El recuerdo de la víctima coruñesa de los nazis que brilla con más fuerza

El recuerdo de la víctima coruñesa de los nazis que brilla con más fuerza
Carmen Liñares saca brillo a la placa de Leopoldo López-Criado | Quintana

¿Por qué la placa en recuerdo de Leopoldo López-Criado brilla con especial fuerza? Esa es la pregunta que llevaba meses haciéndose la Asociación Para la Recuperación de la Memoria Histórica y que, en este reportaje, encontrará respuesta. El más brillante dentro del relato de oscuridad que supone la memoria de los coruñeses deportados al campo de concentración de Mauthausen es el  stolpersteine o piedra del tropiezo que se ubica a la puerta de la que fue su casa, en el número 15 de la calle de Santiago. Apenas ha pasado un año desde que A Coruña se sumase a una iniciativa europea con 6 de los 6.000 recuerdos por todo el continente y que consiste en placas de 10x10 centímetros que señalan un lugar de vida para aquellos a los que la barbarie nazi se llevó por delante. Lo especial de la de López-Criado es el óptimo estado de conservación respecto a los otros 5, lo que activó una suerte de dispositivo de búsqueda.


Es la propia asociación la encargada de la limpieza de unas placas que, debido a sus características, composición y ubicación sufren un desgaste notable: el tráfico, las lluvias o las pisadas de los despistados obligan a mantener todo un equipo de mantenimiento que, en el caso de la calle de Santiago, no salía de su asombro: reluce cada día como el primero. Ni siquiera la vigilancia o las visitas a deshoras habían conseguido identificar lo que algunos suponían un descendiente o comprometido con la causa que le costó la vida a Leopoldo.


El Ideal Gallego comienza el dispositivo especial a la altura de otro placa, la de Julio Martínez Arias, colocada como las otras cinco  en julio de 2023. La que fue su casa en la calle de la Puerta de Aires es ahora un piso turístico, en el que curiosamente se paran unos alemanes que buscan el nombre de la víctima en redes sociales. Mauthausen no necesita ni de Google ni traducción. Aquellos que transitan día a día por ese mismo punto reparan en el recuerdo de Julio cuando se les pregunta por un anónimo, presumiblemente, cargado con una balleta y un quitamanchas. “No tenía ni idea de que eso estuviera ahí”, confiesa la empleada de un negocio de peluquería. Tampoco el bar de la esquina, bullicioso y centro de la vida social de la zona durante todo el día, tiene noticias del ‘limpiador secreto’ de la cercana stolpersteine de Leopoldo. La estadística es demoledora: solamente uno de los diez ‘encuestados’ sabía de la existencia de las placas. Se trata de una señora de avanzada edad y que apunta precisamente a la casa de López-Criado. “Aquella placa de la calle de Santiago me llama la atención cada vez que paso. Está nueva”, confiesa. Eso sí, ni rastro del por qué o por quién.


Apenas 300 metros Ciudad Vieja abajo, la calle del Camino de Santiago también lo es del camino a los campos de exterminio. Al contrario que en el caso de los otros stolpersteine no hace falta ni siquiera bajar la mirada para encontrar el pequeño resumen vital del asesinado: en la puerta del número 15, a las puertas de la que un día fue su casa, reluce como los chorros del oro el recuerdo de Leopoldo López-Criado. Son las once de la mañana y una señora se encarga del mantenimiento de la limpieza del inmueble. “Disculpe, ¿sabe...?”. Sin dejar siquiera apuntar al suelo, y con una sonrisa entre cómplice y vergonzosa, reconoce: “Son eu”.  Misterio resuelto. Su nombre es Carmen Liñares y cada día, además de dejar como nueva la casa, amplía ligeramente su campo de actuación hasta la placa. “De paso que limpo a porta non me custa nada chegar ata aí, ás veces está cuberta pola choiva o outras cousas”, dice mientras apunta a los heces de aves que manchan el empedrado.

 

Calle de Santiago 15

La puerta principal de la que fue casa del deportado está a ras de baldosa. Con sólo poner pie en la calle es posible empaparse de la historias de los guías que inician su recorrido. Algunos, los menos según la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, se detienen en el portal 15. “En ocasións escoito as historias que contan os guías sobre estas persoas”, subraya Carmen, cuya motivación tiene que ver con “o respecto” a la víctima que encierran esos diez por diez centímetros.


Todavía no se conocen, pero Carmen Rodeja, portavoz de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Galicia, promete darle las gracias en persona a su improvisada conservadora. “Temos que realzar e poñer en valor o coidado desta señora para sacarlle brillo á placa”, expone. “Todo o mundo preguntaba e mandaba fotos e, tendo en conta que somos os encargados do mantemento, non podemos dicir outra cousa que grazas”, finaliza. Y es que, si de dar visibilidad a una barbarie se trata, Carmen Liñares se ha convertido en toda una divulgadora de la memoria de López-Criado. 

 

López-Criado: asesinado en Gusen en 1941

Los 10 por 10 centímetros de recuerdo de Leopoldo López-Criado documentan su nacimiento en 1905, el exilio a Francia, la deportación a Mauthausen y su asesinato en Gusen (Austria) el 3 de noviembre de 1941. De este último hecho su familia tuvo conocimiento nueve años después, en una misiva remitida a su padre en el año 1950, en la que se le reconocía un derecho a ayuda social. 


No es que no dejase mujer ni hijos, sino que apenas dejó rastro vital. Leopoldo nació en la plaza de España. Vivió en el edificio donde ahora se le recuerda junto a su padre, viudo, y sus hermanas María Luisa, Ana María y su tía Máxima. 


Metalúrgico de profesión, desde su marcha a Madrid en un momento sin documentar su rastro se pierde.  Ni rastro de actividad militante, política o combatiente. Solamente se sabe que emigró a Francia y que allí fue capturado por las tropas alemanas. No volvería a ser libre nunca más. El siguiente registro es el de su número de prisionero, 3391, que le llevó de la prisión de Wiebelsheim a Trier y de allí en tren al campo de Mauthausen.

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