En mayo de 1589, la Pescadería se había convertido en una zona de guerra. El famoso corsario inglés Francis Drake había fondeado en la bahía al mando de una armada de 146 barcos, seis de ellos galeones. El general Norreys había desembarcado a 8.000 ingleses que trataban de tomar las murallas que defendían los coruñeses, hombres y mujeres. Había fuego de arcabuces, de cañones y de morteros. Las balas de plomo y piedra volaban por el cielo.
Por eso 435 años después, cuando los obreros que están trabajando en la humanización de San Andrés se pusieron a cavar descubrieron, entre otras cosas, una de esas balas de piedra. Un trozo de granito esférico, aunque con daños que apuntan a que fue lanzado. Figura en el informe arqueológico municipal, junto con los demás hallazgos que se encontraban bajo el subsuelo de San Andrés. Restos de estructuras de granito, un peso de cobre y, curiosamente, otras piezas de procedencia inglesa (porcelana, sobre todo) que se encontraron en el mismo punto que el bolaño de piedra, a la altura del número ochenta.
En un pedazo de porcelana puede leerse la inscripción Hotel de Europa, un lujoso establecimiento que se levantaba en el número 81 de San Andrés. Se abrió en 1884 y cerró sus puertas en 1963. Pero la bala de cañón está hecha de un material mucho más duro, lo que le ha permitido resistir el paso del tiempo. En el informe arqueológico considera que puede ser un proyectil de bombarda, una pieza de artillería que estuvo en servicio desde finales del siglo XIV hasta mediados del XVI.
Pero Manuel Arenas, librero y presidente de la asociación histórica The Royal Green Jackets apunta a que esa bola de piedra era la munición de un mortero pedrero. “Tiene 13,8 centímetros de diámetro, que es justo el calibre que usaban los ingleses”, apunta Arenas.
El mortero era pieza de artillería pequeña, que dos hombres podían transportar. Se empleaba sobre todo para asedios. Como su tiro era parabólico, trazaba una curva en el aire evitando muros y barricadas. “Cuando había un grupo de defensores parapetado, los ingleses lo utilizaban”, explica el librero coruñés.
A veces, se les empapaba en alguna sustancia y se le prendía fuego, para que quemaran los tejados de las casas enemigas. Aunque este no parece ser el caso del bolaño en cuestión, porque no aparece tiznado. “Se disparaban una vez y no solían volverse a utilizarse”, explica Arenas. Para un profano no es más que una bola de granito, para él, está claro que es un proyectil de mortero pedrero. “El calibre es el mismo”, apunta. Un hallazgo curioso: la bala perdida de sir Francis Drake.