La expansión a nivel mundial de Estrella Galicia todavía provoca un hormigueo en el estómago cada vez que un coruñés se encuentra el logotipo, o un tirador, en la otra esquina del mundo. O cuando simplemente comprueba cómo la botella a la que asocia buena parte de sus mejores recuerdos se cuela en la retransmisión, ya sea de las campanadas o de su serie favorita. La tenemos tan interiorizada, y la sentimos tan nuestra, que el hecho de compartirla con todo el mundo lo percibimos como una conquista ‘koruña’. Pocas cosas ponen tan de acuerdo a los coruñeses como la cerveza a modo de elemento de cohesión, y también de agente socializador fundamental. La única discrepancia está en la nomenclatura: para unos ‘garimba’, para otros ‘birra’ y, para gran parte de ellos, simplemente una Estrella.
Es esta última fórmula la que llamó la atención de un inglés, no hace demasiado tiempo, en una taberna irlandesa del centro de la ciudad. “Los españoles piden una cerveza y les da igual si es IPA, Lager o Pilsen, pero en Galicia decís la marca, igual que nosotros”, comentó a modo de halago. Lo que no sabía, probablemente, es que sus antepasados y aquellos que hicieron la misma ruta que él siglos atrás tienen mucho que ver con la evolución y el papel de A Coruña como una de las capitales cerveceras de España. Las tres familias a las que este diario ha conseguido unir por primera vez son la mejor guía de viaje por los orígenes de la industria cervecera en A Coruña. Todo un patrimonio que merece ser puesto en valor.
Como veremos más adelante, tal y como afirman las crónicas del siglo XIX, no siempre la cerveza tuvo la aceptación y el éxito del que goza hoy en día. Hubo un tiempo en que tanto su producción como su consumo eran una excentricidad. Proponemos un viaje, por tanto, de la mano de Ignacio Rivera Quintana, María Isabel Martín-Serrano Sastre y Jorge Juan Medín Guyatt. Representantes de tres familias que han puesto, en mayor o menor medida y con finales diferentes, su granito de lúpulo. Unas no se entenderían sin las otras y, por lo tanto, lo que somos es en buena medida gracias a lo que fueron, hicieron e idearon sus antepasados. “Somos el Múnich español”, acabarían por concluir, gracias al carácter único de esta historia.
Se trata en realidad de una reunión organizada para contar las ‘batallitas’ del abuelo. O, mejor dicho, del bisabuelo, como en el caso de Ignacio Rivera. O el trastatarabuelo, en el de María Isabel Martín-Serrano Sastre, a la que el apellido Merckel solamente le ha quedado para presumir. “Mis amigos aún me llaman Merckelita”, confiesa. El porqué de la importancia del apellido viene de la fábrica de Merckel, fundada en 1808, y que es la primera gran marca coruñesa de cerveza. Un siglo y dos años después de su nacimiento llegará otra que tomará su modelo de éxito y lo llevará a otra dimensión. Por último, Guyatt todavía guarda un importante patrimonio de la llegada en los primeros años del siglo XX de su abuelo Robert, ingeniero químico cervecero que arribó junto a su hermano y vicecónsul inglés Henry. De su chistera sacará auténticas piezas de museo que darán que hablar a lo largo del encuentro. Y mucho.
El presidente ejecutivo de Hijos de Rivera, Ignacio Rivera, juega en casa y ejerce de anfitrión. La cita es en MEGA, hoy convertido no solamente en uno los mayores reclamos turísticos de la ciudad, sino también en el guardián y difusor de un legado que también supone un motivo de orgullo para los coruñeses. Pero en esta ocasión El Ideal Gallego funciona como organizador de lo que podría llamarse ‘La historia antes de la historia de MEGA’. El resto ya es cultura popular y conocido y disfrutado en el día a día.
Por eso de respetar la cronología histórica es Isabel, la descendiente de los Merckel, la que rompe el hielo. Muestra una fotografía de sus abuelos, de los que le ha llegado la vasta información que mantiene fresca como una cerveza recién tirada. “¿De dónde llegó tu familia?”, le pregunta Rivera. “Jacob Merckel vino de Nideshein. Era alemán, judío y masón. Lo tenía todo”, responde su trastataranieta después de levantar el primer momento de risas y complicidad. La historia ha enganchado al ahora cervecero más importante del norte de España, y potencialmente uno de los más notables a nivel mundial. “¿Por qué vinieron?”, insiste. Con más de dos siglos y una documentación muy limitada de por medio, es fácil dejar lugar a la suposición y el relato oral: “No creo que fuera por judíos, simplemente lo harían por emprender”.
El trabajo de investigación de El Ideal Gallego sitúa a los primeros Merckel en A Gaiteira, en la antigua fábrica del pionero Santiesteban, la primera de Galicia. “Eran alemanes, es muy lógico que, habiendo una fábrica de cerveza, vinieran compatriotas después”, intuye su descendiente.
Pero pongamos en perspectiva el siglo XIX y lo que significaba entonces ser cervecero. Quitémonos de encima lo idílico de una caña en La Cevecería y pensemos en un gusto prácticamente subversivo, estigmatizado por las crónicas de la época.
En ese tiempo, “la cerveza no era una bebida extendida en la ciudad, tan solo era consumida en los ambientes portuarios, pero aún así eran el vino y el aguardiente la preferencia de aquellos de vida desarreglada”, apunta el historiador y escritor Valiño a consulta de este diario. De hecho, ‘El Noroeste’ publica en 1903 una pieza sobre las tabernas coruñesas en la que se detalla lo más consumido: “El vino, Castilla ó Rivero, tiene formidables competidores en la caña, la ginebra ó el anís. Hace algunos años que se expende la cerveza de barril, pero esta bebida tiene pocos prosélitos, y la mayor parte la beben después de haber abierto boca con algunos vasos de vino”.
La historia se enreda más y se hace culebrón en el siglo XX. A los ya conocidos protagonistas se suma otro que en el futuro también llevará el nombre de A Coruña por el mundo. El abuelo de Fernando Rey, Fabián Casado y sus socios toman la alternativa de la fábrica de Merckel. Sin duda, un guion de cine para una película que sorprende a Rivera. “¡Menudo lío! ¡Qué me dices! ¿Pero era el abuelo del actor?”, pregunta. Tampoco Merckel da crédito.
Los caminos de Merckel y Rivera se entrelazan en este punto. “Según mi abuela, la fábrica se le vendió a Rivera. El administrador Manuel Serrano, que estaba casado con una Merckel, era un gran jugador de billar (risas) y era capaz de estar 24 horas jugando y apostando. Nuestra familia tenía casas en el Cantón y le salía dinero por las orejas, pero este señor se dedicó a hacer lo que le dio la gana y mi familia dijo: ‘Hasta aquí llegamos’. Y acabaron vendiendo”, relata Isabel, según lo aprendido en su casa. “No hay papeles, no hay nada, porque según mi abuelo un apretón de manos entre caballeros era suficiente”, agrega. Rivera, que creció como la espuma desde entonces, rebaja el pesimismo: A lo mejor hizo un buen negocio, no hay que pensar qué pasa después ni en si le irá bien al otro”.
En 1910 se registra la marca La Estrella de Galicia, que rivalizará en el mercado local con las cervezas de Corunna Brewing Company, la empresa de los Guyatt. “Mi abuelo Robert vivía en el pazo familiar, en As Xubias, y cruzaba la ría en una lancha que aún conserva para ir a la fábrica, en Oleiros, que estaba donde hoy está el centro cultural y deportivo A Fábrica”, apostilla Jorge Juan Medín Guyatt, que sitúa el final de la factoría familiar alrededor de 1917, eso sí, después de haberse labrado una gran reputación entre la colonia inglesa que trabajaba en la Constructora Naval de Ferrol. El presidente ejecutivo de Hijos de Rivera cree que la clave debió de estar en la cerveza negra. “Las stout no debían de hacerse aquí y los ingleses, que también trajeron el fútbol, buscaban dónde conseguirla”, intuye el empresario. Ni tan lejos de la realidad: el Corralón de A Gaiteira fue escenario del primer partido documentado en la ciudad de A Coruña y uno de aquellos futbolistas pioneros fue el abuelo de Guyatt, Robert. A Coruña es uno de los sitios más longevos de España en lo que a fabricación de cerveza se refiere. “Somos el Múnich español”, sentencia Ignacio Rivera. “No hay nada (como la producción de cerveza coruñesa) en otros sitios del Norte”, prosigue.
Durante toda la visita acompaña a Guyatt un maletín, y una vez explicada la aportación familiar a la historia de A Coruña considera que es el momento idóneo para descubrir todo un tesoro. Ha querido compartir parte de ese legado con quienes acompañan a su familia en ese viaje. En nombre de los siete nietos de Robert Guyatt, obsequia a Ignacio Rivera y a Isabel ‘Merckelita’ con dos de los cascos de botella más antiguos de su colección. Estima su hasta ahora propietario que son de 1904 y están hechas con cristal alemán. Acostumbrado a regalos especiales, a Rivera le brillan los ojos y se deshace en agradecimientos. “¡Es increíble, y están perfectas, qué chulas!”, exclama agradecido. “Están impecables”, continúa antes de anunciar que sus nuevos colegas, colegas de profesión de sus antepasados, serán incluidos en la lista de amigos de la casa con los que su empresa tiene un detalle en Navidad. Y eso que a punto estuvo de acabar en ‘tragedia’, ya que de la emoción a la descendiente de los Merckel se le cayó la botella de las manos.
Ya aterrizados en 2025, y después de un paseo por los envases reconocibles de Estrella Galicia a través de los años, el punto final fue el mismo que toda visita a MEGA: los protagonistas tirando una caña. “A mí me gusta que caiga un poco la espuma por fuera”, confiesa Ignacio Rivera antes de servir su producto.
Según los datos que proporciona a El Ideal Gallego el historiador y escritor Luis Valiño, Miguel de Santisteban es el dueño de la empresa cervecera gallega más antigua hasta ahora documentada. En el testamento que este hombre firma en 1805 dice que “entre los bienes y raíces que correspondieron a mi esposa fueron los almacenes en el barrio de Puente Gayteira”, y que en el corralón de uno de ellos tiene establecida una fábrica de cerveza. “Dejo a dicha mi mujer, por vía de legato, todos los perfectos que se hallen en los citados almacenes, no entendiéndose los utensilios de la referida fábrica”, añade. Valiño piensa que, aunque esta mención es de 1805, Santisteban tenía ya operativa la factoría desde finales del siglo XVIII.
Una familia de origen alemán, los Merckel, funda en 1808 la que será la empresa cervecera más significativa del XIX en A Coruña. Aunque no hay papel que lo acredite, damos por seguro que no parte de cero sino que adquiere la fábrica de Santisteban. El emprendedor se llama Jacobo Merckel y es natural de la villa alemana de Nideshein (Mainz). En 1809 se casa en San Jorge con la coruñesa Luisa Corral. En 1814 consta su pertenencia a la “Logia constitucional de la Reunión Española”. En el censo de 1823 lo tenemos viviendo en Cantón Pequeño, 1. “Era el primer edifico de la Pescadería, una vez traspasada la Puerta de la Torre de Abajo”, apunta Valiño. En esa fecha, Jacobo cuenta con 52 años y ha tenido con Luisa, de 32, seis hijos: Juan (11), María (9), Juana (7), Antonio (5), Francisco (3) y Josefa (2). En el censo elaborado diez años más tarde tiene una descendiente más (Francisca). Su hijo Antonio es el que continuará su legado cervecero.
La primera relación de cerveceras españolas data de 1857, según detalla Xabier García Barbe en su tesis ‘Los orígenes y la implantación de la industria cervecera en España, siglo XVI–1913’: Madrid tiene ocho. Barcelona, cinco. Cádiz y Toledo, tres. A Coruña es quinta, junto con otras ciudades, con dos. Una es la de Merckel. Desconocemos cuál es la otra. Sabemos que en 1863 seguían siendo un par, y en este año sí que consta la fundación de la fábrica de Gavinia, que, con sucesivos dueños, estará operativa hasta finales de la centuria.
En torno a 1875 llega, procedente de Santiago, Antonio Catttini, que abre la fábrica La Herculina. Por su parte, Antonio Merckel Corral fallece en 1882, pero ya antes de su muerte había sido relevado por su yerno Manuel Serrano, casado con Matilde Merckel y que estará activo al menos hasta 1896.
En 1891 Edmundo Jalvo abre en Gaiteira, 19, “antigua casa de Zuloaga” (que era conservero), la fábrica de refrescos y gaseosas La Cruz Roja. Según apunta en su tesis García Barbe en su tesis, este año hay cinco factorías operando a la vez. En 1895 solicita la inscripción en el Registro de Propiedad Industrial de la marca La Torre de Hércules de “cervezas, gaseosas y refrescos”. Ese mismo año consta la existencia de otra factoría cervecera en Caballeros número 20, frente a la estación del tren.
Es en torno a 1889 cuando el afamado fotógrafo Juan Bautista Avrillón da un sorprendente volantazo a su trayectoria profesional y empieza a producir cerveza. Lo hace con el nombre de La Herculina, lo que hace pensar en que da continuidad a la obra de Cattini. La aventura durará poco.
La Estrella de Gijón y La Austríaca (Santander) eligen A Coruña para su expansión e instalan sendos depósitos en 1900. Es un fenómeno que, en Galicia, se da en la ciudad herculina y en Pontevedra a partir de inicios del siglo XX. ¿Por qué? La razón que da García Barbe es “la existencia de una colonia de extranjeros” en ambas localidades.
En junio de 1900 aparece en la prensa local un anuncio en el que “Casado Hermanos” figuran como “sucesores” de la fábrica de Merckel. ¿Quiénes son los que dan continuidad a la histórica factoría? Fabián Casado, que ha hecho fortuna con la fabricación de chocolate a vapor y que en el futuro tendrá un nieto muy famoso (el actor Fernando Rey), su hermano Eugenio y el farmacéutico madrileño Ulpiano Rodríguez. Da fe de la calidad del producto uno de sus consumidores, el popular médico Rodríguez: “No conozco otro líquido que pueda recomendarse con tanta seguridad”.
José María Rivera Corral es uno de los miles de gallegos que emigran en el XIX a América, donde permanece entre 1870 y 1890. En Veracruz (México) se dedica al negocio de los ultramarinos y, junto a su hermano Gaspar, comercializa su primera bebida: el batido helado Estrella de Oro. A su regreso a Galicia intenta fortuna con el negocio inmobiliario y con la fabricación de chocolates y pastas de harina. En 1901 aporta 15.000 pesetas y se une a la sociedad Casado Hermanos y Cía. Comercializan cerveza Osiris, con depósito en Juana de Vega 15, bajo.
En 1905 se instala un depósito de la madrileña Mahou. Es evidente que en este inicio de siglo hay una efervescencia cervecera porque, además, registran sendas marcas cerveceras la empresa Santa Margarita, de la viuda de Garina, y La Inglesa, cerveza de M. Zev y Cía.
En julio de 1906, Rivera se propone levantar en “las huertas de La Palloza” una edificación de un solo cuerpo destinada a la fabricación de hielo y cerveza en un terreno de su propiedad de 334 metros cuadrados. En septiembre de 1906, el Ayuntamiento insta al empresario a que dé un mínimo de dos cuerpos al edificio.
El 1 de enero de 1908, Rivera crea la sociedad “Rivera, Márquez y Casado”, con sede en la avenida de García Prieto (hoy, Avenida de Oza), donde levanta, en terrenos de su propiedad, una fábrica de hielo y en cuyos sótanos se le da continuidad a la fabricación de cerveza. Incorpora los activos de Casado Hermanos y, según confirman los anuncios en prensa, de entrada siguen despachando Osiris. Todo indica que, más adelante, se reduce la producción de esta marca cervecera —los últimos anuncios son de agosto de 1908— para centrarse en el hielo. Al tiempo, la vieja fábrica en la que produjeron Santisteban, Merckel, Serrano y los Casado deja de realizar esa función. Así lo constatamos por un anuncio publicado en marzo de ese año en ‘El Noroeste’, en el que se dice que se vende o arrienda “la casa y huerta unida, sita en el lugar de Puente Gaiteira, en donde estuvo instalada la Fábrica de Cerveza de Merckel”.
En El 9 de marzo de 1910, Rivera, Márquez y Casado registran la marca y el logotipo “La Estrella de Galicia”, donde aparecen los apellidos y la inicial de los tres socios. Ese mismo año, el 10 de julio, los Casado venden por 50.000 pesetas su participación en “Rivera, Márquez y Casado” (habían aportado 6.000 entre los dos). La empresa pasa a ser Rivera, Márquez y Compañía, y es la fabricante las primeras botellas de la historia de La Estrella de Galicia, marca que empieza a anunciarse en la prensa coruñesa en febrero de 1911.
Robert Guyatt, ingeniero químico que ha trabajado en un cervecera, llega desde Hull (Gran Bretaña) a Coruña, donde su familia está asentada desde 1870. Junto a su hermano Henry, vicecónsul inglés, monta una fábrica de cerveza en Perillo. En 1911 registran Corunna Bewing Company, que tiene siete tipos de cerveza (a la izquierda, botellas de la marca). Según la tesis de García Barbe, desaparece antes de 1917.