El próximo mes de octubre Juan José Rodríguez Cabanas (Ginebra, 1974) cumplirá un año al frente de la asociación vecinal de la Sagrada Familia. En cuestión de unos pocos meses no sólo se ha convertido en una de las voces más activas del movimiento asociativo, sino que también ha reactivado unos festejos que recuperan las celebraciones en la zona.
Serán las primeras fiestas después de la pandemia, ¿cuáles son sus sensaciones?
Hay siempre ganas de pachanga. Era una pena ver a los otros barrios celebrando y nosotros sin tener nada. Esperamos mucha participación, que el barrio se anime. Queremos hacer algo importante, después de unos momentos tan delicados y olvidarnos de esa pandemia para empezar una vida con algo bonito. Somos uno de los barrios viejos de la ciudad y la pandemia pegó muchísimo y afectó a gente de la zona, muchos locales cerraron y no se gozaba de una buena salud. Abren muchos barrios nuevos y vas quedándote ahí, al igual que Os Mallos u O Ventorrillo. No podemos ofrecer cosas como otras zonas.
¿Percibe ilusión entre sus vecinos?
Sí, porque hay un cambio generacional, con mucho estudiante en el barrio. No sabemos si paran o no en la zona, pero sí habitan aquí. Es algo bastante interesante y la irrupción de Vioño nos da un plus más. También Os Mallos y O Ventorrillo están tirando con fuerza hacia delante.
El antecedente de las tortillas invita al optimismo...
La fiesta de la tortilla y los carnavales fueron una cosa estupenda y lo que vamos a hacer ahora lleva un trabajo asombroso detrás. Estamos poniendo toda la carne en el asador para no dejar a nadie atrás. Hemos empapelado el barrio y en todo momento va a haber un plan para alguien y queremos que la gente se sienta orgullosa de la asociación de vecinos. Hemos venido para mejorar el barrio, no para ponernos una pegatina.
¿Cuánto trabajo llevan detrás estas fiestas?
Podemos hablar de dos meses de trabajo muy duro. Es un trabajo a cambio de nada y sí de muchas críticas, de gente que te pone de vuelta y media. Soy comerciante y ya estoy quemado de críticas. No me importa y sólo quiero mirar por mi barrio y que funcione. Queremos que se vea que aquí se puede venir a pasear y a comprar, porque realmente hay buena gente.
Actos así justifican la existencia de una asociación vecinal...
Sin una asociación vecinal sería todo inviable. En cualquier barrio es algo determinante, tanto para la convivencia como para la seguridad. Se trata de saltar a los medios, a los organismos... es cuestión de luchar por lo nuestro.
Siempre insisten en la idea de hacer barrio...
No queremos que se pierda. Queremos ese sentimiento, que siga siendo la Sagrada Familia, que recupere esa esencia de siempre. Hay un cambio generacional hacia gente muy buena. Siempre hago hincapié en un club como el Imperátor, que es una maravilla, además de una biblioteca estupenda. Son cosas que están ahí para que la gente pueda hacer uso de ellas. Son muchísimas cosas que no todos los barrios tienen.
¿Cuál es la situación actual del barrio?
Diría que entramos con mucha fuerza. Nos hicieron un caso enorme al principio y queremos que así siga siendo desde las instituciones. A otros niveles hay cosas muy estancadas, como la poda de árboles y el mantenimiento. Es algo que deberíamos empezar a pensar seriamente en eso, porque clama al cielo. La policía de barrio también es algo en lo que hacemos hincapié y sobre lo que recibimos caso omiso. Es el típico compañero que, viéndolo, daba tranquilidad a los hosteleros y comerciantes. El típico charlatán que nos escuchaba a todos. Finalmente, la comunicación con los barrios debería ser más directa y no tener que estar con quejas vía registro, que no haga falta llegar a ese punto.
¿Qué mensaje mandaría a la gente de otros barrios?
Le mandaría un mensaje para que se animen a venir, a disfrutar de un barrio del que estamos encantados de formar parte. Van a ver que somos uno más de la familia de barrios y habrá pachanga para todos.