Puede que los rockeros nunca mueran, pero buena parte de sus garitos se han ido al infierno. Y es que, literalmente, en A Coruña quedan dos pubs que puedan considerarse declaradamente heavys y que se definan como un espacio temático para una de las tribus urbanas más numerosas y reconocibles. Quizás el problema sea ese: que los nuevos tiempos han difuminado tanto las líneas que el concepto de pertenencia a una estirpe sea ya cosa del VHS.
La ciudad que vio el pistoletazo de salida a una gira de Iron Maiden, que acogió recitales de Judas Priest, Slayer o Sepultura y en la que los Manowar se dieron un baño de masas en Portobello no ha sido infiel a los dioses del metal. Simplemente estos se han hecho mayores y ahora son carne de cervecerías como Skoll o Shamrock, otro de los nombres clásicos de la oferta de la seis cuerdas. Eso sí, al igual que sucede en los recitales en directo, esos que siguen colgando el cartel de ‘no hay billetes’, la fidelidad una seña de identidad.
A partir de las 03.00 horas, momento de cierre obligado para la hostelería tradicional, los alérgicos al autotune ven sensiblemente reducidas sus alternativas. Lejos quedan ya los tiempos en los que en el Hangar marcaba terreno e imponía en la calle Pasadizo del Orzán. La mascota de Iron Maiden, Eddie, daba la bienvenida entre locales de baile latino y pop ligero. Y encontrar sitio era una odisea. Tomó el relevo el Valhalla, en plena calle del Socorro, hasta su reciente cierre. En esa misma acera trata de saciar la sed de metal Fausto Seoane, al frente del Feedback desde 2018. “La gente sale a lo que sea, los que prestan atención y les gusta la música son una minoría”, advierte. “Como fan de la música en general, a mí todo este rollo de ahora me tira para atrás: te vas a comprar una prenda de ropa, a un restaurante o a un centro comercial y suena lo mismo en todos lados. Estamos cayendo muy bajo y, por eso, alguna gente que llega al local se sorprende con lo que escucha”, añade.
Lo mismo sucede, y eso le duele todavía más, con los propios conciertos de rock y la calidad de los asistentes. “Un alto porcentaje va por figurar y por la experiencia de decir que estuvo ahí: de 15 canciones te conocen tres, como comprobé en AC/DC”, explica el hostelero sobre los nuevos hábitos.
El próximo año el Black Widow de Panaderas celebrará su décimo aniversario, y lo hará camino de un posible récord: el del pub con más días de apertura ininterrumpida. Desde que se levantaron las restricciones de la pandemia no ha cerrado ni una sola noche. Quizás por eso, además de melenas, chaquetas de cuero y camisetas de grupos también es posible ver a todo tipo de públicos en una preciosa armonía multicultural. “Mi clientela no es solamente rockera, aunque seamos un pub heavy”, subraya su carismático dueño, Javi Gordon. “Quizás hoy en día seamos menos, pero hemos atraído todo tipo de público”, prosigue.
Y es que el establecimiento se ha situado como uno de los líderes de la noche con un buen ramillete de atractivos: desde las jarras vikingas de la entrada a la selección de vídeos musicales y actuaciones históricas, pasando por el concurrido futbolín. De hecho, acostumbran a convivir en amistosa armonía las botas Dr Martens con los náuticos y las alpargatas.
Eso sí, lo que pone de acuerdo a todos sin saber por qué, literalmente, es el Fuego Valyrio, la bebida más servida y cuya receta guarda con celo el propietario del establecimiento. “Es un elixir en el que los mejores alquimistas han trabajado sin descanso para lograr la fórmula secreta”, sugieren los creadores del exitoso elixir.
Así que, como profetizaron Obús en los 80 y a pesar de que cada vez son menos, los locales heavy de la ciudad van muy bien. El resto de la letra ya depende del aguante de cada uno.