No pasa a menudo que se pegue el estirón después de cumplir 25 años, pero este va a ser el caso de la planta de reciclaje de Nostián que se puso en marcha en octubre de 1999. Ayer, la Junta de gobierno local aprobó de forma definitiva el proyecto de expropiación de las parcelas que permitirán crecer casi un 50% el tamaño de esta infraestructura. Sobre este terreno, que pertenece en gran parte a Repsol, se levantará una planta de reciclaje, en un futuro que todavía está a años vista.
El 3 de noviembre de 1999 arrancó la planta en período de pruebas, menos de tres años después de que tuviera lugar el derrumbe del vertedero de Bens, la catástrofe en la que desapareció un hombre bajo una montaña de desperdicios y que motivó que el por entonces alcalde, Francisco Vázquez, se decidiera a instalar una planta de reciclaje adelantada a su tiempo. Por eso fueron necesarios casi otros tres años de pruebas para se inaugurar oficialmente, en 2002.
La UTE formada por Tecmed SA y BabcokKommunal-MBH trajeron a la ciudad la última tecnología alemana en materia reciclaje. El comienzo era muy prometedor y el Gobierno de Vázquez lanzó una serie de campañas educativas para implicar a la ciudadanía coruñesa en la separación en origen, imprescindible para que el reciclaje tuviera éxito. Poco a poco, los coruñeses se acostumbraron a separar el orgánico del inorgánico, un sistema sencillo y eficiente. Los niveles de separación en origen llegaron a ser muy altos y el metano que producía la basura al fermentar hacía la planta aún más sostenible al generar electricidad.
Había, sin embargo, algunos problemas. La UE dictaminó que el compost que producía Nostián no era aceptable para la agricultura ni para la ganadería por los altos niveles de metales pasados que contenía. Algunos argumentaron que los tecnosuelos (suelos artificiales que se emplean para restaurar un terreno) se forman con lodos industriales, pero no hubo nada que hacer.
Por entonces, Nostián conseguía recuperar más envases que nadie y como no tenía que vender obligatoriamente a Ecoembes, (la empresa que agrupa a los principales productores de envases) colocaba en el mercado libre todo lo que recuperaba. La planta de reciclaje se había convertido en una de las mejores decisiones que había tomado Vázquez como alcalde, hasta que ocurrió el accidente que lo cambió todo.
En junio de 2002, solo seis meses después de la inauguración oficial de la planta, estalló el biodigestor número uno, que convertía la basura en compost y generaba metano. En la materia orgánica había trozos de plástico que flotaron y bloquearon las válvulas de seguridad que mantenían la presión del gas en niveles seguros.
Acabó reventando, aunque no fue una verdadera explosión. Simplemente el depósito de cinco metros de alto se rajó, esparciendo basura por la ladera del monte. Aquella avería dañó seriamente la capacidad de la planta pero, sobre todo, dañó su credibilidad. Durante tres años no se produjo electricidad y el vertedero de comenzó a llenarse de manera que tuvo que enviarse la basura a la planta de la Xunta, Sogama.
Como había que pagar el traslado, subieron los costes. Albada, la concesionaria, exigió más dinero y hubo varias amenazas de huelga que también subieron los costes. El desequilibrio económico era cada vez mayor. Tanto el Gobierno de Javier Losada como el de Carlos Negreira pasaron sin que se llegar a una solución, que pasaba por una nueva concesión que rediseñara la planta con tecnología punta. Otras instalaciones como la de Zaragoza, se habían diseñado aprendiendo de los errores de A Coruña: instalaron los biodigestores horizontalmente. Xulio Ferreiro preparó un nuevo contrato, que nunca llegó a licitar. Llegó Inés Rey y decidió empezar de cero con la documentación y se espera licitar el proyecto en el segundo semestre de 2025. Para entonces la planta habrá sido gestionada sin contrato seis años.
El borrador de la licitación debe remitirse a la Oficina Nacional de Evaluación (NOE), cuyo dictamen es preceptivo, pero no vinculante. Lage alabó la labor “Intensa” de los servicios municipales que mantienen contactos continuos con el Consorcio As Mariñas, que gestiona la basura del área metropolitana (excepto de Arteixo) y que es uno de los clientes más importantes de la planta.
Sin ellos, Nostián no sería sostenible. Y menos, una aún mayor como la que se proyecta. El portavoz del Gobierno local, José Manuel Lage, señaló que serán más de 360.000 euros los que se invertirán en expropiar 72.000 metros cuadrados.