Entrevista CTV
Isabel Ruso es una de esas personas que se identifican con la ciudad y, concretamente, con una parte tan importante como es el instituto Eusebio da Guarda. “Mi padre era militar y le destinan forzoso a Ourense, en el año 69, y dijo que nunca más se iba a ir de Galicia –recuerda–; vino para delimitar la frontera entre España y Portugal, se enamoró de la ciudad y nunca quiso ya irse”. Ese amor por la naturaleza y por A Coruña se lo transmitiría a su hija que, aunque nacida en Madrid por las circunstancias, practica el coruñesismo convencida desde que tenía nueve años.
Le brillan los ojos al hablar de la ciudad pero especialmente cuando lo hace del instituto que dirige. “Es algo que marca a cualquiera –explica– a mí, desde luego, lo ha hecho”.
¿Cómo aparece en A Coruña?
Llego con nueve años. Íbamos a las Esclavas y llegamos con el curso empezado. Y luego hice COU en Jesuitas. Perdimos a una compañera en un accidente de moto y su padre le dijo al mío lo que haría en caso de que su hija siguiera viva y mi padre recogió esa sugerencia. Recuerdo quedar para patinar al lado del Playa Club con el uniforme. Y la zona de Maestro Mateo y luego ya hacia la zona de los Cantones, los Jardines, la primera vez que las niñas jugábamos con los niños.
¿Cuál es su primer recuerdo de la ciudad?
El mar. Es y seguirá siendo uno de los mayores atractivos de la ciudad. Vivir en una península es algo muy espectacular. En el observatorio meteorológico del Eusebio hay una vista que permite distinguir perfectamente dónde estás viviendo, en una de las zonas más estrechas: de frente ves el puerto, al otro lado Riazor y Orzán y en plan dramático, en medio, la casa Picasso. La madre de Picasso se subía a la tapa del baño para verlo entrar en el Eusebio o para verlo jugar. Esa posición estratégica del edificio le permitía hacer eso. Sobre el mar, recuerdo una anécdota de mis padres, que se encontraron demudado a un chico que acababa de llegar y que no sabía moverse. Cogía como referencia el mar y lo encontraba por todas partes...
Eso le pasa a quienes vienen de fuera, que les cuesta orientarse...
Y una de las cosas que más impresionaba a mi padre, que hizo que nos llamara muchísimo la atención, eran los varaderos del Parrote. Que en plena ciudad hubiera esa maravilla... Esta es una ciudad que engancha. No soy coruñesa de nacimiento pero sí de corazón. Por ese motivo presumes mucho más incluso.
¿Cuáles son sus barrios?
Yo vivía en la zona de las Esclavas. Nos movíamos más hacia el centro. Y ahora mi barrio por excelencia desde que me casé es la plaza de Vigo. Allí está todo nuestro alumnado y parte del profesorado. Mi vinculación con esta zona es muy grande.
Mucha gente dice que no es un barrio...
Sin embargo, sí es cierto que concentra muchas más personas que las que viven allí. Vas por allí y es un hervidero de gente. Nos conocemos todos.
Vamos, que le cuesta llegar al centro a tiempo...
A veces haces tutorías externas (risas).
Y eso que este no es un instituto cualquiera...
Eso para mí es indiscutible. Soy una directora muy presumida: presumo de profesorado, de alumnado y de centro. Mi intención desde el primer momento es ponerlo a nivel local, provincial pero también nacional e internacional. Aprovechamos la figura de Picasso, que hace que a todos los niveles seamos conocidos. Yo estoy enganchada al Eusebio. Es algo que marca a cualquiera. A mí, desde luego, lo ha hecho.
Pero no fue su primer destino.
El primero fue el Alfredo Brañas, en Carballo, que fue estupendo. Me fui literalmente llorando. Yo venía con cierta prudencia al Eusebio, porque le llamaban el cementerio de los elefantes. Pero fue la mejor decisión de mi vida. Yo siempre decía de niña que me gustaría encontrar un desván lleno de cosas antiguas.
Y lo ha encontrado...
Es algo mucho más que un desván. Todo lo que tocas aquí es un trozo de historia de la ciudad. Y eso que no éramos el instituto provincial. Nuestra historia comienza con el bando de Isabel II, que decide que tiene que haber un instituto por cada provincia, salvo que hubiera una sede universitaria, así que el primer instituto era el Gelmírez, en Santiago. La ciudadanía coruñesa cómo saltó... lo intentó en varias ocasiones y a la quinta lo consiguió.
Tiene en su currículo coruñés el haber sido Meiga Mayor...
No es como ahora, era otra época. Fue muy divertido... Íbamos en carros de vacas, adornados con hortensias, porque el presupuesto era el que había. El mío fue el primer año que se hizo algo que no fuera simplemente una acumulación de madera. Nos subíamos a la fachada de la Compañía de María para encender la hoguera. Guardo muy buenos recuerdos de esa época.
¿Qué le hace sentirse orgullosa de la ciudad? Además del Eusebio...
Es mucho más. Para mí, el Eusebio es una parte muy importante de mi vida, que excede mucho más que el simple venir a trabajar, pero lo importante es la ciudad como tal. Yo me casé en la iglesia de Santiago porque mi tesina sobre demografía de A Coruña, entre 1600 y 1820, la hice allí, recopilando partidas de nacimiento, matrimonio y defunciones. Una investigación que me vinculó aún más a la ciudad. Cuando me casé, para mí era algo más que una iglesia preciosa, que lo es.
¿Y de qué iba esa tesina?
Pues ahí sacabas algunas conclusiones. Parece que aquí, en el siglo XVII, la crisis que fue generalizada en otros lugares aquí no lo fue tanto. Y puedes hacer un seguimiento sobre cómo cambia la familia si has tenido una niña o un niño o lo has perdido, haciendo un estudio social a través de los números.
¿Qué otros rincones preferidos tiene en A Coruña?
El colegio de las Esclavas, que fue el mío, de mis hijos, de mis nietos... y, quizás más que un sitio, esa sensación de vivir en una península, con un paseo marítimo espectacular, los varaderos del Parrote. Y los jardines de Méndez Núñez y el estanque de los peces, donde recordamos a mi padre. Es que en A Coruña todo es bonito.
¿Y cuál es el principal defecto de la ciudad?
El viento. Estamos entre corrientes (risas). Estar entre mares es lo que tiene.
¿Si pudiera viajar a una época en el tiempo, cuál sería?
Para mí sería un lujo conocer a don Eusebio y a doña Modesta, un matrimonio que, aunque ella le llevara doce años y digan que era por dinero, para mí fue por amor. Hay un momento, en que toman una decisión que a mí me gustaría estar ahí para agradecérselo que cuando esperan a firmar el convenio para la realización de este edificio a que se concrete que iba a ser para enseñanzas medias. El instituto, el colegio, la plaza de abastos... fueron midiendo y pensando en la trascendencia de todo esto para la ciudad.
¿Bonilla o Timón?
Buf... difícil. Por tradición, Bonilla, pero me va a matar mucha gente... Es que no tienen nada que ver. Los churros son muy distintos unos son más pequeñitos, pero voy a decir Bonilla, porque también me gustan sus patatas.
¿Méndez Núñez o monte de San Pedro?
Méndez Núñez. Por mi vinculación y los recuerdos que tiene para mí.
¿Calle de la Barrera o de la Estrella?
La Estrella. A posteriori ya no tanto pero, de inicio, la Estrella.
¿Agua de Emalcsa o embotellada?
Yo agua del grifo. Siempre. También bebo la otra, pero fuera de casa. En casa, siempre agua del grifo.
¿Playa de Riazor o playa del Orzán?
Riazor. Por mi vinculación personal. Viví cerca de Riazor, por mi cole, y ahora por el Eusebio. Si tengo que trabajar a veces hasta voy a tomar un poco el sol entre el trabajo de la mañana y de la tarde. Es mi playa.
¿Va por la ciudad a pie o motorizada?
Fundamentalmente, voy siempre a pie. Recorro la ciudad a pie. Me gusta mucho andar y el Paseo Marítimo es ya un lujo. El 1 de enero por la mañana, casi por tradición, nos damos la vuelta a la ciudad en un buen paseo.
¿Pero sabe cuál es el bus que tiene que coger para ir a su casa?
Es que no lo uso. A veces uso el tres desde las Esclavas hasta la Autoridad Portuaria porque llevo a mis nietas.
¿Helados de la Colón o de la Ibi o sabores más modernos?
La Colón. Y antes me acuerdo de la Ibense. Los helados de aquella heladería eran espectaculares pero hasta el polo de limón estaba riquísimo. Y ahora, me gusta mucho el de limón de la Colón, que puede ir acompañado de cualquier otra cosa, pero ese es espectacular.
¿Verbena o concierto en el Coliseum?
Pues depende del momento. No soy mucho de una cosa ni de la otra, mucha gente me asfixia. Pero recuerdo algunos conciertos en María Pita, uno de Prince en Jesuitas, uno muy divertido de Miguel Bosé en el Palacio de los Deportes que nos reímos muchísimo... las verbenas, en verano.
¿Carnaval o San Juan?
San Juan. Yo creo que aquí tiene más peso. Carnaval también me gusta. Me divierto mucho preparándolo aquí en el instituto. Pero San Juan en A Coruña es mucho.
¿Chorbo o neno?
Ay Dios...
Puede decir que no usa ninguna.
Yo, desde luego, no digo ninguna de las dos. Pero, de hacerme gracia, me hace más gracia “chorbo”, que lo usa de broma mi hijo el mayor.