“Me pareció simpatiquísimo”. Así definió Chema Madoz el reportaje que publicó el pasado domingo El Ideal Gallego en el que se explicaba que la alcantarilla escurreplatos donde hizo su famosa fotografía no estaba en Madrid, como muchos localizaban, sino en A Coruña. “Ponen Madrid por defecto”, aseguró su autor.
En la información, explicábamos cuál es exactamente el sumidero que se utilizó para la imagen –en la que la vajilla colocada de manera estratégica trata de recordar un escurreplatos–, y que fue tomada en la plaza de María Pita.
Madoz regresó a A Coruña este martes para impartir un taller dentro de las actividades del premio Luis Ksado, que alcanza ya en esta edición su mayoría de edad. El Ágora se llenó para escuchar al premio nacional de fotografía, que proyectó una serie de imágenes propias para explicar cómo elige el escenario y los materiales, dónde encuentra la inspiración y cómo se enfrenta al difícil arte de plasmar objetos inanimados para acabar dándoles vida.
Su vocación no fue precisamente temprana, así que nunca es tarde para iniciarse. “Empecé con veintipico años a hacer fotos”, desveló. El germen fue la cámara que se compró un amigo para ir de viaje juntos. En ese momento descubrió que “ahí hay algo que poder contar, transmitir ideas, emociones y reflejar en papel tu propia mirada”.
Madoz afirmó que “hay 800 maneras de acercarnos a la fotografía y todas son igualmente válidas”. La suya tiene mucho que ver con el surrealismo y con los juegos de lógica, en un ejercicio en el que los extremos acaban tocándose. “Si apuras mucho la lógica, llegas a lo absurdo”, explicó.
Esa es la dinámica que suele emplear a la hora de hacer sus fotos, aunque su proceso creativo empieza siempre desde la parte visual; la parte más racional entra en juego un poco más tarde. “La propia imagen sirve de guía –afirmó–; primero haces la imagen y luego te encuentras en la necesidad de explicar por qué ha ido tu trabajo por ahí”.
En ese momento, a instancias de Xurxo Lobato, que organiza los talleres, recordó la imagen del sumidero con los platos que tomó en la plaza de María Pita, durante un curso que dio en A Coruña en el año 1998: “Siempre dejo la puerta abierta a que los alumnos vayan con sus objetos y yo llevaba los míos pero lo que suele pasar es que se traen lo más raro que tienen en casa, cosas que ni saben ni para qué son y no se trata de eso, sino de encontrar la extrañeza en algo que es muy normal”, comentó.
Después de dos días de clases, “había cierta saturación”, así que el profesor les propuso algo diferente: “Vámonos a la calle”.
“Paseando por la plaza de María Pita, encontramos estos sumideros que pensaba que podían funcionar”, rememoró. Compraron unos platos en una tienda que había cerca y la cosa encajaba perfectamente. “La foto te descoloca porque genera una asociación con una gran carga de realidad”, en la que el espectador queda sorprendido por el hecho de replicar una imagen cotidiana y casera en un lugar insospechado como es un sumidero, explicó al auditorio.
“Una vez que acabas de encajar los platos, obtienes tal sensación de efectividad... Es un nexo para relacionar dos realidades donde encierra su sentido un sinsentido”, reflexionó.
Unos platos, un sumidero y el ojo de un gran fotógrafo. El resto ya es historia: acababa de nacer una imagen de esas que nadie puede olvidar una vez vista. Sobre todo, los alumnos que han pasado por la Escola de Imaxe e Son, que tienen una copia colgada en el centro. Lo que muchos no sabían es que, si quisieran recrearla, solo tendrían que ir hasta María Pita.
La foto que Madoz hizo en la plaza de María Pita tiene múltiples reinterpretaciones. Como la que hizo ayer Elena Ferro en su cuenta de Instagram, aludiendo al reportaje publicado por El Ideal Gallego el pasado domingo.
Con varios bolsos ‘Galiña de Mos’ como si fueran los platos, emula la imagen del fotógrafo y elige para hacerlo exactamente el mismo sumidero en donde se tomó la original.