Reportaje | Cuando los vikingos entraron en Galicia por la Torre y “fueron rechazados con mucho ímpetu”

Reportaje | Cuando los vikingos entraron en Galicia por la Torre y “fueron rechazados con mucho ímpetu”
La investigadora Irene García Losquiño, comisaria de la exposición que se celebra en el Gaiás | Aec

“De la cólera de los hombres del norte, líbranos señor”. La tradición oral popular ha creado, como en tantos otros casos, una imagen estereotipada de los escandinavos, la de unos bárbaros y brutales que recorrían los mares saqueando todo lo que encontraban. 

 

Los registros históricos confirman este imaginario colectivo de los vikingos, si bien es cierto que muestran, además, que la tradición exploradora de este pueblo no se limitó solo a la barbarie. 


Así lo asegura Irene García Losquiño, doctora en Estudios Escandinavos por la Universidad de Aberdeen, investigadora y especialista en la Edad Vikinga y, ahora, comisaria de la exposición 'Una vida vikinga', que se puede visitar en la Cidade da Cultura de Santiago desde este 12 de julio y hasta enero.

 

Punto de contacto


García Losquiño es runóloga pero desde hace tiempo se dedica al estudio del impacto de los pueblos del norte en la Península Ibérica. Algo de lo que no se escapa Galicia y tampoco A Coruña. De hecho, la ciudad fue el primer punto de contacto de los vikingos con Galicia en el año 844, señala la investigadora.

 

 Procedentes de Francia, previo paso por Gijón, los hombres del Norte se toparon con el Farum Brigamtium, nombre que “se relaciona con la Torre de Hércules”. 

 

Lo que “no se sabe a ciencia cierta es dónde tuvo lugar el enfrentamiento, si en el entorno del faro o en la región circundante pero los vikingos no salieron bien parados, fueron rechazados con mucho ímpetu y continuaron su curso hasta lo que hoy es Andalucía”, indica García Losquiño.

 

Presencia compleja


Pese a este breve contacto con los habitantes del golfo Ártabro y sus proximidades, los vikingos si tuvieron una “presencia muy compleja y longeva en Galicia”. Los registros históricos, las leyendas y el folclore cuentan las hazañas de obispos guerreros o figuras eclesiásticas como la de San Gonzalo de Mondoñedo –del que se encuentra un báculo en la exposición– que hundían barcos vikingos a través de sus rezos. Es, por cierto, una leyenda que pintó el artista coruñés Urbano Lugrís.


Pero si bien “las hazañas como las del obispo Sisnando II desempeñaron un papel fundamental en la lucha contra los vikingos, lo hicieron también por su intercesión en la defensa” contra los invasores, un capítulo que no se suele documentar.


Nadie duda de la fiereza de ‘hombres del norte’ pero, para García Losquiño, “las fuentes demonizan a los vikingos, les convierten en una fuerza casi sobrenatural” y sí, “en Galicia seguro que robaron, tomaron esclavos y hubo mucha violencia pero también comercio y asentamientos temporales para facilitar toda esta logística”.


De ese contacto diverso, más complejo, los vikingos absorbieron cultura, moda e ideas que llegaron a Escandinavia. Ése es el objetivo de la exposición: alejarse de la épica sangrienta y presentar la cara más humana –a través no solo de objetos de guerra como espadas o barcos como un snekker; sino también de piezas culturales, como piedras rúnicas o cotidianas, como relicarios, fíbulas, collares, pinzas de depilar, cucharas o peines– de un pueblo que también vivía para conocer el mundo que pisaba. 

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