En una ciudad de 244.000 almas y casi 32.000 perros (ellos puede que no tengan alma pero, a cambio, todos van al cielo) respetar las normas de convivencia se vuelve cada vez más importante. Por ejemplo, en lo que se refiere a los excrementos en las aceras. Los transeúntes, y los dueños de los perros que sí recogen las deposiciones, se quejan de que hay muchos que no lo hacen. Y lo que es peor: rara vez se les sanciona. El año pasado la Patrulla Verde de la Policía Local tramitó 16 multas por “molestias”.
Bajo este epígrafe se acumulan las sanciones por las deyecciones, pero también pueden incluirse otras molestias. Para conocer realmente el bajo nivel de multas que se imponen por este motivo hay que remontarse a antes de la pandemia, cuando todavía aparecía segregado en las estadísticas del 092: una en 2019. Fuentes municipales confirman que los inspectores de Medio Ambiente acuden acompañados de la Policía Local, de manera que esos 16 denuncias del año pasado incluyen todas las de deyecciones.
Samuel Rodríguez, activista a favor de los perros y el responsable de la iniciativa de 4.500 firmas para exigir mayor acceso de estos animales a las playas y al transporte público, reconoce que es uno de los mayores problemas que existen y considera que la sanción es necesaria. Algunos apuestan incluso por elevar la cuantía de la multa, que actualmente se cifra en 120 euros.
Pero la cuestión de fondo es que de nada sirve incrementar el importe si luego no se sanciona. En realidad, el Ayuntamiento nunca ha ejercido una gran presión sobre los infractores, por múltiples motivos.
Fuentes municipales sostienen que es muy difícil combatir el problema. “La gente que saca a la calle al perro mira a un lado y al otro. Si no hay nadie, simplemente no lo recoge y se va”, explican. Por supuesto, los agentes municipales actúan de paisano cuando acuden a las zonas verdes en busca de infractores pero estos rara vez se confían. Por otro lado, hay ocasiones, sobre todo cuando el dueño ha soltado al perro en una las zonas habilitadas para ello, que simplemente no se da cuenta de que su mascota ha defecado. Se trata de una misión muy difícil, casi imposible, a pesar de que se han ensayado algunos métodos novedosos durante el año pasado para atrapar a los infractores por otras causas, como el uso de drones.
Efectivamente, en agosto del año pasado, por primera vez la Policía Local decidió hacer uso de estas cámaras voladoras para sorprender a infractores en el Paseo de los Puentes. Los agentes habían acudido al lugar en varias ocasiones en respuesta a quejas vecinales, que aseguraban que los dueños de los canes los soltaban, pero estos se apresuraban a ponerles la correa en cuanto las autoridades hacían acto de presencia. Después de que un can suelto mordiera a alguien, los mandos del 092 decidieron adoptar un enfoque distinto.
Habían comprado dos aparatos en 2022, uno para Tráfico y otro para Medio Ambiente. El dron, pequeño y silencioso, volando a gran altura, resultó indetectable para los infractores. Equipado con cámaras de alta resolución, permitió obtener imágenes donde se distinguía cómo los canes corrían libremente por el parque. Cuando los agentes se acercaron con el bloc de multas, los dueños de los perros no tuvieron excusa y cinco fueron sancionados. Pero fue una medida excepcional, que nunca más se ha vuelto a poner en práctica.
Hay otras medidas que se han contemplado pero que tampoco han llegado a hacerse realidad. La Concejalía de Medio Ambiente había puesto sobre la mesa realizar test de ADN de las heces de los animales. Aunque a primera vista, se podría considerar una medida radical, A Coruña no era la primera ciudad en proponerlo. De hecho, se hace en casi 50 ciudades de España, pero ninguna de ellas en Galicia.
En 2019, la entonces concejala de Medio Ambiente, Esther Fontán, explicaba que conllevaría mantener “un registro previo al que estarían obligados a pertenecer todos los dueños de perros” de A Coruña. Así, el Consistorio conocería “el número exacto de perros y sus microchip” Solo el 2% de los inspeccionados carece de ellos.
Por otro lado, tampoco se han lanzado campañas de concienciación desde hace mucho tiempo. En este sentido, el problema de los excrementos, aunque moleste muchos, está muy lejos de la primera línea de las preocupaciones del Ayuntamiento. Quizá por eso para muchos el problema empieza a oler mal.