Juventud y talento: estas son las dos palabras que mejor definen hasta el momento la trayectoria profesional de León Durán, un joven compositor coruñés que a sus 22 años ya ha logrado hitos tan especiales como que las bandas municipales de múltiples ciudades de Galicia y el resto del Estado hayan interpretado su obra, y que ha recibido galardones como el Primer Premio del I Concurso Internacional de Composición Emili Giménez Bou, celebrado en Cullera, Valencia, por su obra ‘Bodas de Sangre’.
Oriundo de A Coruña, su historia con la música, como en tantos casos, comienza en la infancia. “Yo vengo de una familia musical: mi padre (Juan Durán) es compositor, mi madre es musicóloga, mi tío es músico... Así que tuve acceso a la educación musical primero en casa, y cuando cumplí los ocho años ya fui al Conservatorio”, explica. Que haya escogido, dentro de la música, la composición, sí que tiene una motivación “paterna”: “Yo también quería componer, aunque si la composición no hubiese sido lo mío lo habría notado y no habría seguido. Así que también hay una parte de vocación”.
Este joven músico, que estudió en el instituto de Elviña, barrio en el que aún reside, decidió por tanto formarse en composición en Murcia, donde concluyó el año pasado sus estudios con las mejores calificaciones posibles. Actualmente es profesor de armonía en el Liceo la Paz.
Durán fue compaginando esta carrera académica con la escritura de sus primeras piezas. De hecho, escribió su primera obra con trece años, en 2015, que fue presentada en 2016 en el Palacio de la Ópera. “Normalmente los compositores comenzamos a escribir a esa edad: la diferencia quizá que tuve con mis colegas es que yo ya empecé a componer para banda”, comenta. “Lo normal es que empieces con piezas para tu instrumento. Yo comencé a tocar en una banda cuando entré en el Conservatorio, sabía cómo funcionaba, por lo que me vi con la fuerza como para hacer una pieza para banda”, explica.
Entonces se la mostró al director de la banda del Conservatorio, “con la buena fortuna de que la estrenó en el Palacio de la Ópera en un concierto benéfico que hacían todas las agrupaciones del Conservatorio que se celebra cuatro años”. “Fue una carambola suprema”, narra con gracia, pero los siguientes años vendrían a confirmar la tendencia. Y es que desde aquel entonces las bandas municipales de lugares como A Coruña, Santiago, Ferrol, As Pontes, Santádega, Bilbao o Madrid, así como la Banda Sinfónica Xuvenil de Galicia o la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Superior Manuel Massotti Littel de Murcia, han interpretado en diferentes momentos las obras que ha ido componiendo: ‘Oda a la música’, ‘Ao xeito de foliada’, ‘Metamorfose sobre o himno galego’, ‘Ofrenda a Rosalía’ o Aires galegos’, entre otras.
Así, asegura que lo que más le motiva es que “el lenguaje de la música es un lenguaje universal, y un músico clásico puede entender el procedimiento técnico que ha seguido cualquier cantante o cantautor famoso para componer una canción”. No obstante, también hay dificultades. “La música se enfrenta a un gran problema respecto a otras artes, y es que tenemos que conmover solamente a través del sonido. Y eso es dificilísimo. No hay imagen, no hay texto: un compositor tiene que transmitirle al público los mismos afectos que una película, una novela o incluso en música que un grupo con un letrista muy bueno que escriba canciones con las que todo el mundo se sienta identificado”, explica.
“Tienes que transmitir los mismos sentimientos que Bad Bunny cuando le deja su novia o que Miley Cirus cuando se acuerda de su ex, porque todos los tenemos. Y tienes que hacerlo con un lenguaje mucho más críptico, y ante un público que está enteramente a tu disposición, que te da toda su atención”, dice. Algo que “demanda mucha maestría del compositor, en cuanto a cómo traslada esos sentimientos a ese lenguaje críptico musical”.
Una mirada, asegura, que no concede lugar a los prejuicios: “Creo que los músicos clásicos muchas veces cometemos el pecado de mirar por encima del hombro a los otros músicos. Creo que formamos parte de esferas diferentes de un mundo común, y simplemente satisfacemos a públicos diferentes. Pero todo se trata de lo mismo: de comunicar”. Eso, precisamente, es lo que cree que mejor puede formar a un compositor: “Estudiar mucho y escuchar mucha música, porque eso siempre aporta cultura y herramientas a los compositores para su futuro”. Sin límites. “Es como comer fruta. ¿Cuánta? Cuanta más, mejor”, sentencia.