Entrevista CTV
Resulta difícil decir algo nuevo sobre alguien como Paco Vázquez (A Coruña, 1946), una persona tan conocida por sus vecinos que resulta difícil dar dos pasos sin que alguien se acerque a saludarle. Su nieto dice que “ir con el abuelo por la calle es como ir con Brad Pitt” aunque valora mucho que los paseantes siempre sean amables y “no lo insulten”.
Alcalde durante 23 años – “me fui a Roma invicto”, apostilla–, se define como coruñés de todos los barrios, aunque enumera varios lugares especiales: Cuatro Caminos, donde jugaba al fútbol de niño; el Leirón, donde conoció a su mujer, o el Monte de San Pedro, uno de sus logros como alcalde. Elige para la foto su primer proyecto en María Pita, como símbolo de su modelo de ciudad: “La educación, la cultura y remodelar los barrios”. Aunque bien podía haber elegido el Paseo Marítimo que ahora lleva su nombre y también su dirección: “La gente cree que los políticos no tenemos corazoncito y claro que sí, te gusta ser recordado”, admite orgulloso.
¿Cómo le gusta que le llamen, Paco, Francisco...?
Paco. Yo llegué a la Alcaldía y en mi barrio me seguían llamando Paquito. Luego pasé a ser Paco, don Paco y don Francisco. Lo que me desagrada porque quiere decir que me voy haciendo mayor (risas). Yo soy Paco Vázquez.
Pues en los periódicos siempre le llamamos Francisco...
En mi familia, lo normal es que el hijo mayor se llame Francisco. Yo convivía con mi padre, consiguientemente, yo era Paco. Mi hijo lo tuvo peor, porque era Kiko. Yo me siento muy a gusto cuando me llaman Paco Vázquez.
Paco Vázquez, A Coruña mil novecientos...
Cuarenta y seis. Y en casa. En Fernández Latorre, en lo que hoy es la zona de El Corte Inglés. Junto a la estación. Por lo tanto, soy un coruñés de barrio. De Cuatro Caminos. Un barrio muy singular.
¿En qué sentido?
Es un barrio fronterizo con Monelos y con la Gaiteira. La Coruña que yo recuerdo de niño y de joven era una ciudad de barrios. Sabías de qué barrio eran las pandillas y en las verbenas sabías de dónde eran las niñas: estas son de Monte Alto, aquellas de los Castros... Y tu vida la hacías en tu barrio con tus amigos. Yo jugaba al fútbol en la calle. Allí había camiones de dos empresas: La Camerana y Rey Soler y a partir de las siete ya no circulaban. Poníamos las carteras haciendo porterías y jugábamos allí. Y bien, eh. Porque en ese barrio jugaba Amancio, que era mayor que yo, Jaime Blanco... De mi edad era Carlitos Pellicer, que fue internacional. Había nivel. Yo no, yo jugaba mal... era muy leñero.
¿De qué jugaba?
Era defensa. Tenía unas botas de Segarra que como cogiera una pierna por delante lo dejaba cojo (risas).
¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de A Coruña?
Los vinculados al colegio. Estuve en los Maristas desde los 5 hasta los 17. En aquella época no había autobuses. Iba andando e iba recogiendo compañeros; salía solo y llegábamos quince juntos. Y luego salíamos, íbamos al cine...
¿A qué cine iba?
De niño, al Equitativa. Los domingos ibas a los cines del centro. Los Maristas nos dijeron que era pecado mortal ir a ver ‘Gilda’. Yo soy un enamorado de Rita Hayworth, aunque a mí la que me encantaba era Marilyn. Tengo todas sus películas, incluidas las que no se estrenaron en España. Según mi mujer, no vale la pena porque era corta de vista. Yo callo la boca y no digo más, claro (risas). La Coruña de mi infancia era una ciudad maravillosa porque había de todo: zarzuelas, teatros, cines, plaza de toros y después, el Deportivo. Y los equipos modestos. Yo soy del Victoria. Siempre lo he dicho, lo cual, políticamente, era un riesgo pero cada concejal era de uno: Palau era del Orillamar; Lareo, del Vioño...
Tenía para varios equipos...
Los tenía distribuidos. El fútbol modesto era una institución clave. No solo aglutinaba la vida deportiva sino la vida social en los barrios, haciendo que los niños jugaran en lugar de estar en la calle. Es una de las instituciones que más apoyé, porque cumplían un fin social muy importante.
¿Cuáles son sus barrios?
Toda la ciudad. En Cuatro Caminos teníamos mucha relación con los Castros, con Monelos, la Gaiteira...
¿Y no había peleas?
Con los de Monelos había a veces... cosas. Y con los de arriba de la estación. Pero eso de muy pequeños. Luego ya me movía mucho también por la plaza de Vigo y la calle Compostela, por el colegio, para tomar algo e incluso estaba allí la inspección de trabajo. Y siempre fui un enamorado de la Ciudad Vieja. Nunca pensé que, al final, terminaría viviendo ahí, en un rincón privilegiado.
¿Qué echa de menos cuando no está en A Coruña?
Siempre, incluso cuando estudiaba la carrera en Madrid, el mar. La mayor satisfacción cuando venía en el tren era cuando empezaba ya a oler el mar. Cuando estuvimos en Roma mi mujer y yo, Nápoles quedaba a dos horas y media por autopista y cuando ya estábamos muy morriñosos, muy morriñosos, íbamos a comer pescado y a oler el mar.
¿Sabe qué bus tiene que coger para ir a su casa?
Sí, además la parada la tengo al lado de casa. Tengo el 1, el 1A, el 2, el 2A... Ando mucho pero tengo la gran ventaja de tener el bus al lado y llevo mi tarjetita de transporte. Soy de bus, no uso nada el coche. Cuando era alcalde, vivía en Gandarío, pero me paraba antes e iba al Ayuntamiento andando y la gente me hablaba. Y me protestaba. Pero era la manera de tener el pulso de la ciudad.
¿Qué le hace sentirse orgulloso de A Coruña?
La forma de vivir, la convivencia... No hay barreras sociales, en la barra del bar habla uno con otro. Se vive en la calle. Es una ciudad de diálogo. Fernández Flórez decía que era un barco, no por la forma física, que estamos en medio del mar, sino porque la gente no estaba nunca en el camarote sino paseando por cubierta. Es una definición perfecta.
¿Y lo que no le gusta?
Me cuesta más encontrar algo... La salida chistosa sería decir cuando desciende el Deportivo.
Cuando viene alguien de fuera, ¿a dónde lo lleva?
Al monte de San Pedro. Allí puedes explicar todo.
Eso es en gran parte ‘culpa’ suya...
Cuando empezaron a desmontar unidades militares, se tomó la decisión de deshacer las baterías de costa. Y lo consideré una salvajada. Fui al Ministerio, dije que el Ayuntamiento se hacía cargo y el Ejército accedió. Y amplié la negociación: la batería y lo que hay alrededor. Así que voy al monte de San Pedro siempre primero y luego hago el recorrido desde el punto de vista de la calle. Los llevas a la plaza de Lugo y se quedan extasiados. Los llevas a tomar los vinos y quedan maravillados. Y, aparte de eso, presumo (sonríe): “Esto se hizo en mi época. Y esto también”.
¿Y cómo ve ahora la ciudad?
La veo bien. Yo tomé la decisión hace años de no opinar. He sido alcalde muchos años y tengo un gran respeto hacia quienes desempeñan esa función, coincida o no con lo que hacen.
Si pudiera hacer un viaje en el tiempo, ¿a qué época iría?
Al siglo XIX. Es apasionante en todas partes pero aquella Coruña liberal, constitucionalista, con 20.000 habitantes y seis librerías tenía una vida cultural apasionante... Se interpretaban las sinfonías de Beethoven viviendo Beethoven. Yo el siglo XIX lo hubiera vivido con gran pasión.
¿Churros de Bonilla o de El Timón?
Yo era muy amigo de César Bonilla. Cuando hacía una gran obra o anunciaba una gran inversión, ese domingo, a las nueve de la mañana, llamaban al timbre y era César Bonilla con chocolate y con churros para celebrarlo y desayunar. Y allí celebrábamos los cumpleaños. Pero eso no me impide que me gusten los de El Timón, porque en ese camino al colegio pasábamos la primera churrería El Timón, un quiosquito en la plaza de la Palloza, y a veces los comprábamos.
¿Jardines de Méndez Núñez o Monte de San Pedro?
Monte de San Pedro (rotundo). Me encanta. No solo porque sea una obra que yo haya hecho sino porque es una visión magnífica de la ciudad. Yo había proyectado hacer allí la Casa de las Plantas, algo que vi con Salvador Fernández Moreda en Helsinki.
¿Calle de la Estrella o calle de la Barrera?
Plaza de Vigo y calle Compostela. De chaval, íbamos al Asturias, que tenía billar, así que esa zona.
¿Agua de Emalcsa o embotellada?
El agua de La Coruña y la de Madrid son de las mejores de España. El agua de aquí es riquísima.
¿Playa de Riazor o del Orzán?
Yo me bañaba en Riazor, no me dejaban ir de niño al Orzán porque se consideraba peligrosa, por las olas y por la resaca. Había las casetas y yo recuerdo a las catalinas, de ahí que hiciera el monumento.
¿A pie o motorizado?
Yo soy de autobús. Voy a decir una cosa: tenemos un buen servicio de autobús en La Coruña. De los años que yo fui alcalde era un concesionario ejemplar. Al más alto nivel de España en servicio y en calidad.
¿Helados tradicionales de la Colón o sabores modernos?
El mejor era La Ibense. Mis tíos, los Freire, vivían en el Cantón, donde está esa perfumería, y al lado estaba La Ibense. Yo soy hijo único y el sobrino más pequeño, así que estaba bastante mimado, y cuando salía de casa de mis tíos, tenía un helado. Y hay otros que nadie cita que son los hermanos Pena, frente al Colón.
¿Verbena o concierto?
Verbena. Había un calendario de verbenas de todo el entorno, que empezaban en San Pedro, luego Culleredo, Vilaboa... y luego las de aquí. Y, sobre todo, las del Leirón. Venían los mejores cantantes. La verbena tiene un ambiente especial, incluso las más ‘pijas’, las de María Pita, también tenían buen ambiente.
¿Carnaval o San Juan?
Carnaval, es lo tradicional de la ciudad. Lo pasé muy bien cuando me disfrazaba; tuve un disfraz de árabe muchos años. Era una cultura propia, había cantos en toda la zona de la Torre y estaba permitido. De San Juan, tengo el recuerdo de la lumeirada. Robábamos madera durante varios días de la cerca de la estación y de las cajas de pescado.
¿Chorbo o neno?
En mi época se decía mucho jicho, despectivo. Pero yo soy de neniño, que tiene un componente cariñoso.