Aún es pronto para decir que el tenis de mesa puede frenar el párkinson, pero lo que sí han constatado nueve pacientes coruñeses es que sus beneficios son enormes. Ellos mismos son la prueba y llegaron incluso a sorprenderse de los movimientos que aún tenían. Sandra García, responsable del departamento de fisioterapia en la Asociación Parkinson Galicia-Coruña, lo corrobora: “De forma automática y totalmente involuntaria, sacaban algunos gestos que yo trabajo y busco en las sesiones”.
Este grupo ha formado parte del primer estudio nacional que analiza el impacto del tenis de mesa en la calidad de vida de las personas con esta patología, un trabajo que ayer se presentó en las ‘VI Jornadas de Parkinson Nuevos tiempos en la EP’ organizadas por la asociación y celebradas en la Fundación Barrié.
Este estudio nace en Lleida y detrás está una investigadora gallega. Helena Fernández, también fisioterapeuta, recibió la propuesta de una asociación de pacientes de la zona y no dudó en meterse de lleno en el proyecto.
Pero la que puso la semilla en A Coruña fue Kuka García, paciente con párkinson desde hace años y amante de este deporte. Ella llevaba jugando “media vida” y le hablaba a su fisioterapeuta de lo “maravilloso que le parecía el tenis de mesa para mejorar alguno de sus síntomas”.
Sandra García ya conocía a su colega en Lleida desde hacía tiempo y sabía del estudio que ella estaba realizando, así que contactaron con ella para que les ayudase en el proceso y participar así en la investigación. Fue en septiembre de 2024 cuando comenzó todo. Nueve personas en estadios intermedios de la enfermedad iniciaron la partida de tenis de mesa versus párkinson y, sin duda, ganaron.
Con sensores para valorar el equilibrio, entrenaron una vez a la semana con un profesional y siempre con la presencia de un fisioterapeuta. “Estaban súper enganchados desde el minuto uno y tenía que frenarlos porque muchos querían seguir entrenando fuera de las sesiones”, asegura Sandra García.
Aunque este estudio es todavía un primer paso y se necesita seguir investigando de forma más rigurosa con grupos de control, ya se han evidenciado avances a nivel físico. “Vimos que hubo mejoras en el comportamiento del equilibrio. De esto no había resultados significativos hasta ahora porque los hacían con escalas, pero nosotros lo hicimos con sensores, que tienen la capacidad de captar cambios más chiquititos”, explica la responsable de la investigación.
El grupo de A Coruña también registró mejoras en un indicador llamado ‘timed up and go’, una prueba relacionada con el riesgo de caída. Consiste en levantarse de una silla, andar unos metros, dar la vuelta alrededor de un cono lo más rápido posible y volver a sentarse.
Con cada partida no solo se entrenó el cuerpo, también el cerebro. Y es que en enfermedades neurodegenerativas crónicas como el parkinson la parte cognitiva es fundamental. Con el ping-pong hacían “una doble tarea” porque tenían que “prestar atención al tiempo que hacían el movimiento”, explica Fernández.
Jugar al tenis de mesa mejora también el bienestar emocional, que en enfermedades de este tipo es “importantísimo” y que a veces se olvida. “La motivación era enorme y el vínculo entre ellos también, se ayudaban unos a otros cuando se encontraban peor”, celebra García.
Su colega también habla de la percepción muchas veces errada que se tiene del parkinson. “Tienes la imagen de una persona que no puede moverse y, obviamente van más lentos, pero le dan golpes fuertes igual y también te ganan”, afirma entre risas.
Desde la asociación coruñesa aseguran que han aprendido mucho con este estudio y prevén ampliarlo en un futuro, abriendo más grupos y con más horas a la semana para aprovechar esta forma de combinar terapia y diversión en un mismo formato.