El experto en internacionalización, estrategia de mercado y negociación Julio Ceballos impartió ayer una conferencia en Nordés Club Empresarial (‘China, ¿superpotencia incomprensible o incomprendida?’). Tras casi 20 años asentado en el país asiático, acaba de publicar el libro ‘El calibrador de estrellas’.
Ceballos buscaba poner sobre la mesa con su charla que “el mundo funciona con unas reglas que ya no son occidentales”. “Occidente muestra una sorprendente reticencia al cambio”, asegura el consultor, que plantea un doble dilema: “China nos resulta incomprensible porque no conocemos cuáles son sus escalas de valores, prioridades y ritmos; y está incomprendida porque tampoco hacemos el esfuerzo para comprenderla”.
China tiene esa extraña dualidad de ser alabada como potencia, pero criticada por su forma de gobierno, ¿cómo ve esa dualidad?
A la hora de acercarnos a China, partimos de un triple error. El de pensar que porque no tienen valores democráticos no podemos llegar a acuerdos, o sea, que no son de fiar. El de pensar que porque son comunistas son nuestros enemigos, cuando ellos nos ven como un modelo diferente del que no dejan de aprender. Y, tercero, cometemos el error de pensar que no podemos aprender de ellos, que nuestro modelo ya es perfecto, que no es susceptible de ninguna mejora. Al contrario, podemos aprender mucho, además de no tener todas las preguntas, nos faltan muchas respuestas.
Entre esas cosas que podemos aprender, ¿cuáles destacaría?
Esa es la reflexión que desarrollo en el libro. Desgrano 18 aprendizajes, pero destacaría cinco. La meritocracia, introducir parámetros de premio, logros, experiencia, sobre todo entre los que ocupan puestos de gobierno de responsabilidad. Dejar de improvisar, liberarnos de esquemas cortoplacistas en los que estamos atascados, porque hay políticas, como la educación, la defensa o la energía que exigen una continuidad mayor. Fortalecer la cultura educativa, que va más allá de fortalecer el sistema educativo, también es volver a prestigiar el valor del talento y dignificar la figura de los docentes. Fomentar la cultura del esfuerzo, volver a explicar que no hay atajos, que sin esfuerzo y sin ganas de mejorar no vamos a ningún lado. Por último, te diría el pragmatismo, en nuestro sistema hay que llegar a consensos, pero no debemos atascarnos en debates bizantinos, tenemos que empezar a premiar la eficacia.
Lleva desde 2006 en China, ¿cómo llega allí?
Con una beca de internacionalización. Me tildaron de loco por irme. En dos años se demostró que fue una gran decisión, con la crisis aquí dejó de abundar el trabajo y en China no hizo más que multiplicarse. Estaban por llegar el grueso de las empresas españolas y no había muchos profesionales con cierto conocimiento de chino y dispuestos a desarrollar negocio. Me he especializado en ayudar a empresas europeas.
¿Cuesta mucho adaptarse al cambio cultural?
Es muy diferente. Aunque son grandísimos anfitriones y la hospitalidad es magnífica. El idioma es endiabladamente complicado y nunca llegas a dominarlo. El proceso de adaptación no termina nunca, después de dos décadas en China, sigo aprendiendo todos los días.
Con lo que hemos visto con Trump y sus aranceles, ¿cree que puede hacer que la UE empiece a mirar más hacia China y Asia?
Ya no es una oportunidad a valorar, es imperativo. EEUU nos ha demostrado que no nos ofrece ninguna garantía como aliado y que puede convertirse en rival y fuente de inestabilidad. De allí van a seguir viniendo modelos inspiradores, pero el modelo americano no es todo lo benévolo, justo y libre que creíamos. Tenemos que empezar a mirar más hacía donde sale el Sol. Asia es la zona hacia la que se desplaza el peso y el centro de gravedad geopolítico, tecnológico y económico. Tenemos muy claro lo que no queremos aprender de China, pero son muchas las cosas que sí que podríamos aprender.