No, Picasso no pintó el monte de Santa Margarita, como hasta ahora se creía. Un día de 1895, más cercano a abril que a enero, salió de su casa en la calle Payo Gómez con su cajita de pintura y sus óleos y se situó cerca de esa zona, pero no exactamente en ella, y realizó sobre una pequeña tabla (9,7 x 17,3 cm) una obra con ribetes impresionistas. La pieza se ha mostrado en las dos últimas grandes exposiciones sobre el malagueño celebradas en A Coruña, ambas en el Museo de Belas Artes, y en su cartela figuraba como ‘Paisaje. Santa Margarita’ (en la de 2015) y ‘La montaña de Santa Margarita en A Coruña’ (en la de 2023). Pero la localización es incorrecta. En realidad, se trata del molino de Agramela y su entorno.
¿Pero por qué este paisaje ha sido hasta ahora identificado como el monte de Santa Margarita? Requiere una explicación larga. De entrada, aclaremos que Picasso rara vez titulaba una obra. Marchantes y expertos varios lo hicieron por él. Que se sepa, esta pieza aparece por primera vez reproducida en el gran catálogo razonado del malagueño, elaborado por Christian Zervos con la colaboración del propio artista. En concreto, figura en el sexto tomo, publicado en 1962 por Editions Cahiers D’Art. Es referenciada sin título alguno, simplemente como ‘Huile sur panneau de bois. La Corogne, 1895’ (‘Óleo sobre tabla de madera. La Coruña, 1895’), añadiendo las medidas antes citadas.
El asunto dio un giro en 1980, a raíz de la publicación de ‘Picasso vivo, 1881-1907. Infancia y primera juventud de un demiurgo’, obra del catalán Josep Palau i Fabre, el gran biógrafo de las etapas iniciales del andaluz. Tuvo acceso directo al artista durante el proceso de documentación, pero evidentemente no pudo cotejar con él todo lo que escribió en un libro que se editó después de la muerte del pintor. En cuanto a la tabla en cuestión, Palau nos dice que es un “paisaje que representa el monte de Santa Margarita, entonces aún no urbanizado, adonde los habitantes de La Coruña iban, antes de Navidad, a buscar musgo para hacer el belén”. En las notas añade que fue el gallego Antonio Bonet Correa, historiador del arte, el que le hizo “la precisión topográfica”, es decir, el que creyó localizar el lugar que pintó Picasso. Seguramente fue la presencia de un molino situado en un punto elevado y rodeado de campo el que hizo pensar a Bonet Correa que era ese el lugar. Todo ello le sirvió a Palau para titular la pieza ‘Monte de Santa Margarita, en La Coruña’. Y desde entonces así fue identificada como tal por expertos y por su propietario, que es la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso (FABA).
Sin embargo, este título y los que recibió posteriormente (todos ellos con las palabras “Santa Margarita” incluidas) han de revisarse y cambiarse. La primera pista de que se trata del molino de A Gramela nos la ofreció una vista de la urbe datada en 1880, solo quince años antes de que Picasso pintase la tabla. En concreto, se trata de una fotografía perteneciente a la colección Bartolomé-Chavert —la mayor privada de foto antigua de la ciudad— que está tomada desde lo que hoy es el edificio de R. Al fondo se ven con todo detalle cuatro molinos presidiendo los montes coruñeses. Tres de ellos están juntos y se corresponden con Santa Margarita. Otro, el de A Gramela, se encuentra aislado y es el único de ellos que conserva su techo, una estructura superior a modo de capuchón. El molino que pinta Picasso lo tiene. Es la primera gran pista. Precisemos que uno de los de Santa Margarita fue restaurado en los años 30 del siglo XX, cuando se creó el parque, y se le añadió ese techo, pero en 1880, y también cuando Pablo Ruiz Picasso ejecutó su cuadro en 1895, carecía de él.
Más evidencias. En la pieza de Picasso se observan edificaciones a la izquierda del molino. Sin embargo, en el entorno de los de Santa Margarita no hay edificicación alguna. Estos dos hechos se pueden corroborar con la consulta de varios planos de la ciudad de finales del siglo XIX y de diversas fotografías de la época. En la imagen de la colección Bartolomé-Chavert se ven construcciones a la izquierda del molino de A Gramela y ninguna en el entorno de los de Santa Margarita. La conclusión es que el artista andaluz se situó a la derecha de lo que entonces era la capilla de Santa Margarita (desaparecida en los años 60 del pasado siglo, estaba situada detrás del ábside de la actual iglesia parroquial), en la zona hoy conocida como el Paseo de los Puentes, y desde ahí realizó la composición, presidida por el molino de A Gramela, que estaba situado en lo que hoy es la confluencia de la avenida Gramela con la calle Alcalde Lens.
Por tanto, lo que pinta el niño Picasso, de 13 años, es el Agra do Orzán, no Santa Margarita.
El historiador y escritor Luis Valiño sitúa la entrada en funcionamiento del molino de A Gramela en 1788. Pertenecía entonces al indiano Genaro Fontenla, quien se había hecho rico en México.
Según la documentación de época consultada por este especialista, se trataba de “un molino de aspas por fuera” que se situaba “a la margen del camino que va a Pastoriza y Bergantiños”. Era empleado para fabricar pan de galleta y también fresco con el que abastecer a las tripulaciones de los Correos Marítimos y también al público en general. En 1801 la factoría fue incautada por el Estado y allí se instalaron tropas militares.
Genaro Fontenla muere en 1809, durante la Guerra de la Independencia, y “el complejo entra en declive”, apunta Luis Valiño. No obstante, subsistió en otras manos hasta 1869.
Los molinos de viento de A Coruña de Santa Margarita y de A Gramela, construidos a finales del XVIII, dejaron de cumplir su función, que era moler trigo, en 1869, cuando las fábricas de harina, movidas en principio con carbón y más tarde con electricidad, comenzaron a industrializar el proceso. Así lo sostienen los historiadores Jesús Reiriz y Luis Valiño. A partir de entonces cayeron en desuso y solo dos resistieron los embates del tiempo.
En mayo 1936, cuando se inauguró el parque Joaquín Costa (germen del actual Santa Margarita), se adecentó uno de ellos, el que actualmente se encuentra en las cercanías de la Casa de las Ciencias. El acto fue presidido por el entonces alcalde, Alfredo Suárez Ferrín, que ese mismo año sería fusilado. En tan especial jornada se colgó de su techo una bandera republicana. No es la misma ‘boina’ que tiene hoy, pues en 2007 se le colocó una nueva.
Por su parte, el de A Gramela siguió en su sitio desde que cayó en desuso en 1869 hasta que se le dio la consideración de tapón urbanístico por parte del Ayuntamiento. El gobierno local anunció en 1979 que su idea era montarlo de nuevo en Monte Alto o colocarlo junto al de Santa Margarita. Fue definitivamente retirado en abril de 1984, cuando ya carecía de la cubierta con la que lo pintó Picasso. Lo que se hizo fue desmontarlo, numerar todas las piedras y dejarlas sobe la hierba del parque de Santa Margarita, donde se pasaron a la intemperie casi tres decenios.
En 1996, el gobierno local anunció que estaba estudiando montarlo en Monte Alto, provocando una protesta de la asociación vecinal del Agra do Orzán. Finalmente, tras 29 años al fresco, las piedras de marras fueron trasladadas en 2013 al almacén municipal de Bens. Y ahí siguen a día de hoy.
Durante el mandato de la Marea Atlántica se anunció que el molino sería reconstruido y colocado en un punto de la ciudad. Bens y San Pedro de Visma fueron las alternativas inmediatas que ofreció ese Gobierno local, pero la asociación vecinal replicó que lo quería en su barrio, así que propuso esperar a que estuviese acabado el parque del Observatorio. Es por ello que el traslado no se llegó a realizar. También durante ese mandato de la Marea se encargó a varios especialistas una ‘Memoria Técnica sobre los Molinos de Viento de A Coruña’, que fue entregada por sus autores en 2018 pero jamás divulgada.