Manuel Arenas | “He bajado a tomar un café por el Cantón con el tanque"

Manuel Arenas | “He bajado  a tomar un café por el  Cantón con el tanque"
Manuel Arenas, junto al monumento al libro, en los jardines de Méndez Núñez | Patricia G. Fraga

Cualquier coruñés normal baja al Cantón a tomar un café andando, en coche o en bus. Salvo que sea el librero Manuel Arenas (A Coruña, 1970), porque entonces tiene más opciones. “Bajamos alguna vez de Bergondo, donde está la nave donde los guardamos, a tomar un café en el Cantón con el tanque y llama la atención –reconoce–; la gente saca los móviles y se acerca, pero es un vehículo como otro cualquiera”.

 

 ¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 

La Solana, desde muy pequeño. Ir con mi madre a la piscina, ver el castillo de San Antón, el puerto, las murallas... 

 

¿En dónde estudió? 

En los Maristas, en Rosalía de Castro. Era un edificio sobrio, que tenía la zona de juego arriba. Abajo estaba la cancha de baloncesto y arriba, el recreo. No había barandillas ni nada y nos podíamos caer todos. Recuerdo los balones que caían a la calle. 

 

¿Cuál era su cine? 

Al que más iba era el Avenida, porque mi padre tenía la librería al lado. Mi hijo, que tiene 24 años, nunca conoció la fachada del Avenida descubierta. Me dice: “¿Pero cómo que había tiendas?”. Y yo le cuento que había un quiosco, alquilaban coches, una relojería, vendían chuches, tabaco... y al fondo estaba el cine.

Me da mucha pena el jardín de San Carlos; es un lugar mítico, de encuentro, históico y con un encanto especial pero ahora está absolutamente destrozado 

 

¿Dónde jugaba de niño? 

En la plaza de Vigo. Había esa rivalidad entre plazas de jugar al fútbol, peleas... 

 

¿Entre qué plazas?

Había gente de la plaza de Pontevedra, los que bajaban de Monte Alto o los de Katanga y se juntaban 30 chavales a bofetada limpia todas las tardes. 

 

¿Cuál es su rincón preferido? 

Jardín de San Carlos. Ahora, tristemente, cerrado. Me da mucha pena. Es un lugar mítico, emblemático de la ciudad, por donde ha pasado mucha gente: lugar de encuentro, de enamorados, de ofrendas, histórico... Tiene un encanto especial pero ahora está absolutamente destrozado. Me apena que por peleas políticas no le dieran una solución, que pudo tenerla, y ahora está cómo está. 

 

Como está cerrado y no se puede acceder, hemos elegido para la foto el monumento al libro...

Para mí tiene un significado especial porque mi padre fue el que lo fomentó, con la federación de libreros españoles. Como la feria estaba al alza, en aquellas primeras ediciones que se hacían en los palmerales, se puso allí. 

 

¿Cree que hay mucha gente que sabe que hay un monumento al libro en A Coruña? 

No, no lo saben. Antes la agrupación de libreros, cuando era la feria del libro, solía hacer una ofrenda. Eso se fue dejando. Y yo creo que se olvidaron del monumento. Es un lugar donde hemos llevado a Salvador de Madariaga, Camilo José Cela, Torrente Ballester, Dolores Redondo... Mi padre me decía que estaba bien donde estaba pero, años después, me reconoció que no, que tenía que haber estado ubicado en la plaza del libro. 

 

¿Cuáles son sus barrios? 

Ahora vivo en General Sanjurjo, pero mi barrio era Juan Flórez y la zona de San Pablo, donde estaba el Leirón, que yo recuerdo ya en ruinas, con una antigua fábrica de calzoncillos o de ropa, que era la zona de campo de batalla y de juegos. Yo vivía en la torre dorada; miraba desde arriba si estaban y veía unas hormiguitas y bajaba a jugar al fútbol. Iba también a la plaza de Vigo.

En la plaza de Vigo había gente de la plaza de Pontevedra, los que bajaban de Monte Alto o de Katanga y se juntaban 30 chavales a bofetada limpia todas las tardes 

 

¿Sabe qué bus tiene que coger para ir a casa?

El 22. Y el 20. Suelo coger el bus, sobre todo en verano. En invierno, cuando llueve y hace este tiempo... tristemente bajo en coche. Después, para bajar un poco de peso, en bus y andando. 

 

¿Qué le hace sentirse orgulloso de A Coruña? 

Sobre todo, la historia. Es algo que me inculcó mi padre: el cerco de La Coruña, los Cien Mil Hijos de San Luis, la batalla de Elviña, la llegada de Felipe II, las cortes que se celebraron aquí, Alfonso IX... 

 

Se las sabe todas... 

Bueno, acabo de publicar un libro, “La historia de A Coruña contada para escépticos”, de José Manuel Caamaño, y fui muy meticuloso con la historia y, sobre todo, con las ilustraciones. Me gusta mucho la historia de esta ciudad y estoy vinculado a ella por la parte literaria y por la parte histórica. Presidir dos asociaciones como la Asociación de Amigos del Museo Militar o la Asociación Histórico Cultural The Royal Green Jackets supone indagar sobre la historia, sus fuentes, sus calles, sus personajes... prácticamente todo.

 

¿Y qué pero le pone a la ciudad? 

Sobre todo, hemos perdido las tradiciones. Vamos a unas celebraciones muy genéricas. He hablado con los políticos: de izquierdas, de derechas, nacionalistas... Hemos ido a menos en tradiciones, sobre todo culturales, como la celebración del cerco de 1589.

 

¿Eso no sería la batalla naval?

La batalla naval podemos decir que la iniciamos nosotros, con Juan Manuel Iglesias Mato. Yo montaba el castillo con los recreadores que se contrataban. Primero eran chicos de la escuela Calvo Sotelo, que iban con tenis, gafas de sol... y, para buscarle el rigor histórico, eliminé todo eso y le metimos teatralización y recreación. Llegó un día un concejal y, como lo hacían los de un lado, no le gustó y se cambió. Y yo creo que eso se perdió. Lugo tiene su Arde Lucus, Vigo tiene la Reconquista, donde participa hasta el alcalde vestido de época; Ourense tiene el Esquecemento, la Arribada en Baiona... Nosotros tenemos el mercado de las maravillas, donde hay dragones y eso parece juego de tronos. Ya no digo lo de Hogueras y la Meiga, que todo evoluciona, pero se debían guardar estas cosas; que no sea algo meramente político y como lo hizo el otro, yo no lo hago. Ahora hay cuatro conciertos y nada más. Se está perdiendo y es una pena porque es una manera de aprender tu propia historia.

 

Cuando viene alguien de fuera, ¿dónde lo lleva? 

A tres sitios: al Jardín de San Carlos y al Museo Militar, a la Torre de Hércules, y al campo de batalla de Elviña, que es otro lugar abandonado. Se podría hacer un centro turístico, rehabilitar la zona y hacerla visitable porque está completamente abandonada. 

 

Suelo preguntar a qué época histórica viajaría pero me temo que su respuesta es previsible... 

Me hubiera gustado ser espectador de la batalla de Elviña, que he leído a través de periodistas e ilustradores británicos. No me importaría un regreso a 1809, aunque fue una época convulsa, con la Guerra de la Independencia. Yo soy muy romántico. 

 

Y, para tomarse un café con algún personaje... 

Con Napoleón Bonaparte. Ni Soult, ni nada, con el ‘jefe’... Soy un fanático de ese personaje. Desde que mi padre me dio una biografía de Emil Ludwig. Hizo de todo: desde inventar el código civil, promotor de las conservas, gran estratega militar, gran romántico, apasionado por Egipto... Y quizás con Moore, también, aunque tendría que aprender inglés para poder entendernos. 

 

PREGUNTAS CASCARILLEIRAS 

¿Bonilla o Timón? 

Churros de los dos. Los del timón, que los cogí el otro día, son pequeñitos y tienen un sabor. Y los de Bonilla son más grandes y tienen otro. 

 

¿Méndez Núñez o Monte de San Pedro? 

Monte de San Pedro. Por la vinculación militar que tiene el parque y el haberlo salvado de haberle pasado el soplete a los cañones como hicieron en Ferrol y haber conservado el interior.

 

¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera? 

Estrella. Estaba detrás de la librería cuando estaba en el Cantón y siempre me pareció una calle espectacular para ir a tomar los vinos. 

 

¿Agua de Emalcsa o embotellada? 

Cabreiroá, que es de Estrella Galicia. Es la que bebo.

 

¿Playa de Riazor o del Orzán? 

¿Y si te digo otra playa? Lazareto. Yo iba en bicicleta de chaval al faro, a ver lo que era el fuerte de San Diego. Y siempre me llamó la atención. Me cae muy cerca de casa y a veces voy con mi mujer de paseo. 

 

¿Recorre la ciudad a pie o motorizado?

Las dos cosas. Ahora me gusta más ir en clásico, porque esto de los coches eléctricos no me entra... tengo coche de gasolina, tengo coche diésel y tengo coche clásico. Y después tengo los militares. Pero me gusta ir en coche o en moto. Pero ir en tanque por el Cantón mola más... He ido. Bajamos alguna vez de Bergondo, donde está la nave donde los guardamos, a tomar un café en el Cantón con el tanque y llama la atención. La gente saca los móviles y se acerca, pero es un vehículo como otro cualquiera. 

 

Hombre, bajar a tomar un café con un tanque... pues llama la atención, claro.

Es una pieza histórica, no lo puedes considerar un vehículo bélico. 

 

¿Helados de la Colón o la Ibi o de los modernos? 

Yo era de un helado que había aquí en el Cantón Pequeño, de una heladería que había... La Ibense... La Ibense, sí. Me quedará toda la vida el recuerdo del sabor de esos helados de leche merengada.

 

¿Verbena o concierto en el Coliseum? 

Verbena, soy más de verbena. De los Satélites y de la Panorama, de la antigua Panorama. 

 

¿Carnaval o San Juan? 

Carnaval no me gusta porque, al ser recreador, hay gente que me pregunta: “¿De qué te vas a disfrazar?”. Y no, me voy a uniformar o me voy a ataviar, nunca me voy a disfrazar. Y de San Juan me gusta la parte de tradición pero no la borrachera o la suciedad.

 

¿Usa más chorbo o neno? 

Si tuviera que decir algo, neno. Lo decía de joven... De puril ya no... Ya no, ahora ya no digo esas cosas (risas).

Manuel Arenas | “He bajado a tomar un café por el Cantón con el tanque"

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