Eso de la relación entre A Coruña e Irlanda alcanza cotas de mimetización sin tener que recurrir a la IA. Y es que el museo Mega dio el pistoletazo de salida a las celebraciones de San Patricio convertido en una taberna cualquiera de Dublín sin que faltase detalle alguno. Mejor dicho, cualquiera no, pues tras los fogones de la cena de hermandad estaba Álvaro Victoriano, presidente de Coruña Cocina y fundador del grupo Peculiar. Más de 80 asistentes se deleitaron con un menú “para jugar con la cerveza”, y en el que se evidenció el creciente reclamo del patrón de Irlanda en A Coruña.
Sirvió la fiesta como puesta en valor de la ruta Pub Crawl, en la que Estrella Galicia y O’Haras van de la mano hasta regar la ciudad con más de 5.000 litros del brebajes de la ciudad de Carlow. Sin embargo, en esta ocasión se trató de ponerse en un punto medio entre las dos culturas celtas y tirar de bonanzas y tradiciones gastronómicas. A modo de entrante, entre Lorbé y la Calzada del Gigante, mejillones en escabeche ligero de hinojo, regados con la multipremiada Rye River. Para entonces, ni uno de los 81 asistentes tuvo reparo en disfrazarse de leprechaun con el gorro verde.
Hacia Irlanda giró el primer principal: Colcannon de repollo ecológico. Y no podía haber nada más irlandés que La Pelirroja de 1906 como maridaje. Siguieron el bacalao irlandés con vainas y sopa de sus guisantes y el cordero a baja temperatura.
Entre medias, para hacer la digestión, unas notas de historia sobre los orígenes de San Patricio y las similitudes de entre las dos culturas.
El postre debía ser un pastel de manzana. Pero si hablamos de postre hay que referirse a la fiesta que acompañó toda la presentación y que derivó en retos tan singulares como una clase magistral, a cargo de Charly del Penique Bar, para intentar tirar una pinta en la que la espuma hiciese forma de trébol. Y de ahí en adelante todos se encomendaron a San Patricio, al menos hasta el lunes.