre era muy riguroso”, añade después. De los 5 a los 17 años estudió en los Maristas, de los que guarda “un gratísimo recuerdo”. Por presión paterna, estudia Derecho, “aunque mi inclinación natural era Filosofía y Letras”, revela en la entrevista, celebrada en el salón de plenos del Ayuntamiento de A Coruña.
Acaba siendo inspector de Trabajo, como su padre: “Vine destinado a La Coruña y ocupé la mesa que había tenido mi padre durante cuarenta años”. Después es destinado a Fene y a As Pontes de García Rodríguez. Entró “en “contacto con el mundo real”, en Astano y la central térmica de As Pontes. En la Universidad se había vinculado “a los movimientos cristianos de base”, pero es su experiencia como inspector de trabajo la que le lleva “a dar el paso adelante” de entrar en política. Dudó entre Izquierda Democrática y el PSOE, “del cual mi padre me había hablado muchas veces”. Se decanta por estos últimos, y eso le permite ser testigo privilegiado de la Transición: “Es la primera vez que se antepone el interés común a cualquier criterio ideológico o partidario, y es la primera vez en que se busca el encuentro entre unos y otros”, analiza esta etapa del país. El resultado de aquel proceso es “la primera Constitución hecha sin vencedores ni vencidos, que no acarrea el exilio de media España”. Un texto en el que se consagra la monarquía parlamentaria: “Una monarquía que hasta ahora ha sido eficaz en su papel de Jefe de Estado, de árbitro entre los poderes, y sobre todo, en el caso del Rey Juan Carlos I, en la proyección exterior española, y en la consolidación de la democracia”.
Es elegido secretario general de los socialistas gallegos, y llega a ser candidato a la Xunta, pero su destino estaba en María Pita. Irrumpe en la política local en un momento muy concreto, cuando se traslada la capitalidad de Galicia a Santiago: “La Coruña era la ciudad que había ejercido la función de la representación del Estado aquí, y le fue arrebatada esa función, con lo cual sufrió una grave afrenta histórica, y además un ataque grave a su propia naturaleza de ciudad de servicios, y fue en base a una concepción teórica del nacionalismo gallego que identificaba Galicia con una serie de valores que representa la ciudad de Santiago”. “Era una afrenta histórica. ¿En base a qué se le niega a una ciudad la condición que reúne de ser la capital de Galicia?” Fue un momento muy difícil y delicado”. Dimite como secretario general del PSOE. En las siguientes elecciones municipales triunfan los partidos coruñesistas y los nacionalistas quedan fuera del pleno “para muchos años”.
Su primera misión es “recuperar el ánimo de la ciudad”. “La ciudad estaba derrotada y yo le generé ilusión a los coruñeses de crear un nuevo modelo de ciudad, proyectar nuestro futuro de acuerdo con un proyecto propio, y creo que eso unió a coruñeses que votaban izquierda, derecha y centro”, asegura. Es en este momento cuando se recupera un corte de su discurso de toma de posesión: “Non hai unha interpretación única da galeguidade. A Galicia que A Coruña encabeza é moderna, é aberta, é liberal, é progresista, é conciliadora de culturas e máis de linguas. Estou convencido de que Galicia non se pode construir de costas a Coruña, e Galicia precisa de Galicia para encher a súa rica identidade”.
Su primera firma como alcalde es para comprar un terreno para hacer un colegio en el barrio de la Sagrada Familia. No es casual: “Ahí simbolicé cuál era mi prioridad: la educación”. También prioriza la política social. Y partir de ahí construye una Coruña que se convertirá “en referente nacional e internacional”. Todo se resume en un eslogan que se empleó para promocionar Alvedro: “La Coruña despega”. Era alcalde, diputado en Cortes, presidente de la Federación de Municipios, miembro del Comité de Regiones de la UE en Bruselas y vicepresidente de la Organización Mundial de Ciudades. El pueblo coruñés lo vota en masa. “Hasta el punto que hoy, que ya llevamos cuarenta años de democracia municipal, en ninguna ciudad o capital de España ni siquiera se ha igualado el récord que yo mantengo: seis mayorías absolutas consecutivas”.
Echa la vista atrás y, de todo lo hecho, reivindica en primer lugar la obra más cara realizada jamás en A Coruña y su área. “Yo dejé una herencia muy importante en la ciudad, de la cual va a vivir durante muchísimas décadas, que es el Puerto Exterior, es el que va a cambiar la ciudad y le va a garantizar su progreso y desarrollo económico. Se logró gracias a un consejo de ministros celebrado aquí mismo”, recuerda en relación al palacio municipal. Es en ese consejo presidido por José María Aznar en el que se impulsa la creación del Puerto Exterior: “Era un hombre seco, de pocas palabras, pero un hombre de palabra”, dice sobre el que fue el primer presidente español del PP.
Todo se acaba. “Nunca quise dejar de ser alcalde de mi querida ciudad de La Coruña. Pero surgió este tema de las malas relaciones de la Iglesia y el Estado. Era un momento muy complicado, Zapatero había llevado al Parlamento la aprobación de la Ley del aborto, el reconocimiento como matrimonio de la unión de dos personas del mismo sexo, y toda una serie de medidas en materia educativa contra la materia de religión”. Hay dos candidatos: Bono, ministro de Defensa, y él. El cargo lo asume este último: “Yo entendí que era mi obligación, que tenía que aceptar ese puesto e intentar rendir un servicio a España en una cuestión de tanta importancia y trascendencia”. Vivirá cinco años “en una de las ciudades más maravillosas del mundo”, Roma.
Son cinco años “apasionantes” en el que tiene el privilegio de aprender del papa Benedicto XVI, “uno de los grandes intelectuales del siglo XX”.
La entrevista acaba hablando de la España del siglo XXI y de su desencanto con el partido al que tantas glorias ha dado: “Dejé el PSOE porque rompió con sus valores y con la Transición. El PSOE se dio de baja en lo que es su proyecto político, su proyecto ideológico y su propia historia. Yo permanezco donde siempre estuve”, sostiene. Para Vázquez, “es incomprensible” que Pedro Sánchez pueda gobernar con un partido “que ha dado un golpe de Estado”, en relación a ERC, y con otro “terrorista”, en referencia a Bildu, “que defiende la trayectoria criminal de ETA, que asesinó a más de 853 demócratas en este país”.
La pregunta final es una que, según aquel ministro fugaz, es la que Sánchez se viene haciendo desde que llegó a Moncloa. ¿Cómo le gustaría ser recordado? “Como un hombre que supo escuchar, supo escuchar. Yo cuando fui alcalde la gente se me acercaba y me hablaba… Como un hombre bueno que supo escuchar”. Para acabar, se acuerda de sus hijos y nietos, pero sobre todo de ella, de Carmen de la Iglesia: “Estoy muy enamorado de mi mujer y hemos compartido toda una vida. En mi vertiente pública no hubiera podido ser lo que fui si no fuera por la ayuda, la compañía y el amor de mi mujer”, se despide con la emoción asomándole en los ojos.