Nacho Carretero | "Yo nací aquí porque mi madre exigió que fuese coruñés"

De Elviña y de San Pablo, los dos lugares junto con Méndez Núñez que explican su historia coruñesa. Deportivista hasta la médula, afirma que no se puede entender la ciudad sin el equipo
Nacho Carretero | "Yo nací aquí porque mi madre exigió que fuese coruñés"
Nacho Carretero, ante el edificio de La Terraza / Patricia G. Fraga

La vida de Nacho Carretero (A Coruña, 1981) transcurre desde Elviña a San Pablo, pasando siempre por los jardines de Méndez Núñez, un espacio recurrente en el que jugaba de niño, hacía botellón en su juventud y consiguió su primer trabajo como periodista. La profesión le llevó hasta Madrid, en donde ejerce como coruñés convencido, pero los ojos le brillan cuando habla del equipo de su ciudad: “Mi novia sabe que el fin de semana lo organizo en función de a qué hora es el partido del Dépor”, confiesa.  

 

¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña? 
Mi madre es coruñesa, pero mi padre es de Gijón. Yo nací aquí porque mi madre exigió que yo fuese coruñés, pero con meses ya nos trasladamos a Gijón. Volvimos cuando tenía siete años. Tengo flashes de los caballitos, con mi hermana, y que estaba lleno de estorninos y a mi madre diciendo: “Cuidado ahí, que resbala”. Así que uno de mis primeros recuerdos es estar en el suelo lleno de mierda de pájaro (risas).

 

¿Cuáles son sus barrios? 
Yo me crié en Elviña, hasta que tuve 14 años o así, que mis padres se mudaron a San Pablo, y ahí pasé mi adolescencia hasta que me fui a Madrid. Me siento igual de cercano a ambos pero San Pablo, que no es un barrio pero funciona como tal, es mi lugar y donde me siento vinculado. Bajaba a por el pan y conocía al panadero, a Manolo el del Uni-2... es mi cordón umbilical en A Coruña.

 

¿Y dónde jugaba? 
En la calle. Es algo que recuerdo con mucho cariño. Mi madre me hacía un gesto desde la ventana, subía a comer, hacía los deberes y volvía a bajar y echaba todas las tardes jugando al fútbol. Elviña era un barrio con mucha droga y más problemas pero no había miedo a que los niños estuviéramos en la calle.

 

¿Por qué eligió Méndez Núñez como su rincón especial? 
Me gusta mucho esta zona; soy un activista propeatón y valoro mucho las zonas peatonales. Y, segundo, porque fue mi primer trabajo como periodista. Hice prácticas en Radio Coruña pero mi primer contrato fue en Radio Nacional, de la mano de Moncho Viña, que me dio mi primera oportunidad para ser periodista y convencerme definitivamente de dos cosas: una, que quería ser periodista y dos, que no quería ser periodista deportivo. Aquí tuve un aprendizaje especial y cada vez que paso, que a veces es hasta adrede, me viene el recuerdo de lo que fue el arranque de mi carrera.

 

¿Cómo ve la evolución de la ciudad en los últimos años? 
A Coruña es mejor ahora que hace veinte o cincuenta años, más abierta, más sostenible, más verde, más peatonal. Es una ciudad mucho más segura y esto quiero subrayarlo, porque vivimos un poco una psicosis de que hoy hay más inseguridad y tengo la teoría de que hay una percepción muy miedosa de cómo funciona el mundo. Mi recuerdo de adolescente es que un viernes por la tarde, con 14 o 15 años, era seguro que te iban a atracar, había navajazos, había peleas, había droga... Los barrios coruñeses era para verlos. Y también es una ciudad en la que Inditex tiene mucha más presencia en lo estético. Eso tiene una cara A, que le da muchísimo motor a la ciudad, y una cara B, que hace perder autenticidad y darle una pátina con un estilo que, por lo que sea, no me termina de convencer.

 

¿Qué le hace sentirse orgulloso? 
Yo tengo un sentimiento de pertenencia enorme y cuando oyes hablar de A Coruña te entra una emoción enorme, pero no me gusta racionalizar ese orgullo de haber nacido aquí y no en otro lugar cualquiera. Lo que sí veo es que A Coruña es una ciudad muy particular y muy singular, muy pegada al mar, con muchísima conexión con lo suyo, muy orgullosa, algo que llama la atención.

 

¿Y el principal defecto? 
Creo que es todavía un pelín conservadora. En cualquier ciudad mediana española, cualquier perturbación se percibe con mucho miedo. Nos falta abrirnos, relajarnos y dejar atrás ese miedo.

 

¿Qué echa de menos cuando no está aquí? 
Mi red de gente. Echo de menos tener cerca a mi familia y a mis amigos más cercanos. Y que A Coruña es muy cómoda, con una calidad de vida muy grande. Eso de que te llamen y bajar a tomar una caña en Madrid es imposible.  

 

El Dépor es algo importante en la ciudad. Y en su vida también...
Yo soy muy del Dépor. Muy deportivista. Para mí, es una parte esencial para entender A Coruña. Tan importante como el resto y absolutamente inseparable. Cuando me identifico como coruñés, me identifico también como deportivista a la vez. 


¿Recuerda cómo fue su primera vez en Riazor? 
Sí, claro. Con mi abuelo, insigne deportivista, que ya iba de niño con mi bisabuelo, y con mi padre, aunque no es del Deportivo, a un Dépor-Sporting, que ganó el Depor 5-2. Tendría yo siete años. Aún no existía el fondo de lo que es Pabellón, era la curva de General, con el talud aquel de hierba. Mi primer recuerdo es mirar más a la grada que al campo.

 

¿Y eso por qué? 
Me dejó fascinado ver las banderas, todo el mundo de pie, las bengalas, el ambiente, el folclore... Me gusta mucho el fútbol desde la pasión: verlo de pie, los cánticos, el vacile con la afición contraria... Me parece un privilegio que tenemos en Galicia la rivalidad con el Celta. Disfruto muchísimo tener muy buenos amigos del Celta e intercambiar mensajes. Siempre digo que la rivalidad que tenemos con el Celta es la de dos hermanos, para lo bueno y para lo malo. Es visceral pero, nos guste o no, son nuestros hermanos.

 

¿Sigue viendo todos los partidos aunque esté fuera? 
Tiene que ser algo grave para que no lo vea. Mi novia sabe que yo el fin de semana lo organizo en función de a qué hora es el partido del Dépor porque no me lo pierdo.

 

¿Aún es socio? 
Sí. Dejé de ser socio cuando empecé a trabajar en periodismo deportivo, que ahora me arrepiento, pero con veinte años era un dinero importante y estaba tieso. Me volví a hacer socio hará quince años y ahí perdí esa posibilidad de tener un número bajo.

 

¿Y cómo ve al Dépor este año? 
Yo lo veo bien. Creo que falta relajación. Y cultura de club. Yo soy un talibán de la cantera y por mí haría un Athletic de Bilbao, pero por primera vez veo una intención de invertir en la cantera de verdad; pero los proyectos llevan tiempo y hay que dejar que se consoliden. 


Cuando viene alguien de fuera, ¿a dónde lo lleva? 
A comer, porque es lo que me piden. Los llevo a comer pulpo y eso es un éxito asegurado.

 

Y si pudiera coger una máquina del tiempo, ¿a qué época iría? 
Pienso muchísimo en cómo será A Coruña en cien años. Veo a mis sobrinos y pienso cómo será la ciudad que vivirán: el urbanismo, si tendremos el buen liderazgo de que a nadie se le ocurra una ‘pacovazcada’ y hacer casas en el puerto, que sea un espacio verde, una ciudad humana y verde. Y creo que va a ser un paraíso. 

Preguntas Cascarilleiras

¿Bonilla o Timón?
Bonilla (sonríe).

 

¿Méndez Núñez o monte de San Pedro? 
Méndez Núñez. Es innegable que el monte de San Pedro es una cosa brutal pero respondo desde lo emocional, desde lo que significa para mí, y si tengo que elegir, me quedo con esto.

 

¿Calle de la Estrella o de la Barrera? 
Barrera, sin duda. Es donde empecé a ir de bares con mis amigos. Gastamos horas en Casa Andrés... todas las que quieras. El Tarabelo, el Surrey a tomar los calamares, el Cocodrilo...

 

¿Agua de Emalcsa o embotellada? 
Del grifo. Mi vida transcurre entre dos ciudades en las que puedes abrir el grifo y disfrutar.

 

¿Playa de Riazor o del Orzán? 
De nuevo respondo desde lo emocional. Toda mi adolescencia y juventud iba a la playa del Orzán, porque la gente joven iba al Orzán, a las terceras escaleras. A veces, incluso ibas al muro, que era donde estaban los guais. Si estabas apoyado en el muro...

 

Eras guay. 
Sí. Yo no muchas veces pude apoyarme en el muro porque ya había otra gente más guay.

 

Yo había oído que los guais iban a Espiñeiro... 
Los guais pijos. El Orzán era más quinqui. No es que yo fuera quinqui –entre quinqui y pijo era más pijo–, pero Espiñeiro era demasiado para mí (risas).

 

¿A pie o motorizado? 
En A Coruña, a pie siempre. Ahora vivo en la Falperra. ¿Quedo en la Ciudad Vieja? No me planteo otra cosa que no sea ir a pie.

 

¿Helados tradicionales de la Colón o la Ibi o sabores modernos? 
Me encanta la Colón, donde siempre pedía el de yogur. Pero tampoco soy muy larpeiro...

 

¿Verbena o concierto en el Coliseum? 
Verbena a muerte. No se me ocurre un plan mejor que bochinche, verbena y los pasos prohibidos. No hay concierto que te lo cambie por eso.

 

¿Carnaval o San Juan? 
San Juan. Me encanta el Carnaval pero lo he vivido menos. Me ha pillado muchas veces fuera. En cambio, San Juan... Recuerdo una vez traer amigos de fuera y lo pude ver a través de sus ojos. Me decían: “Es una fiesta en la playa, donde invocáis algo mágico a través del fuego...”. Cuando me fui, comprendí lo mágico que es. Me quedaría muy mal cuerpo si no salto la hoguera. No es que sea supersticioso pero... no vaya a ser el carallo (risas).

 

¿Chorbo o neno? 
Ambos, pero ‘neno’ es totémico. Soy un activista en pro del ‘neno’. Cada vez que oigo el ‘bro’ a los chavales les digo: “Por favor, hagamos país”. No voy a ser el típico boomer que les explica lo que tienen que decir. Decid ‘bro’, pero no olvidemos el ‘neno’. ‘Neno’ es el coruñesismo elevado a su máxima potencia.

 

Nacho Carretero | "Yo nací aquí porque mi madre exigió que fuese coruñés"

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