Gustav Mahler “escribió pocas obras”, pero tuvo la peculiaridad de dotarlas de su “particular lenguaje”, el cual adereza con “sus sentimientos más profundos, sus experiencias de niñez, especialmente las negativas”. De todas ellas, hay una, la ‘Sinfonía nº 7’, que es la que “menos se ejecuta, porque es la menos comprendida”. No obstante, será la protagonista de los conciertos de hoy y mañana de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) en el Palacio de la Ópera (20.00 horas), bajo la batuta de Giancarlo Guerrero.
Es el propio director quien tilda esta obra de Mahler como “un poco esquizofrénica”, pero que resulta todo “un viaje, es una exploración de todo tipo de sentimientos, memorias y aspiraciones que Mahler tenía en el futuro”. Y en un viaje así, Guerrero tiene claro que no se embarcaría con cualquiera: “yo acepté hacer esta sinfonía sólo porque era con la OSG, no me atrevo a hacerla con cualquier orquesta”. Guerrero destaca las “facultades artísticas y técnicas”, así como las mentales de la orquesta, “tienen tanta flexibilidad musical y artística que pueden hacer lo que sea, es como tener un Rolls Royce o un Ferrari”, asegura. “No solo es una de las grandes orquestas en España, es una de las grandes orquestas en el mundo”, añade.
No es la primera vez que Guerrero trabaja con la OSG y ya cuenta con un vínculo con los músicos que asegura que es muy necesario. “Venir y solo hacer música sería muy aburrido, les tengo mucho cariño”, apunta, mientras explica que siempre habla con los integrantes de la orquesta sobre sus familiares, hijos u objetivos. “Me siento y me reciben como familia”, añade.
Va a cumplir quince años como director titular de la orquesta de Nashville (EEUU), siempre a partir de su visión “de lo que considero que la orquesta necesita para proveer sus servicios musicales a la ciudad”, una ciudad que, pese a que siempre se ha vinculado a otras músicas, como el country, se ha volcado más con la clásica, y algo de culpa tienen los seis premios Grammy que Guerrero ha ganado con la formación orquestal.
“Es algo que llena mucho a los ciudadanos”, indica Guerrero, que añade que la base del éxito no es otra que “trabajo, trabajo y trabajo”. “La Filarmónica de Berlín no se convirtió en lo que es en dos días, lo hizo en 130 años” y, una vez logrado, no se puede parar, “porque lo que has construido en 15 años, se cae en dos días”.
Hay otra cosa que Guerrero tiene clara. Su trabajo es “presentar la obra de la mejor manera”, pero una vez llega al público, “está fuera de mis manos”. Es firme defensor de que cada individuo sienta la música como quiere y llama a evitar ese elitismo de que determinadas cosas tienen que agradar a la fuerza.
“Me molesta eso de que si no te gusta Beethoven, sos un loco, ¡por Dios! Hay obras suyas que me duermen, y no hay nada malo en ello, me he leído biografías y conozco su vida, pero hay obras con las que no conecto, eso es lo maravilloso de lo que hacemos, que cada uno vive la música de una forma personal”, asegura.