Este viernes, Pancho Varona vuelve a A Coruña, a su “segunda casa”. Y lo hace para volcar de nuevo su música entre las cuatro paredes del Playa Club (22.30 horas), para el que promete tanto los “indispensables”, como una selección de las canciones que él más quiere.
¿Qué se va a encontrar el público del Playa Club?
A un tipo muy ilusionado por volver a Coruña, a mi segunda casa. Hay gente que no lo sabe todavía, pero tengo una relación con Coruña de amor absoluto, ya que yo cuando era pequeño me quedé huerfanito de padre con ocho años y mi madre nos mandaba a mi hermana y a mí a Coruña a pasar veranos enteros a los 8, 9, 10, 11, 12, 13 años, a esa edad tan mágica y tan bonita. Entonces, mi segunda casa la tengo en Coruña, mi familia más cercana está allí y mi ciudad favorita del mundo, siempre lo digo, es Coruña. Imagínate la ilusión que me hace volver, muchísima.
De esos años surgió su amor por un Depor que le está haciendo sufrir estos días.
(Ríe). Por supuesto. Yo conocí a un Depor cuando estaba en Primera. Recuerdo muchísimas cosas del gran Depor de Bebeto, Donato... Recuerdo muchas cosas de mi Depor querido. Recuerdo con tristeza el descenso... Ahora estoy deseando a ver si se consuma el ascenso, aunque es mejor no echar campanas al vuelo, no sea que vayamos a gafar nada (ríe). Duele un poquitín el empate del domingo, pero estamos en buen camino y tenemos ahí un partido importante con el Barça B, ese va a ser el definitivo. Estoy con el corazón lleno de orgullo y de ansiedad.
Sobre el concierto, dice que va a sacar el baúl de las ‘caras B’.
(Ríe). En estos conciertos, el repertorio es eminentemente sabinero, pero también canto otras cosas. Hay seis o siete canciones que son indispensables, las más conocidas y queridas por la gente. Pero hay otras seis, siete u ocho que yo elijo, canciones más ‘cara B’, diferentes, más queridas por mi, quizá no tan famosas. Hay sitio para los fuegos artificiales y, luego, para las ‘caras B’.
Me apasionaba escuchar el traqueteo furioso de las máquinas de escribir. No hay nada que me guste más que una redacción, es donde bulle la actualidad
En el último año se ha sumergido más en la composición, ¿lo echaba de menos?
No lo echaba de menos. Volví por necesidad, para demostrar que yo seguía haciendo canciones. La gente podía pensar que tras mi ruptura con Joaquín Sabina, o tras la ruptura suya, más bien, que yo no iba a seguir componiendo. Fue casi por obligación, dije: “Tengo que demostrar que sigo en activo”. Y me vino muy bien, volví a enfrentarme al papel. Tengo un cajón lleno de canciones hermosas dispuestas a salir a la luz.
No hace mucho, decía que la música era el oficio más bonito del mundo, pero que también le interesaba mucho el periodismo.
Mucho, muchísimo (ríe). Es una vocación que ha crecido en mi. Con 20 años no, pero con 40 años quería ser periodista. Me apasionaba llegar a una redacción y escuchar el traqueteo furioso de las máquinas de escribir, y luego de los ordenadores. No hay nada que más me guste que una redacción, es donde pasan las cosas, donde bulle la actualidad. Me parece apasionante el oficio. Es una cosa que me he quedado con las ganas de haber hecho, la carrera de periodista, o haber trabajado en una redacción.
Volviendo a la música, tras más de 40 años, ¿qué siente uno al subirse a un escenario?
La experiencia y la edad me hacen saber cómo salir al escenario. Pero sigo sintiendo el mismo hormigueo que cuando tenía 26 o 27 años. Mira, justo un 1 de mayo se cumplen 42 años de mi primer concierto con Joaquín Sabina, yo tenía 25, y, fíjate, el hormigueo sigue estando ahí. Pero ahora ya es controlado, es un hormigueo que yo sé que son nervios que puedo controlar. Hace 30 o 40 años me ponían nervioso. Es maravilloso, son nervios diferentes, mucho más sensatos los de ahora que los de antes.