Desde hace años, en O Birloque tienen una reivindicación que temen acabe olvidada en un cajón: la petición de que una calle del barrio lleve el nombre de Manuel Pereira Seoane, uno de sus vecinos ilustres que tuvo un gran protagonismo en las décadas de los ochenta y noventa. Después de una recogida de firmas que avalaba esta petición, la asociación de vecinos Os Anxos presentaba una solicitud al Ayuntamiento para que la calle transversal comprendida entre el número 5 de la avenida de Glasgow y la carretera de Lonzas llevase el nombre de Manuel. Cuando se presentó aquella solicitud diciembre de 2009. Casi catorce años después, todavía no han obtenido una respuesta a su petición.
“Cada vez que preguntamos en que situación se encuentra esa demanda, nos dicen que está siendo valorada pero no obtenemos una respuesta”, explica Yolanda, la hija de Manuel. “Es una demanda de los vecinos. A mi me haría mucha ilusión porque se trata de mi padre, pero es una iniciativa que ha surgido del propio barrio, no de mi”, matiza.
Manuel Pereira Seoane fue el fundador de la Sociedad Club Deportiva San Cristóbal das Viñas, fue clave en la creación de la liga de peñas de fútbol en 1983 y de la Peña da Chave de San Cristóbal en 1984. Era una época complicada en el barrio para muchas personas, con el problema de las drogas en primer plano, y estas actividades deportivas servían para tratar de fomentar el interés por un tipo de vida más sana entre los jóvenes.
“Siempre ayudó a los jóvenes y a las personas más necesitadas de la zona. Daba todo lo que tenía”, recuerda Ramón Mañana, presidente de la referida asociación de vecinos. “No es normal que llevemos tanto tiempo esperando una respuesta”, señala.
Yolanda corrobora que su padre era una persona “muy generosa”. “A veces, si veía que había en el barrio un niño que llevaba tiempo con unos zapatos muy viejos, él mismo le compraba unos nuevos. Es solo un ejemplo. Se preocupaba mucho porque nadie pasase necesidad si él podía evitarlo”, recuerda.
Manuel falleció en 2004 con casi setenta años tras padecer una enfermedad, con la que se vio obligado a convivir durante los últimos años de su vida. En esos momentos delicados, volvió a hacer gala de su generosidad. “Necesitaba un trasplante desde hacía tiempo, pero pidió a los médicos que no lo metiesen en la lista de receptores. Les dijo que seguro que había personas más jóvenes que lo necesitaban”, relata Yolanda. Ahora, casi veinte años después, ella y toda su gente esperan un justo reconocimiento para que su labor no quede en el olvido.