Si alguien tiene para escribir un libro sobre las mañanas en A Coruña esa es Inés Arboleya, propietaria de varios locales de primera hora durante las últimas décadas, la mayoría de ellos ya cerrados. Actualmente, con La Tata, dice estar viviendo su etapa más tranquila en lo que a incidentes se refiere, aunque también detecta una bajada en el volumen de trabajo. Abre todos los días y siempre hay quien se resiste a ir a casa, pero ya no se montan las colas de antaño. Ahora, según confiesa, vive una de las etapas más tranquilas de su trayectoria: “La gente, en general, está mucho más tranquila. En mi establecimiento no hay ningún tipo de problema, y es algo que puede corroborar gente que viene habitualmente. Se puede generar algo de jaleo, pero siempre intentamos provocar el menor daño a los vecinos”, dice.
Y es que a Arboleya es habitual verla dirigir a los clientes con órdenes estrictas, y la gran mayoría de ellos obedecen sin rechistar. Saben que es el reducto que les queda. Es especialmente estricta con las conversaciones a un alto volumen y las altas concentraciones para fumar. “Si mi local no existiera, la gente iría a otros, muchos no quieren marcharse pronto. La gente no se quiere ir a casa”, comenta.
La hostelera es consciente de que algunos de los que se marchan de los pubs y las discotecas, y que anteriormente irían al Paseo Marítimo, el Flash o el Deskite, ahora optan por cafeterías de barrio para empezar la mañana. “Yo también noto que bajó mucho la gente, pero no se va a casa. Está repartida en cafeterías por toda la ciudad”, explica.
Por otra parte, un fenómeno que observa cuando se dirige a abrir su local, hacia las 06.00 horas, es la vuelta de la bebida a las calles. Ese mismo fenómeno ya lo denunciaban, con motivo de los cotillones de Fin de Año, algunos hosteleros. “Suelen existir problemas con gente que sale de las discotecas y está sentada en la calle. Hacen botellón porque no les dejan entrar en los locales, y esos son a los que cortamos”, matiza.
En ese punto, Arboleya también concuerda con sus colegas de primera hora de la noche: hay que diferenciar entre la responsabilidad del hostelero en la puerta del establecimiento y la que atañe a la Policía en la vía pública. Y es en ese limbo donde acostumbran a aparecer buena parte de los problemas o faltas de respeto como orines a la vista de todo el mundo. En ese sentido, Marco, un habitual de La Tata de 30 años, dice que el after de la calle del Orzán tiene pocos conflictos, pero también menos gente. “Antes, a veces, se podía percibir cierta tensión, pero ahora la gente de siempre es cada vez más madura”, apunta.