Los jardines de San Carlos, los más antiguos de la ciudad, se hallan de un tiempo en esta parte en un proceso de decadencia. No solo porque los olmos de su interior se están muriendo, afectados por la grafiosis, sino también porque la muralla que forma su base ha sufrido varios desprendimientos, lo que ha obligado a vallar toda la acera que pasa por debajo, para evitar que resulte herido algún viandante. Fuentes municipales aseguran que está previsto realizar una restauración pero, mientras tanto, la muralla que defendió María Pita está cayendo ante los embates del tiempo.
De momento, el Ayuntamiento está analizando el estado de la muralla para determinar las medidas a tomar. A esto hay que añadir que lleva más de un año cerrado, desde mayo del año pasado, y no hay previsiones de que reabra sus puertas. Los coruñeses se han acostumbrado a no poder disfrutar de este jardín de tipo inglés romántico, y las visita turísticas tienen que escuchar las indicaciones de su guía mientras contemplan el jardín entre los barrotes de la puerta principal. Pero, desde antes del verano, la situación en la parte superior del muro aumenta la sensación de dejadez.
Es una muralla vieja, irregular, formada por sillería y mampostería de granito. En los resquicios entre las piedras crecen plantas que le dan un aspecto moteado. Es uno de los límites de la antigua ciudad medieval, y marca el lugar donde llegaba el mar, mucho antes de que se rellenara el espacio que ocupa ahora La Solana. Uno de los mayores expertos en fortificaciones de Galicia, José Ramón Soraluce Blond, advierte que de “hay huecos en la parte superior” y que la muralla está “un poco desplomada”, según sus propias palabras. Hay que señalar que este muro se hizo para contener toda la tierra sobre la que se levanto el jardín, así que soporta un gran peso. El propio empuje constante ejercido por toneladas de material la debe estar abombando y la prueba es que hay una zona que no está aplomada, tal y como debería. “Debería revisarse toda la parte superior”, aconseja Soraluce.
Por otro lado, no es la primera vez que se producen desprendimientos en esta construcción histórica. Ya en 2021, Soraluce avisaba de este mismo problema y en 2013, el plan director de las murallas también incidía al respecto. Pero no se ha realizado ninguna reforma en profundidad que, además, requeriría el permiso de Patrimonio de la Xunta, puesto que se trata de un Bien de Interés Cultural (BIC).
De hecho, una parte, entre el cubo y la jardín de Capitanía, se remonta a la época medieval, pero a partir de ese tramo, la construcción es posterior, y se fue realizando a medida que iba tomando forma el jardín, en torno al siglo XVIII y principios del XIX. Otras partes, justo debajo del materno, son del siglo XVI. “Hay una parte que se cubre de maleza periódicamente y necesita mantenimiento”, señala.
También necesita una restauración la Puerta de San Andrés. Este arco pertenecía a la primitiva ermita del santo, ya desaparecida, y que formaba parte del antiguo hospital de San Andrés, de estilo gótico. Cuando se reformó toda la zona, se decidió instalarla como entrada inferior, la que da a los almacenes, del Archivo del Reino de Galicia. “Ha sido restaurada –advierte Soraluce– y no toda ella es original, pero está muy bien colocada. Su sitio original ya no existe y trasladarla no tendría sentido”. El problema es que ahora está cubierta por un andamio que bloquea la vista, a la espera de una nueva restauración
Lo que sí sería buena idea, según el experto es retirar toda la parte superior de la muralla, la cabina con ventanas que es una adición posterior, y a la que Soraluce no le ve ningún sentido. Hay que tener en cuenta que se construyó un antepecho en parte para proteger a los árboles del viento. Lo que propone este experto, autor del estudio que sentó las bases del plan director y el mayor conocedor de las murallas de A Coruña, es que se retire todo eso y se deje un simple antepecho, de metro y veinte o metro y medio, para evitar caídas. Eso aliviaría el peso que soporta la muralla.
En cuanto al jardín en sí, el ayuntamiento lo reabrió brevemente el año pasado, después de invertir 250.000 euros provenientes de fondos europeos, pero la plaga de grafiosis lo ha arruinado. El jardín estuvo cerrado hasta noviembre del 2022 por las obras que acumularon un retraso de más de tres meses. En esa fecha se reabrió, con tres olmos talados por la grafiosis, pero solo seis meses después, en mayo del 2023, volvió a cerrar sin que se haya vuelto a abrir.
El principal problema que encara San Carlos es este hongo, que ha devorado uno tras otro a los olmos, y que resulta de muy difícil erradicación. Se trata de una pérdida irremediable, porque era la última olmeda de Europa está desapareciendo afectada por la grafiosis, y a día de hoy solo ocho de sus 18 olmos centenarios permanecen sanos, según los últimos datos facilitados por el Ayuntamiento.
La grafiosis no se presentó en San Carlos hasta principios de junio de 2022. Fue entonces cuando la Concejalía de Medio Ambiente, con Esther Fontán al frente, decidió cortar los dos primeros ejemplares infectados en un esfuerzo para salvar al resto. Al mismo tiempo, se aplicaba un tratamiento fitosanitario que solo retrasó lo inevitable.
A medida que pasaban los meses, más y más olmos resultaban infectados por la plaga. Su portador es un escarabajo que muerde las hojas del olmo y le transmite el hongo a través del sistema vascular. De allí viaja hasta el cuello de la raíz y va cerrando la circulación de la savia. El jardín, un Bien de Interés Cultural, sigue el estilo inglés romántico y acoge varias especies atlánticas, además del monumento al general escocés Sir John Moore , héroe de la Batalla de Elviña, del que se restauró el catafalco además de devolverle a su trazado original.
Todo parecía estar listo, pero el avance del hongo aconsejó un nuevo cierre. Como todo buen jardín romántico está habitado por un fantasma. En este caso, lady Hester Stanhope, la prometida de Moore. Ahora es ella la única que ronda por sus caminos.